Sociedad regresiva en tiempos emergentes

Humberto Santos Bautista

El fin de la historia será un momento muy triste. La lucha por el reconocimiento, la voluntad de arriesgar la propia vida por una meta puramente abstracta, la lucha ideológica a escala mundial que exigía audacia, coraje, imaginación e idealismo, será reemplazada por el cálculo económico, la interminable resolución de problemas técnicos, la preocupación por el medio ambiente, y la satisfacción de las sofisticadas demandas de los consumidores.
Francis Fukuyama El fin de la historia y el último hombre.

El derrumbe del Muro de Berlín, en 1989, significaba el fin del llamado «socialismo real» y se anunciaba una nueva era, que entonces se denominaba como un nuevo orden económico mundial donde el gran ordenador de la vida social sería el mercado, y la globalización de la economía (el capitalismo salvaje o neoliberalismo) era la nueva tierra prometida en donde solo los que fueran capaces de competir tendrían cabida. El mundo era, se decía, de los innovadores y de los emprendedores. Y en ese mundo donde la hegemonía del neoliberalismo fue aplastante, se ponderó a la democracia como única forma posible de gobierno, aunque eso no significaba democratizar ni el poder político ni el poder económico, lo cual permitió que la concentración de la riqueza creciera en la misma proporción que la desigualdad social; se aceleró la innovación tecnológica y se hicieron cada vez más presentes los efectos del desequilibrio ambiental, los mismos que se minimizaban, como el cambio climático, en aras de alcanzar el crecimiento económico. Treinta años después, otro muro parece derrumbarse: el del neoliberalismo, en el corazón de lo que se presentaba como el símbolo del capitalismo mundial: China. Todo parece indicar que ningún país, desde los más desarrollados hasta los más pobres, saldrán libres de esta crisis y sin saldos negativos. Todos saldrán perdiendo en mayor o menor medida, porque los diferentes gobiernos se están enfrentando a un dilema: ¿la prioridad es la economía o la salud de los ciudadanos? La elección de lo primero sería, sin exageraciones, casi un suicidio colectivo. La elección de lo segundo es organizar una resistencia ciudadana que nos posibilitaría acceder a nuevos aprendizajes, con los que, una vez superada la crisis, es probable que nadie quiera regresar al status anterior y tengamos que proponer alternativas de organización social donde el gran ordenador no siga siendo el gran capital, y el Estado tenga un papel que no quede reducido a ser solo «el comité de la gran burguesía». Por supuesto, todo eso pasa por un cambio cultural profundo y una verdadera revolución educativa que no solo cambie planes y programas, sino que reivindique el sentido ético de la docencia, cambiando la mentalidad burocratizada de los docentes, transformando las escuelas y redefiniéndo los fines de la educación. Tiene que haber un cambio radical de prioridades para entender que la única forma de enfrentar los desafíos que plantea la adversidad es solo siendo un pueblo más culto y educado. Es evidente que la aparición del coronavirus -un enemigo desconocido- ha mostrado las miserias de ese capitalismo depredador y los costos de haber dejado en el abandono a nuestros sistemas educativos y desdeñado la investigación. Ni el potencial económico ni el portentoso avance tecnológico han mostrado, hasta ahora, su eficacia para contener a ese «enemigo invisible», y se apela, más bien, a la fortaleza que los valores culturales le han dado a los pueblos, a través de su educación, sea formal o informal, para enfrentar esta nueva amenaza. Y también, por supuesto, se tiene esperanza en las bondades de los avances de la ciencia y el conocimiento, en la lucha por la sobrevivencia.

En ese marco, todo esto nos llevará, sin duda, a trascender los reductos ideológicos para poder pasar al plano de construir ideas, porque los problemas emergentes ya no caben en los estrechos marcos ideológicos (derecha vs izquierda o liberales vs conservadores) y el actual encierro (cuarentena) al que somete a la sociedad mundial el coronavirus (COVID 19) solo demuestra la gran ausencia de ideas y de orfandad en un mundo que paga también el costo de haberse sometido a una pretendida homogeneización, en donde la ciencia y la investigación, no fueron la excepción y también fueron confinadas a la racionalidad del mercado; y todavía falta ver si han superado esa tendencia, pues como dicen algunos investigadores, el país que primero descubra la vacuna será el gran vencedor de esta tragedia y si la vacuna la convierten en objeto del mercado, solo los más ricos tendrán acceso en su primera fase y los pobres quedarán relegados como siempre. Y si es así, ésa será la primera señal de que no aprendimos nada.

