El hermano Regino, rockstar indígena, ahora, afromexicano

Eduardo Añorve

Lo primero que entretiene la atención al supervisar –mirar por encima– la "Propuesta de reforma constitucional sobre derechos de los pueblos indígenas y afromexicano" de la Secretaría de Gobernación y del INPI, es que el titular de éste aparece en once de las fotografías incluidas allí. Al igual que el presidente de la República.

El Licenciado Adolfo Regino Montes, ¿un rockstar del movimiento inclusionista y multiculturante del gobierno de la llamada cuarta transformación? Incluyeron en ese documento una foto suya por cada cinco de las que allí aparecen.

Otro asunto que hacer notar en esa propuesta es que seguimos en el limbo jurídico, en la incertidumbre legal, en relación a los que se pretende que sean derechos de los pueblos y comunidades afromexicanas, pues se utiliza el término afromexicano, en singular, para referirse a una multiplicidad de –digamos– comunidades, dispersas en el territorio nacional: en Veracruz, en Oaxaca, en Guerrero, en Ciudad de México, en Coahuila, en Michoacán, en Baja California Norte y Sur, Sonora, Yucatán, Campeche, Chiapas, Tlaxcala, Morelos, Hidalgo, Jalisco, Nayarit, Colima, etc. Y hasta en Chilpancingo.

Es decir, se hace tabla rasa de las diferencias entre los costeños, los jarochos, los mascogos, los chilangos, los cochos, los boshitos, etc., asumiendo que basta el presunto legado sudsahariano (diversísimo y abundante) para uniformarlos. En lo hechos, hay diversidad; incluso, multiculturalismo (por usar una palabra que está de moda y es trasfondo de esta reforma).

Pero lo más grave y grosero, e ilegal, es que esta reforma no ha sido consensuada entre tales pueblos y comunidades, ni siquiera en los llamados pueblos indígenas y originarios, los que sí aparecen como diferenciados.

«La presente publicación tiene como objetivo difundir y promover la propuesta de Iniciativa de Reforma Constitucional sobre Derechos de los Pueblos Indígenas y Afromexicano, que es el resultado de un amplio proceso de diálogo y consulta, en el cual han participado activamente los pueblos indígenas y afromexicano del país, en cumplimiento al principio de gobernar obedeciendo el mandato soberano de los pueblos», puede leerse en la presentación del texto.

Pero ello es falso. No hay tal «amplio proceso de diálogo y consulta», como han documentado diversos medios de comunicación y organizaciones sociales en los últimos años; es decir, el proceso de participación de estos pueblos ha sido selectivo y no tiene legitimidad; ahora pretenden investirlo de legalidad a través de esta reforma.

Incluso, dan «datos»: «Como parte de este proceso amplio de diálogo y consulta, se destaca la realización de 54 Foros Regionales de Consulta a lo largo y ancho del territorio nacional, en que participaron 27 064 Autoridades y representantes de los 68 pueblos indígenas y el pueblo afromexicano de nuestro país. De la misma manera, durante la primera parte de la gira “Diálogo con los Pueblos Indígenas y Afromexicano” que llevó a cabo el Presidente Andrés Manuel López Obrador, del 18 de octubre de 2019 al 21 de marzo de 2020, con un total de 42 Eventos en 19 Entidades Federativas y la presencia de 3 494 Autoridades indígenas de 41 pueblos indígenas, el pueblo afromexicano y representantes de comunidades indígenas migrantes, se recibieron un número aproximado de 5 367 planteamientos, entre los que se incluye el de avanzar en una Reforma Constitucional en materia de Derechos de los Pueblos Indígenas y Afromexicano». La redacción es pésima, y es de ellos.

No hubo consulta previa, libre, informada ni culturalmente adecuada. La mera simulación. Y el paternalismo autoritario heredado de siglos de colonialismo perdura en este discurso, suscrito ahora por Regino. Y sus prácticas, claro está.

