Los niños esclavos de la Ciudad de México en la primera mitad del siglo XVII

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Cristina Verónica Masferrer León

Se transcribieron y analizaron las actas de bautismo de abril de 1603 a marzo de 1610 y de agosto de 1617 a agosto de 1625. A lo largo de los años mencionados se registraron 2 320 bautizos, de los cuales 1 088 (46.9%) corresponden a varones y 1 230 (53.0%), a mujeres; los 2 restantes no se incluyen en la división por género puesto que el documento está incompleto. De los bautizos señalados, 333 corresponden a adultos, es decir, 14.4%, esto significa que el 85.6% de los casos podría tratarse de recién nacidos o niños pequeños.

La cantidad de bautizos no se distribuye de manera uniforme. La mayoría de ellos se efectuaron entre 1603 y 1608, así como en 1617, 1618 y 1624. A continuación se presenta una tabla que muestra la cantidad de bautizos por año. La distribución por mes es más variada y, por este motivo, es difícil hablar de tendencias generales.

 

Año

Bautizos

Bautizos sin adultos

1603*

225

220

1604

337

244

1605

257

183

1606

148

108

1607

182

146

1608

183

163

1609

65

52

1610**

5

5

1617***

177

18

1618

220

207

1619

70

61

1620

34

32

1621

65

60

1622

42

42

1623

77

77

1624

139

134

1625****

94

94

 

Tabla 1. Bautizos por año. Fuente: AHAM, Libros en microfilm, Rollo 1, Caja 32.

* En este año se presentan sólo los meses de abril a diciembre.

**En este año se presentan sólo los meses de enero a marzo.

***En este año se presentan sólo los meses de agosto a diciembre.

****En este año se presentan sólo los meses de enero a agosto.

A partir de este momento sólo me referiré a los bautizados que no fueron considerados adultos. Los nombres más comunes de los bautizados de sexo masculino eran: Juan (167: 17.78%), Nicolás (97: 10.33%), Diego (69: 7.35%), Joseph o Jusepe (57: 6.07%), Pedro (44: 4.68%), y Francisco (43: 4.58%), aunque también se bautizaba a muchos con el nombre de Sebastián, Antón, Antonio y Pascual. En el caso de las mujeres, los nombres más usados eran María (203: 19.41%), Juana (115: 10.99%), Isabel (61: 5.83%), Catalina (58: 5.54%), Ana (57: 5.45%) y Francisca (44: 4.206%), otros nombres que se utilizaban frecuentemente eran Pascuala, Luisa y Magdalena.

No se puede saber la edad exacta de los bautizados, pues en ningún registro se anotó los años de edad. Sin embargo, puede tenerse una idea somera de la cantidad de adultos que se bautizaron, y la presencia de grupos de edad diferentes al de los recién nacidos. En los casos en los que no se especifica nada referente a la edad de los bautizados (1 687: 84.9%), se podría considerar que estaban dentro del rango normal, es decir, en el primer mes de vida. En otros casos se dice que es “pequeño”(2: 0.1%), “niño”(2: 0.1%), “negrito”(277: 13.9%), “negrillo”(1: 0.05%) o “mulatillo”(16: 0.8%). Las tres últimas palabras se incluyeron dentro de la especificación de edad, puesto que expresan más que la simple referencia al color de la piel. A la gran mayoría de los bautizados no se les atribuyó ningún grupo de edad. por lo que puede considerarse que lo más común era que se bautizara a los negros y miembros de castas bajo los términos establecidos por la Iglesia.

Más de la mitad de los bautizados cuyos nombres aparecen en los libros de negros y castas eran esclavos (904: 45.5%), el 7.4% se registró como libre (148 casos) y no se especificó la condición de los bautizados en 46.9% de los casos (932 actas). Sin embargo, puede añadirse al porcentaje de esclavos un 4.4% adicional, pues en estos casos se menciona que la madre era esclava (88 casos). Esto es importante porque en la Nueva España, los hijos tomaban el estatus de la madre, de tal manera que, aunque no se especifica en las actas, podríamos decir que 992 de los bautizados eran esclavos (49.92%). También debe considerarse que en 16.7% (332 casos) de los bautizos no se especifica si la madre es libre o esclava. Además, el 3.97%, tenía un padre esclavo (79 casos); aunque esto no determinaba el estatus del hijo o hija, sí condicionaba la forma de vida, relativamente.