Porque es probable que el coronavirus sea la expresión misma de los límites de ese capitalismo salvaje que por tres décadas se presentó casi como la última fase del desarrollo de la especie humana y, quizá entusiasmado por eso, el politólogo norteamericano Francis Fukuyama anunciaba el fin de la historia y se animaba a profetizar el futuro eminente: «En el período pos histórico no habrá arte ni filosofía, sólo la perpetua conservación del museo de la historia humana. Lo que siento dentro de mí, y que veo en otros alrededor mío, es una fuerte nostalgia de la época en que existía la historia. Dicha nostalgia, en verdad, va a seguir alentando por algún tiempo la competencia y el conflicto, aun en el mundo pos histórico. Aunque reconozco su inevitabilidad, tengo los sentimientos más ambivalentes por la civilización que se ha creado en Europa».

En su momento, los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, con el derrumbe de las Torres Gemelas, hicieron que los críticos de Fukuyama le reviraran lo equívoco de sus tesis, aunque él argumentó que en su libro se refería a la historia como el «avance de la humanidad a lo largo de los siglos hacia la modernidad, caracterizada por instituciones como la democracia liberal y el capitalismo».

La etapa del poscoronavirus significará, sin duda, un antes y un después, porque será muy difícil retornar a una normalidad, que no era tal, y que más bien, fue la fuente del problema, y eso nos obligará a revisar la historia, no en la versión oficial que nos han contado a generaciones para legitimar un poder del que siempre quedamos excluidos, sino que ésta será una gran oportunidad para poder pensar desde el encierro y en la más absoluta indefensión, en cómo ejercer el derecho a la libertad, para escribir una nueva historia con una perspectiva también diferente, donde tengamos que volver a aprender a vivir juntos y que la verdadera riqueza que debiéramos cultivar entre todos, es la de educar a las nuevas generaciones en armonizar la vida con el medio natural.

Si por el contrario, las grandes potencias le apuestan al control de las sociedades y a la explotación irracional de los recursos, podrán superar esta pandemia, pero igual aparecerán otras con más poder letal y eso es lo que no debiera permitirse, porque hacerlo, entonces ya todos seremos parte de esa otra pandemia que hace mucho permanece entre nosotros: la locura colectiva por la fe ciega en la tecnología, pues como dice Theodor Adorno: «(El) mundo no solo está loco y también es irracional (...) El hecho es que no hay una autoridad que tenga el potencial de evitar la catástrofe total. Es necesario apelar a esta autoridad».

Es tiempo de trascender la política y la economía, porque han demostrado sus límites para armonizar a nuestras sociedades y su relación con el planeta, el hogar común. Es tiempo de que sean la cultura y la educación los grandes ejes de la organización social. Y eso implica deshacernos de la actual clase política obsoleta e incapaz.

Ésta puede ser la mejor enseñanza de esta emergencia nacional y mundial.

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Ir más allá del entendimiento cotidiano

José Francisco García González

El trabajo periodístico sobre la violencia y los movimientos sociales se ha quedado corto a la hora de explicar la realidad. El repotero acude al sitio de conflicto cuando éste se convierte en nota, cuando hay cierta crisis. Llega unos minutos, casi nunca horas, observa someramente el panorama, pregunta y con eso tiene suficiente para hacer su trabajo del día. Casi nunca profundiza, va por «la nota», no ve qué hay detrás de lo que ocurrió. Hay que reconcer que dan la noticia del hecho, pero hasta ahí. Los conflictos seguiran en muchas ocasiones agudizandose cada día más, pero si no son «nota», ya no se les da seguimiento.

Y me refiero concretamente a los sucesos de los últimos treinta y un años en Guerrero, a partir del surgimiento del movimiento social electoral de 1989 con la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el cual, por primera vez cimbraba las estructuras del priísmo, amenazando seriamente un sistema político económico construido sobre una base social y política impenetrable por la institucionalidad alineada al servicio de un reducido grupo de gente con permanente poder y enraizado por el poder mismo. Con el corporativismo de trabajadores organizados en asociaciones, confederaciones, sindicatos ‘charros’ y hasta sectores empresariales, ligados al poder político prevaleciente.