«El reconocimiento de los pueblos y las comunidades indígenas y afromexicanas como sujetos de derecho público, con personalidad jurídica, modifica sustantivamente el paradigma de ver a los indígenas como menores a los que hay que proteger o tutelar; en contraste, se crean las condiciones para que sean sujetos de su propio desarrollo, a partir de sus formas de gobierno y organización, respetando plenamente sus derechos reconocidos en el ámbito internacional».

Nótese: el «reconocimiento» –ese acto externo, esa concesión que ahora el gobierno de la llamada cuarta t hace a estos pueblos– cambiaría esa visión paternalista por una funcional, la que los hará «sujetos de su propio desarrollo, a partir de sus formas de gobierno y organización». como un mero acto de magia, pues aunque se hable de que «se crean las condiciones» para ello, esas condiciones no cambian por decreto; y me refiero a la pobreza, al desempleo, a la mala salud, a la escasa «educación pública» –que, en sí misma, ya es un atentado a los derechos que se reconocen «en el ámbito internacional»–, a la violencia social del narcotráfico, etc.

En realidad, para que estas intenciones discursivas se concreten en que los pueblos indígenas y comunidades afromexicanas sean sujetos –jurídicos– de su propio desarrollo hace falta una revolución económica, política y social. Y la cuarta t es apenas reformista. Es decir, no bastan las buenas intenciones que la impulsan (si sólo éstas lo fueren).

El documento es extenso (tiene unas doscientas ochenta páginas). En el apartado 6.5. Pueblo afromexicano y reconocimiento de sus derechos fundamentales (página 169 y sucesivas) se hace reconocimiento de dos tipos de poblaciones afromexicanas: las esclavizadas, cuya presencia data de la época de la conquista y la colonia, y sus descendientes, y las que arribaron por voluntad propia como «parte de movimientos migratorios o como refugiados en épocas posteriores».

Queda claro allí, también, que este movimiento inclusionista y multiculturante es exógeno: «El proceso de Durban del año 2001, realzó la imagen de los afrodescendientes y contribuyó a que se hicieran avances sustanciales en la promoción y protección de sus derechos, como resultado de las medidas concretas adoptadas por los Estados, la ONU, otros órganos internacionales y regionales y la sociedad civil».

Ajá, la imperialista ONU a la cabeza. Y entre nosotros hay algunos paleros que se adjudican este movimiento injerencista a su favor y parte de su «lucha».

«En el caso de México, el pueblo afromexicano y las comunidades que lo integran, son un sector de la población que ha sido invisibilizado y discriminado… El reconocimiento de la autoadscripción afromexicana o afrodescendiente forma parte de los esfuerzos conjuntos de la ONU en muchos países de la región de América Latina y el Caribe, en el marco del Decenio Internacional para los Afrodescendientes, que inició en 2015, que busca revalorizar la cultura, la historia y la integración multicultural y multiétnica de esta colectividad históricamente discriminada».

«…los esfuerzos conjuntos de la ONU». Es decir, la consulta no obedece a una aspiración de esos pueblos en la lucha por su autonomía e independencia, en el uso y usufructo de los recursos naturales que existen en sus territorios, incluida el agua, por ejemplo, sino que responde a los esfuerzos de la ONU y del gobierno mexicano, tal cual ocurre en América Latina y El Caribe. Y no podría ser de otro modo: los poderes de la cuarta transformación llamada son limitados.

A pesar de ello, es aleccionador encontrar sinceridad en este manojo de buenas intenciones gobiernistas: «Recientemente, ha sido aprobada una reforma al artículo 2o. Constitucional para reconocer al pueblo y a las comunidades afromexicanas, agregando un Apartado C. No obstante, se considera importante establecer un catálogo de derechos del que debe gozar este pueblo, pues a pesar que se encuentra en una situación similar a los pueblos indígenas, tiene notas distintivas. Entre otros aspectos, se requiere un concepto de pueblo afromexicano, explicitar la prohibición del racismo y la autoautoadscripción como criterio de identificación individual y colectiva».