En cuanto a la calidad en la que solía clasificarse a las personas en la época colonial, es importante señalar que en el 47.1% de los casos ésta no se especifica. Esto es relevante porque quiere decir que en muchos casos no se le daba tanta importancia a la mezcla de la cual eran producto los bautizados, lo cual se vuelve mucho más importante a partir del siglo xviii. En cambio, en el 52.9% de los casos sí se especifica la calidad; se encontró que 29.6% eran negros, se registró como morenos al 0.5%, como mulatos al 16.4%, como mestizos al 3.8%, como morisco a un bautizado y como indios al 2.2%.

Del pequeño porcentaje registrado como “indios”, debe considerarse que algunos no provenían de las Indias Occidentales, sino de las Indias Orientales, de tal manera que a la casta “indio” se le añadía la palabra “chino” (17: 0.9%) o “Japón” (6: 0.3%); en otros casos se añadía “chichimeca”, o simplemente no se especificaba más. A pesar de que en el 97.8% de los casos no se mencionaba la procedencia étnica u origen de los bautizados, el ejemplo de los chinos y chichimecas me hicieron pensar en la importancia de considerar la presencia de otras categorías de origen, como, por ejemplo, los siguientes casos africanos: Angola (nueve casos), Congo (un caso), Terra Noba (un caso) y Biojo (un caso).

Anteriormente se explicó el papel de los padrinos. En las actas de bautizo puede observarse que lo más común era tener un padrino y una madrina (1100: 55.4%), o bien, sólo una madrina (441: 22.2%), o un padrino (378: 19%). En algunos casos, un bautizado contaba con dos madrinas (13: 0.7%) o dos padrinos (5: 0.3%). También se observa ocasiones en las que el bautizado no tenía padrinos, aunque éstas se reducen al 1.6% (treinta y dos casos).

Mediante el análisis referente a los progenitores de los bautizados, se sabe que la mayoría de los bautizados eran hijos de la iglesia (1 011: 50.9%), es decir, hijos no reconocidos por sus padres. En otro porcentaje importante se registraron ambos padres (491: 24.72%), en menos casos no se registraron los padres (438: 22%), y muy pocas veces se registró sólo la madre (34: 1.7%) o sólo el padre (5: 0.3%). Considerando únicamente aquellas ocasiones en las que se presentaban ambos padres, el 29.53% de las veces (145) se señaló que estaban casados, pero la mayor parte de las veces simplemente no se especifica nada al respecto (347: 70.46%). También debe mencionarse que el porcentaje de niños bautizados con padres casados se reduce a 7.3% si se considera el total de los casos, ya no sólo las ocasiones en las que se presentaron ambos padres.

Algunas actas bautismales presentan el oficio del amo del bautizado o bautizada. Los cargos que ocupan o las labores que desempeñan son muy diversos: se mencionaron alcaldes de corte, alcalde de cárceles secretas del Santo Oficio, fiscal del Santo Oficio, beatas, canónigos, capitanes, escribanos públicos, maestrescuela, oidor de la Real Audiencia, mercaderes, secretarios, un racionero, un zapatero y un sastre, entre otros. Destaca el amo de un esclavo que era esclavo también. Algunas veces no se presenta el nombre de una persona como amo, sino una institución, como, por ejemplo, el correo mayor, algún hospital o convento, como es el caso del Convento de Regina Coeli, de San Agustín y Santa Clara. También es interesante que muchas veces se indica que la ama es viuda (treinta y nueve casos), o doncella (un casos), o que el amo es soltero (un caso).

 

 

La infancia esclavizada y sus familias

 

Como puede verse a partir de los datos antes mencionados, la mayor parte de las veces los niños eran registrados como hijos de la iglesia. Esto es importante porque indica dos cosas: primero, que, por lo general, los bautizados en los libros de negros no mantendrían el lazo con sus padres; y, segundo, que hubo un porcentaje (aunque sea menor) que sí mantuvo dichos lazos. La duda que resulta de esta información cuantitativa, es si de ello se puede desprender una práctica social, es decir, sabemos que, en el periodo estudiado, 530 de los niños bautizados tenían una madre, un padre o ambos, y que 145 tuvo padres registrados como casados. Pero ¿acaso esto quiere decir que mantuvieron un lazo con ellos? Evidentemente esta pregunta no se puede responder, pues no existen documentos que hayan dado seguimiento de cada uno de los casos; sin embargo, podemos saber que, de alguna manera, la relación entre padres e hijos sí era importante.