Fue en el periodo que va de los años de 1989 a 1998 cuando se dan los procesos electorales más álgidos. Durante el periodo en el que gobernó José Francisco Ruiz Massieu brotaban conflictos a lo largo y ancho de Guerrero. Este periodo quedó marcado por la represión y el asesinato de más de trecientos militantes del PRD. En los municipios se peleaba codo con codo con las fuerzas caciquiles resistentes al cambio. La última contienda que llegó hasta los tribunales federales sesgados al sistema fue la que se efectuó entre René Juárez Cisneros, del PRI, y Felix Salgado Macedonio, respaldado por una coalición de partidos encabezados por el PRD. En ese entonces se alegaba un fraude electoral que era la permanente estrategia del partido en el poder. Ángel Aguirre Rivero dejaba la gubernatura interina que sucedió a Rubén Figueroa Alcocer tras el conflicto por la masacre de campesinos el 28 de junio de 1995 en el vado de Aguas Blancas. En esos momentos, los medios de comunicación más serios, jugaron un papel importante en la cobertura y muchos reporteros hicieron un trabajo temerario, dadas las circunstancias políticas que se vivían en esa época de peligros inminentes, emanados de la actuación de las fuerzas caciquiles que se resisitían a dejrar el poder. En el conflicto poselectoral de 1999 gobernaba Ernesto Zedillo Ponce, sustituto del asesinado candidato del PRI Luis Donaldo Colosio Murrieta. Ernesto Zedillo defendió con todo el triunfo fraudulento de su partido en Guerrero, a pesar de que cargaba entre los hombros la matanza de Acteal por una incursión paramilitar en esa localidad del municipio de Chenalhó, ubicado en la región de Los Altos de Chiapas, el 22 de diciembre de 1997.

Muchas veces, estos datos son necesarios para poder ilustrar y explicarnos cómo hemos venido dando tumbos en la historia reciente del estado de Guerrero y cómo se han ido generando situaciones difíciles de entender si tomamos como referencia tramos cortos en el tiempo que no nos dicen nada para ubicarnos en el contexto actual. Es errático querer forzar una explicación de los reprobables fenómenos sociales de inseguridad a partir del comportamiento humano, con argumentos carentes de valor, como si dichas consecuencias surgieran por generación espontánea, cuando detrás de éstas existen causas bien definidas. En la geografía estatal existe una diversidad de pueblos hablantes en su propia lengua en donde se mezclan una gran variedad de idiosincrasias que repercuten en la división hasta de sus pequeñas fronteras territoriales, ya sea por sus costumbres o su organización cultural. Pero lo que se visualiza claramente es el aprovechamiento de los recursos naturales por una clase acomodada, tal es el caso de la expropiación de tierras a los nativos desde la colonia, aprovechándose de su poder urbanizaron e invirtieron en el puerto de Acapulco beneficiándose y haciendo grandes negocios inmobiliarios la familia del ex presidente Miguel Alemán Valdez y un reducido grupo de vivales con las cadenas hoteleras trasnacionales y desarrolladoras turísticas, reduciendo a los verdaderos dueños a simples sirvientes o a la producción de copra. El último atraco fue el de Punta Diamante, entre Diego Fernández de Ceballos, Carlos Salinas y la familia del extinto José Francisco Ruiz Massieu. Obviamente en sociedad con otros especuladores de bienes inmobiliarios nacionales y extranjeros. He aquí una explicación lógica de por qué Guerrero sigue estando en el cabús del desarrollo nacional; la riqueza no se queda aquí. Con la complicidad de estos gobernantes faltos de carácter y partícipes de la corrupción, lejos estaremos de lograr salir del rezago económico. Sucede lo mismo con la explotación de los recursos maderables y mineros en detrimento del entorno ecológico con la contaminación de ríos, mantos acuíferos y de la misma tierra que pisamos. He aquí el talón de Aquiles de la prensa escrita, de no querer ver más allá de donde les alcanza la vista. Hoy existen las condiciones para traspasar las fronteras he ir hacia un trabajo de investigación en actos de corrupción; con esto no quiero decir que su papel debiera cambiar a realizar actividades detectivescas, pero sí ser más acuciosos a los que ostentan el poder de forma displicente respecto a las causas que están generando violencia y atracos al pueblo, ya sea por omisión, complicidad e impunidad. Es cierto que los brazos armados auspiciados desde las más altas esferas, tienen un poder endemoniado para acallar voces, pero la responsabilidad es de todos. La violencia desatada en contra del pueblo en este enfrentamiento fratricida, se quiere dejar ver cómo algo natural, cuando detrás de todo esto, está el dinero, amasado mediante el tráfico de influencias y actos de corrupción; por la composición política se pierde en la maraña en la que cada quien tiene su pequeño reino, en los estados en donde gobiernan todavía militantes de distintos partidos y que no mueven un dedo para ayudar a combatir los males endémicos de un sistema plagado de corrupción. Muchos de estos personajes no pueden escupir para arriba; ellos mismos son parte de esta red de malos manejos del erario. He escuchado con insistencia por parte de unos comentaristas de los medios de comunicación decir: los pueblos están sometidos. Y como no si desde el poder se dio fuerza a la delincuencia organizada para arrinconar a los pueblos y reducirlos a simples trabajadores y votantes a la hora de elegir a los mismos de siempre. El Estado se hizo a un lado y quedó gobernando lo que López Obrador bien calificó como la mafia en el poder.