E insisten, como con palos de ciego: «…se considera importante establecer un catálogo de derechos del que debe gozar este pueblo…». Van a «establecer» qué derechos tendrán, los que van a conceder. A calcarlos del Convenio 169, entre otros papeles.

El catálogo de derechos incluye (¡qué políticamente correctos, pero qué faltos de realidad!): «Salvaguardar y fortalecer su identidad cultural, modos de vida, expresiones espirituales y todos los elementos que integran su patrimonio cultural, material e inmaterial. Además, se propone considerar que el sistema educativo nacional, deberá reconocer y difundir los conocimientos, aportes y contribuciones realizados por dichos pueblos;

»Participar en la conservación, protección y aprovechamiento sustentable de las tierras, territorios y recursos naturales que ocupan tradicionalmente o aquellos que se encuentren vinculados a sus modos de vida y su cultura;

»Acceder a servicios de salud y atención médica que tomen en cuenta sus especificidades culturales;

»Ser incluidos en todos los registros públicos, en especial en los censos y encuestas;

»Reconocer y garantizar el derecho de las mujeres afromexicanas a una vida libre de violencia y de todo acto de discriminación y racismo; a las garantías de acceso a la justicia y el respeto a sus derechos humanos; a la participación política y a ser electas en cargos de representación comunitaria y popular en todos los ámbitos y niveles de gobierno; a su participación en los procesos de desarrollo comunitario; a la protección integral de su salud; al acceso a la educación en los distintos ámbitos y niveles; a la posesión, titularidad y aprovechamiento de la tierra, los recursos y bienes naturales; y, en general, a sus derechos políticos, sociales, económicos, culturales, y

»Se garantice su desarrollo y bienestar como colectividades culturalmente diferenciadas».

Pero se sigue el viejo modelo: equipararlos con los pueblos indígenas, según la metodología de la ONU, calcar o copiar los derechos que se les conceden a estos y «acomodar» su redacción a los afromexicanos. ¡Qué importan sus «notas distintivas»! A fin de cuentas, son pueblos empobrecidos, sometidos, marginados, explotados: «En este sentido, en consonancia con la propuesta realizada para pueblos y personas indígenas, se propone adicionar un párrafo sexto al artículo 1o. Constitucional, para reconocer que los pueblos y personas afromexicanas son libres e iguales a todos los demás pueblos y personas, y tienen derecho a ser protegidos contra el racismo y todo tipo de discriminación».

Más allá de esos derechos en letra muerta, aparece ahora el dilema que no han podido resolver: los afromexicanos de esa reforma propuesta, ¿son un pueblo o son pueblos; es decir: distintos, diversos, diferentes?

Esa incertidumbre, producto de ignorancia, se reproduce cuando se pretende definir ese sujeto jurídico: «De igual manera, se propone adicionar un párrafo segundo al apartado C del artículo 2o. Constitucional para establecer un concepto de pueblos y comunidades afromexicanas, señalando que son aquellas que descienden de poblaciones africanas, que fueron trasladadas por la fuerza o se asentaron en el territorio nacional desde la época colonial y que tienen formas propias de organización, social, económica, política y cultural, aspiraciones comunes y que afirman libremente su existencia como colectividades culturalmente diferenciadas».

Y los anclan históricamente: «desde la época colonial». ¿Y los recién llegados, los que se integraron al país como «parte de movimientos migratorios o como refugiados en épocas posteriores»? ¡Los desaparecieron en un parpadeo! Lo otro: que tienen «aspiraciones comunes». Y éstos, ¿quiénes son? ¿Y cuáles, sus comunes aspiraciones?

También, el ser sujetos de derecho púbico: «Asimismo, se propone adicionar un párrafo tercero a dicho apartado, para establecer que los pueblos y las comunidades afromexicanas tienen el carácter de sujetos de derecho público».