Para ejemplificar lo anterior, se encuentra el caso de Gertudes de San Nicolás, «mulata libre de cautiverio, natural de esta ciudad», quien deseaba casarse con Nicolás, negro criollo esclavo de la Ciudad de México. Según el reporte del contrayente, «habiendo llegado a noticias de Francisco de la Torre, padre de la dicha Gertrudis de San Nicolás [el deseo de su hija de casarse con Nicolás] la llevó al convento de Regina Celis de esta ciudad donde está con animo y intención de que no se efectúe el dicho matrimonio» . No conforme con lo anterior, después de cuatro o seis días de haberla llevado,

la sacó y la llevó del hospital de la misericordia a casa de una tía suya donde la ha tenido oculta y escondida solo a fin de que no se case con el dicho Nicolás de la Cruz maltratándola por cuya causa la dicha Gertrudes de san Nicolás se fue de la dicha casa y dicen no parece por lo cual el dicho su padre ha sacado mandamiento de la Real Justicia para sacarla de la parte donde estuviere… dicho día el dicho Francisco de la Torre fue donde Juan de Tabares amo del dicho negro y le buscó la casa dos veces por ver si hallaba en ella a la dicha su hija y llevársela porque no se casase y así lo dijo el dicho Francisco de la Torre y que la quería casar con un mestizo de Zacatecas…

Finalmente, se manda despachar licencia para que los curas de la catedral les cobren las amonestaciones pertinentes, los desposen y casen sin poder juntarse o cohabitar hasta que se hayan sometido a la excomunión, pagando diez pesos de oro común para obras pías aplicados a disposición de su merced.

En este caso se puede observar que Gertrudes, mulata libre y de 16 años, aún mantenía relación con su padre, negro, y con una tía. Lamentablemente no se sabe si el padre de Gertrudes era libre o esclavo; tanto en el caso de Gertrudes como en el caso de Nicolás se indica clara y repetidamente su condición, pero no ocurre lo mismo para el padre y la tía de Gertrudes.

Más claro que el caso anterior, en algunas actas de compraventa se observa la pervivencia de estos lazos. Por ejemplo, se vendió en 1563 «una negra de nombre Mónica, de tierra de Biafra, alta de cuerpo, con letras en la cara que dicen: doña Francisca Calderón, y un hijo suyo mulato de 10 meses, poco más o menos, que se nombra Francisquito». O, en 1596, en México, se vendió «un negro esclavo llamado Francisco de tierra Mandinga de 40 años y a María, negra su mujer de tierra Cazanga de 30 años y dos esclavos sus hijos, Pascual de 7 años, Jerónima de 9 años». Un poco más ilustrativo es el caso del esclavo Miguel Plaza, quien quería casarse con Paula Francisca Bermeo, mulata, debido a que temía que su amo lo mandara a un obraje lejos de su esposa, con la cual tenía ya cuatro hijos. Adriana Naveda proporciona varios ejemplos donde algún familiar (sobre todo los padres) libera a algún esclavo: los padres de Teresa, esclava de 13 años, la liberaron; Carmen, esclava de 17, años fue liberada por su tía; Joseph, de 7 años, fue liberado por su madre.

Algunas veces los negros mantenían vínculos de parentesco, como es el caso de una Hacienda de religiosos de Santo Domingo, en Puebla, donde vivían negros con sus hijos. En una hacienda de padres Jesuitas en Tepoztlan, había más de cien negros casados que, «viviendo en cabañas, se multiplican con grandísima utilidad de los Padres [jesuitas], pues los venden en trescientos y cuatrocientos pesos cada uno».

Por otro lado, Fernando Ortiz relata que mientras las madres de los pequeños estuvieran trabajando, se «quedarán todos en una casa habitación… la cual estará al cuidado de una o más negras que el amo o mayordomo crea necesario según el número de aquellos». Así, aunque no crecían dentro de un núcleo familiar, si lo hacían dentro de un grupo específico.

Al amo le convenía multiplicar los nacimientos porque así tendría más esclavos. Es quizás por esto que en Guatemala —según relató Gage— había un hacendado rico que se aprovechaba de los negros y esclavos, abusando sexualmente de las esclavas y llenando «todo el valle de bastardos de todos tipo y colores». En este sentido, es posible suponer que a los niños se les exigiría trabajar lo antes posible.