Considerando que a partir del sexenio de Vicente Fox, los gobiernos se hicieron cómplices directos de los carteles de la delincuencia, ¿hacia quien dirigíamos las protestas? Y luego cuando nos salían con el cuento de que el país iba viento en popa, anunciando crecimiento económico, que no era más que un parapeto para aplacar los ánimos. Con Fox nos habían quitado las banderas del discurso de izquierda. La satisfacción que tengo en lo personal es que releo mis escritos de esa época y encuentro coherencia con lo que sigo escribiendo y opinando en la actualidad. Me satisface la congruencia con la que he caminado durante toda mi formación académica y política. Sabía perfectamente que eran cantos de sirena de los neoliberales de pacotilla los que pregonaban a los cuatro vientos eran falsos y carentes de sustento sólido. Se estaban embolsando las ganancias de la cada vez más mermada producción petrolera; y más aún, endeudaban al país con una voracidad de insaciables hienas carroñeras. ¿Qué calidad moral tienen estos farsantes? Para mí, ninguna; por el contrario, la ruta es que deben ser juzgados y botados a la basura de la historia. Sin embargo, cada día me convenzo más de que estamos en un país de desmemoriados, a pesar de que se les muestra con hechos y datos duros de quienes gobernaron los últimos dieciocho años lo hicieron con delincuentes: Genaro García Luna, preso. Rosario Robles Berlanga, presa. Juan Collado, preso. Emilio Lozoya, preso. Y existen otros indiciados y los que faltan…

A manera de epílogo: me llama mucho la atención que muchos influyentes de los medios de comunicación tratan con palabras de terciopelo a los corruptos y con lenguaje soez y poco ético al presidente de la República. Aquí en Guerrero al gobernador se le trata con ternura y de forma condescendiente a pesar de su inutilidad y de nulos resultados. Me pregunto, ¿van a salir a la palestra hasta que se vaya o lo van añorar cual doncellas del buen vivir? Digo.

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Unidad en torno al presidente, la opción

José Francisco García González

En 1929 se formó el Partido Nacional Revolucionario PNR (abuelo del PRI) con la finalidad de terminar un constante y permanente proceso de vendettas, que continuaban dándose en las filas de los mismos Constitucionalistas (nombre del grupo ganador en la Revolución Mexicana) para apoderarse pacíficamente del control del Estado.

Cuando el general Lázaro Cárdenas arribó a la Presidencia de la República, planteó como tarea fundamental, organizar de manera independiente (del gobierno nacional) a los tres sectores más significativos del país: obreros, campesinos y comerciantes.

Sin embargo, el planteamiento dio otro giro cuando llegó al Ejecutivo Manuel Ávila Camacho. Este personaje gris permitió e impulsó durante su mandato un gobierno retardatario.

Al llegar Miguel Alemán a la Presidencia de la República, el avance hacia la derecha no frenó, por lo contrario, fue radicalizándose y de esta manera convirtió a las organizaciones sociales en apéndices del gobierno reaccionario que estaba formando.

Otra medida central fue seguir la costumbre cardenista de cambiarle nombre al partido en el poder. Alemán, siguiendo la misma tradición hizo el cambio de Partido de la Revolución Mexicana (PRM) para llamar a la nueva organización partidaria: ¡Partido Revolucionario Institucional!

¿Puede un partido ser revolucionario y a la par institucional? No lo creo. Sin embargo, millones de ciudadanos guardaron silencio. El segundo paso, fueron las franjas, todas verticales, de su emblema: la primera, de color verde; la segunda, blanca (lugar en que el lábaro patrio porta como escudo un águila, símbolo de la mexicanidad) y finalmente la franja roja. Así, las siglas del PRI representaban la Bandera Nacional.

No hay tiempo de analizar detenidamente esta política subliminal (que debió hacerse en su tiempo), lo cierto es que durante años fue determinante en el accionar político de esa época posterior a la Revolución Mexicana.

Durante varios sexenios (de Alemán a De la Madrid), México ha jugado el papel de furgón del capitalismo. Y cuando surge lo que hoy conocemos como imperialismo, nuestro país se convierte de manera importante en inventario imperialista; si buscamos la cobertura al círculo tenemos que encontrar una salida.

No hay otro camino que la unión de los trabajadores y en la medida que ésta se fortalezca, tratarán de aflojar las amarras que los sujetan, para finalmente poder romperlas.

Se ha ganado mucho terreno con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador. ¿Que otro mandatario ha triunfado con el 60% de los votos ciudadanos como lo logró Andrés Manuel en la elección presidencial pasada?

Aún tenemos mucho que aprender, mucho que ganar; para ello requerimos de la unidad a través de la práctica, la unidad de mujeres y hombres, junto con AMLO.

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Remington 12

De la década de 1920.

Del 23 al 29 de marzo de 2020

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