Se proponen, además, medidas para que todo ello funcione, aunque, más que intenciones, son meras declaraciones tomadas de los modelos de la ONU (véase el Convenio 169 de la OIT): «Con la finalidad de establecer las obligaciones estatales correlativas a los derechos enunciados, se propone la adición de un párrafo quinto a dicho apartado C, para disponer que la Federación, las entidades federativas y los municipios tendrán la obligación de adoptar las medidas necesarias para hacer efectivos los derechos reconocidos en la Constitución, con el propósito de eliminar la discriminación, racismo, exclusión e invisibilidad de las que son objeto.

»Asimismo, se plantea instituir en un párrafo sexto que, en coordinación con dichos pueblos y comunidades, se deberán establecer las instancias y se determinarán las políticas públicas especializadas para su atención, a las que se deberán otorgar recursos financieros suficientes».

Ahí está el detalle: «…en coordinación con dichos pueblos y comunidades». Buen chiste. Si ni siquiera los consultaron: ¿a dónde, entonces, aquello de coordinarse con ellos, como si fueran entidades iguales? Se dedicaron solamente a calcar lo escrito en otras normativas, como se ve.

Y siguen: «En la parte final de dicho apartado, se propone adicionar un párrafo séptimo que establezca que la ley reglamentaria establecerá las normas y mecanismos que aseguren el respeto y la implementación de los derechos de los pueblos y las comunidades afromexicanas reconocidos en la Constitución».

También: «Por otra parte, se propone adicionar un párrafo cuarto al apartado A del artículo 26 Constitucional para establecer que el Estado garantizará la participación plena y efectiva de los pueblos y las comunidades afromexicanas en el sistema de planeación democrática del desarrollo nacional, mediante mecanismos adecuados y pertinentes en todos los aspectos. Los resultados de estos mecanismos, validados por dichos pueblos, deberán ser respetados por las instancias competentes». Meros pedos de boca, pues.

Además, falta que los diputados y senadores metan cuchillo y cuchara a esta propuesta e impongan sus sabios criterios, por cierto, y sólo falta que firmen sin ver, como ya han hecho antes. Pero la metodología aquí propuesta (que se repite y se repite y se repite, como en otros países) es un acto de magia simpatética; es decir, pareciera que basta con enunciar tales «soluciones» para que la realidad se transforme, de acuerdo a los deseos del gobierno federal… siguiendo las órdenes y los mandatos de los tales organismos internacionales que propugnan por el palabrístico imperio de los derechos humanos: La causa –el buen discurso alivianador– producirá un efecto similar –una buena vida, y maravillosa, de los pueblos y comunidades–.

Y hablando de la «buena» vida que se merecen estos pueblos y comunidades, y que esta reforma les acercará a la mesa de sus casas, se anota: «De igual manera, se propone modificar la fracción XX del párrafo décimo del artículo 27 Constitucional, para establecer que el Estado promoverá las condiciones para el desarrollo rural integral, intercultural y sostenible, a través de políticas de fomento a la producción nacional y la soberanía alimentaria que garanticen a la población afromexicana (¡¿del campo y la ciudad?!), el desarrollo y protección de prácticas agroecológicas, cultivos tradicionales con semillas nativas, en especial el sistema milpa, los recursos agroalimentarios, conocimientos tradicionales, patrimonio biocultural y el óptimo uso de la tierra, con obras de infraestructura, insumos, créditos, servicios de capacitación y asistencia técnica, culturalmente pertinentes, libres del uso de sustancias peligrosas, organismos genéticamente modificados y productos químicos tóxicos».

¡Meras declaraciones, catálogo de buenas intenciones, copiados de otros textos!

Y, ahora, le demagogia política, el señuelo de la democracia representativa para «solucionar» los conflictos de poder la vida comunitaria, para, a partir de ahora, formar parte del corrupto sistema de partidos políticos: «En el artículo 35 Constitucional, se propone modificar la fracción II, para establecer que los pueblos y las comunidades afromexicanas podrán postular y solicitar el registro de candidaturas independientes de personas pertenecientes a dichos pueblos y comunidades. En el mismo sentido, se propone modificar la fracción IV del párrafo tercero del artículo 41 Constitucional, para garantizar que los pueblos y comunidades afromexicanas puedan postular candidaturas independientes pertenecientes a dichos pueblos y comunidades, garantizando la participación de las mujeres».