En cuanto a su forma de vida, en algunos casos se afirma que trabajaban con sus padres. Por ejemplo, Thomas Gage describió que en Puebla los dominicos tenían alrededor de doscientos esclavos negros, sin contar sus hijos, los cuales les ayudaban en el trabajo. Según este viajero, lo mismo ocurría en un molino de azúcar. Así, los niños mantendrían un vínculo de parentesco con sus padres, al menos durante un tiempo. En ninguno de los casos mencionados se especifica la edad de los menores, por lo que no se sabe si vivirían juntos toda su vida o sólo mientras fueran pequeños.

Lourdes Mondragón explica que los infantes «tenían una función de ornato dentro de la casa y constituían una especie de mascotas». Al igual que los adultos, eran un símbolo de prestigio: «se encargaban de llevar la alfombra o cojín donde su ama se arrodillaba, el libro de misa y el abanico; las más ricas llegaban a tener de 4 a 5 pajes».

Gemelli Carreri y Thomas Gage relatan que los criollos y españoles, tanto hombres como mujeres, paseaban en la alameda acompañados de esclavos bien vestidos:

[…] los hidalgos… seguidos de una docena de esclavos africanos y otros con un séquito menor, pero todos los llevan con libreas muy costosas, y van cubiertos de randas, flecos, trenzas y moños de seda, plata y oro, con medias de seda, rosas en los zapatos y con el inseparable espadín al lado… las señoras van seguidas también de sus lindas esclavas que andan al lado de la carroza tan espléndidamente ataviadas como acabamos de describirlas, y cuyas caras en medio de tan ricos vestidos y de sus mantillas blancas, parecen como dice el adagio español: moscas en leche.

No se especifica la edad de los esclavos, sin embargo, podríamos suponer que algunos de los pajes mencionados por Lourdes Mondragón se vestirían de esa manera para asegurar el prestigio del amo que los llevara.

 

 

Comentarios finales

 

No es sencillo hacer una generalización sobre la forma de vida esclava, aún menos durante el periodo de la infancia. Por un lado, se encuentran relatos de abuso contra ellos, pero, por otro lado, parece haber un interés por su cuidado y educación. Algunos sectores eclesiásticos estuvieron preocupados por su educación dentro de la fe cristiana, subrayando la importancia del bautizo, de su asistencia a las misas y de su catequización. Por otro lado, es evidente que la vida de los niños esclavos estuvo marcada por las labores que debía realizar. En la mayoría de los cuadros de castas se presentan niños ayudando a sus padres, y en algunos de los relatos que ya se mencionaron se mostraba lo mismo. Esto podría indicar que, en términos generales, se consideraba que los infantes debían ayudar a sus padres y madres en las labores cotidianas; evidentemente en el caso de los esclavos, esto sería aún más marcado.

Aunque es fundamental considerar la relación entre los niños esclavos y sus padres, otros esclavos, y los amos, también debe considerarse la relación con los padrinos. No se ha encontrado, hasta el momento, algún documento que dé cuenta de esta relación, pero lo más probable es que se mantuviera algún tipo de vínculo. De esta manera, los niños esclavos llevaban a cabo diversas labores y, seguramente, muchas veces eran objeto de abusos, pero también tenían la oportunidad de formar parte de la comunidad cristiana (mediante el bautizo, por ejemplo), de nacer y crecer dentro de un grupo determinado, en ocasiones conservaban un vínculo con familiares y padrinos y, también, a veces podían ser liberados por estos.

Así, en el caso que se presentó al principio, donde Pedro Torres obligó a un negrito a que «tomase un palo y que tomase arrendilla y que jugase sortija por [el] miembro de [su] madre» y al rehusarse a hacerlo, el amo lo azotó y le obligó a aprenderse una canción para burlarse de su madre; se debe considerar, no sólo el sufrimiento del niño y el maltrato del cual fue objeto, o las posibles actividades laborales que realizaba, sino también el hecho de que nació y creció formando parte de un grupo de esclavos y mantuvo un vínculo con su madre, desde el nacimiento hasta el momento de la denuncia, en la cual pudo atestiguar.

 

 

Fuentes

 

Archivísticas

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Libro de Bautismo de Castas, Microfilm: Rollo 1, Caja 32, 1617-1625 (93 fojas).

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Archivo Histórico de Notarías (AHN):

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  • Número 162. Año III. 22 de febrero de 2021. Cuajinicuilapa de Santamaría, Gro.

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