Y, de nuevo, ya equiparados con los tales pueblos indígenas de este país y de cualquier continente, se asienta lo ya asentado en documentaciones elaboradas en la ONU, principalmente, que tienen poco que ver con nosotros: «Asimismo, se propone adicionar una fracción VII al párrafo tercero de dicho artículo 41 Constitucional, para reconocer los principios, normas, instituciones y mecanismos democráticos de los pueblos, municipios y comunidades afromexicanas para la elección de sus autoridades y representantes, garantizando la participación de las mujeres en condiciones de igualdad».

«…los principios, normas, instituciones y mecanismos democráticos de los pueblos, municipios y comunidades afromexicanas para la elección de sus autoridades y representantes…». ¿Democráticos? ¿Qué entenderán por «democrático» estos sujetos propositivos y reformistas?

Pero, insisten, los tales pueblos y comunidades deber ser parte de las instituciones por mero decreto, por mera reforma constitucional, como un acto de ilusión para resarcir las injusticias cometidas pretéritamente contra ellos: «Además, se propone adicionar un párrafo segundo al artículo 50 Constitucional, para garantizar la representación política del pueblo afromexicano en las dos Cámaras del Congreso general, de conformidad con la composición multiétnica y pluricultural de la Nación y atendiendo a sus propios principios y procedimientos. Para lo cual se establece que la ley reglamentaria correspondiente determinará los mecanismos para hacer efectivo este derecho».

¡Y no podía faltar ese ente contrahecho y antinatura que llaman «consulta»: «De igual manera, se propone adicionar las fracciones XXXI y XXXII al artículo 73 Constitucional para establecer las facultades del Congreso de la Unión para expedir la legislación sobre derechos del pueblo afromexicano; así como para realizar procesos de consulta libre, previa e informada, y culturalmente apropiada a los pueblos y las comunidades afromexicanas, antes de adoptar medidas legislativas y de otra índole que sean susceptibles de afectarles». Y para muestra de ello, del derecho a la «consulta libre, previa, informa y culturalmente adecuada» que le conceden a estos pueblos está esta propuesta, que apenas la conocen los funcionarios que la emiten. El círculo vicioso funciona en beneficio del poder.

Concluye esta justificación del gobierno federal, a través del INPI, con dos párrafos que dicen lo que tantas veces antes se ha dicho, pero que existen en una meta-realidad cotidiana, un mero acto de prestidigitación y magia que pretende ligar tales buenos deseos con la abyecta y miserable realidad en que vive la mayoría de las personas que ahora se engloban en ese ente absurdo, el pueblo afromexicano; o –todavía no se ponen de acuerdo ellos mismos en cómo nombrarlo– pueblos y comunidades afromexicanas. De todos modos, en esa entelequia que llaman derechos humanos, la realidad, lo cotidiano, es lo que menos importa.

«Por lo que respecta al Poder Ejecutivo, se propone adicionar una fracción XX al artículo 89 Constitucional, para establecer la facultad y obligación del Presidente de la República de respetar y garantizar la implementación de los derechos de los pueblos y las comunidades afromexicanas reconocidos en la Constitución y los instrumentos jurídicos internacionales.

»Finalmente, se propone modificar el inciso b) de la fracción IV del artículo 116 Constitucional, para establecer que, en el ejercicio de la función electoral a cargo de las autoridades electorales, tratándose de pueblos y comunidades afromexicanas, además de los principios rectores los de certeza, imparcialidad, independencia, legalidad, máxima publicidad, objetividad, se observarán los principios de pluriculturalidad, interculturalidad, pluralismo jurídico y libre determinación».

A final, las palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador, que abren y cierran el documento, y en las que el que pretenden nuevo sujeto de derecho colectivo ha desaparecido, o no aparece: «…daremos preferencia a los más humildes y olvidados, en especial, a los pueblos indígenas de México». ¿Y los afromexicanos? ¡Pinches negros, parece que nadie los ve, aunque se tropiecen con ellos hasta en sus genes!

Pero, eso, al Regino ¿qué le importa? Es «su» propuesta, no de en balde aparece y aparece en las páginas de «su» propuesta. Eso de ser rockstar del indigenismo le aupa privilegios.

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Notas acerca de la consulta

Humberto Santos Bautista

....perdonar sería hacerse cómplice. Jesucristo perdonaba en su cadalso a sus verdugos, pero se trataba de ofensas personales y no de las de una nación infeliz... No imitéis a ese mártir generoso por qué no estáis en su caso y perderíais con vuestro evangelismo exagerado a la República.
Ignacio Manuel Altamirano Discurso contra la amnistía, 10 de julio de 1861.

En el contexto de la consulta, nada más pertinente que el discurso de un gran liberal radical del sur, el Maestro Ignacio Manuel Altamirano, que lo mismo combatía con la espada que con la pluma, al igual que sus colegas de esa brillante generación de liberales del Siglo XIX, que tanta falta nos hace ahora. Las palabras de Altamirano tienen, sin duda, una enorme vigencia, no solo para entender lo que le daría sustancia a una verdadera transformación de la República, sino para lo que tiene que ver con la aplicación de la ley, guardando las distancias y los tiempos históricos, ahora que se llama a una consulta para votar si se juzga o no a los expresidentes, y sobre todo cuando el propio López Obrador ha declarado que el es partidario del «borrón y cuenta mueva», lo cual se puede interpretar como una contradicción, pues, ¿para qué hacer una propuesta si al mismo tiempo se dice que es mejor darle vuelta a la página? Lo otro es que si con todos los antecedentes que condenan a los expresidentes por sus actos de corrupción en la administración de la cosa pública durante sus administraciones, y en un escenario hipotético, ¿qué va a pasar en caso de que la votación no sea la esperada por el número de participantes? O peor aún, ¿qué el resultado sea absolutorio? Es cierto que ésta es una posibilidad remota, pero el sentido de plantearla es si por ese simple hecho se les va a absolver y ya no serían juzgados conforme a la ley. Porque entonces, ¿para qué serviría todo este ejercicio desgastante para los ciudadanos que no verían un resultado factible de su voto?

La transformación de la República pasa también por un cambio cultural que nos lleve a un real Estado de derecho, en donde el derecho al voto sirva para consolidar efectivamente la democracia y donde la ley no esté sujeta a un manejo y uso político, porque esos ejercicios tediosos pueden cansar a la gente y, entonces, al igual que Altamirano, habrá que decir: «Basta de Proteos políticos influenciando en la opinión (...) La nación no nos ha enviado a predicar la fusión con los criminales, sino a castigarlos».

Lo que puede ser riesgoso es marcar una tendencia en el sentido de que se piense que la aplicación de la ley, siempre será un objeto de consulta, porque dejaría un precedente que no ayudaría al fortalecimiento de las instituciones de justicia, sino, más bien, las debilitaría con todo y el desprestigio que han acumulado a través de décadas de privilegiar la impunidad.

Es en este contexto en el que, otra vez, las palabras de Altamirano cobran sentido, cuando dice: «Pero yo no fulero transacciones; yo soy hijo de las montañas del Sur y desciendo de aquellos hombres de hierro que han preferido siempre comer raíces y vivir entre las fieras a inclinar su frente ante los tiranos y a dar un abrazo a los traidores.

(...)

Yo no he venido a hacer compromisos con ningún reaccionario, ni a enervarme con la molicie de la capital, y entiendo que mientras todos los diputados que se sientan en estos bancos no se decidan a jugar la vida en defensa de la majestad nacional, nada bueno hemos de hacer.

(...)

Nosotros debemos tener un principio en lugar de corazón (...) porque antes que la amistad está la patria; antes que el sentimiento está la idea; antes que la compasión está la justicia».

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Las empresas del poder: tres sexenios de latrocinios

José Francisco García González

Cada transición sexenal trae consigo un reacomodo de las empresas que fueron beneficiadas por el gobierno saliente, con la asignación de obras de infraestructura a lo largo y ancho del país y con las adquisiciones de las secretarías prestadoras de servicios públicos, así como las compras para equipamiento y restructuración de las empresas paraestatales Petroleos Mexicanos (Pemex) y Comisión Federal de Electricidad (CFE), que en los últimos sexenios sufrieron una desatención criminal por parte de los representantes y responsables de aplicar las políticas neoliberales, políticas que perjudicaron a la gran mayoría de la población, a la que, además, engañaban con el discurso estridente de que se transitaba por el camino correcto y que las medidas aplicadas a la economía ocasionaban un crecimiento escalonado, cuando en realidad, con esa narrativa triunfalista se estaba ocultando el verdadero rostro de una nación que se endeudaba cada vez más. De Vicente Fox (2000-2006) a Enrique Peña Nieto (2012-2018), la deuda pública creció de dos billones de pesos a más de diez billones de pesos. Aun así, y a pesar de las reformas estructurales de Peña Nieto, la economía nacional transitaba hacia un franco deterioro, y en general, el manejo de los recursos de la hacienda pública era cada vez más turbio.

Para comprender en su justa dimensión todo lo que estaba sucediendo al respecto, es necesario adentrarse en el análisis de los vínculos que existían en ese periodo entre la administración pública y la clase empresarial, esa simbiosis inmoral que tanto daño causó a la Nación, prácticamente desde mediados de los ochenta cuando el modelo neoliberal se impuso en la mayor parte del mundo, con el argumento falaz de que el libre mercado y la no participación del Estado en las actividades económicas impulsarían el desarrollo, cuando lo que en realidad ocurrió fue un abandono paulatino del Estado de su principal responsabilidad: brindar seguridad social y bienestar a toda la población. A la par del crecimiento demográfico, también creció el número de pobres, cuyo único objetivo consistía en sobrevivir. Cuando se fueron socializando las deudas y privatizando los servicios que por obligación debía brindar el Estado, también se fueron cancelando las posibilidades de arribar a una sociedad más justa.

Ellos, los impulsores del neoliberalismo, le apostaron al desmantelamiento de las paraestatales, convencidos de que con estas medidas podríamos salir de las crisis recurrentes y la depreciación de la moneda mexicana, así como también controlar los índices inflacionarios y la escalada de los precios de los productos de primera necesidad, las dos cuestiones incontrolables hasta esos momentos. Fue también por esos tiempos cuando a Carlos Salinas de Gortari se le ocurrió, junto con sus asesores en economía, borrarle los tres ceros al peso, dando origen a los nuevos pesos. También fue Salinas el que impulsó las reformas constitucionales contrarias a la voluntad popular. Se dejaba sentir el poder absoluto con aquellas reformas que anulaban de un plumazo las conquistas de la clase trabajadora y popular desde los tiempos de la Reforma y subsecuentes a la Revolución. Desde luego que se tienen que ajustar las reglas y las leyes a los tiempos por los que atraviesa una sociedad, pero lo que con las reformas neoliberales se aniquilaron muchos derechos de las grandes mayorías y se benefició a una casta de políticos y empresarios voraces que se enriquecieron de manera obscena y que aún disfrutan los privilegios de esas contrareformas, pero que hoy en día se ven amenazados por los cambios que López Obrador impulsa.

Durante décadas, algunas empresas se fortalecieron y fueron las más socorridas por los gobiernos de los últimos dieciocho años, al grado de que se les otorgaban contratos millonarios para prestar algún servicio a la obra pública o servir de abastecedor de material en los distintos rubros que la administración pública requiera para realizar obras de infraestructura.

Durante los últimos tres sexenios concretados en México, encabezados por Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, del año 2000 al 2018, solo se beneficiaron cincuenta y dos proveedores, diez de ellos figuraron durante un sexenio entre las diez empresas con más contratos; es decir, con mayores ingresos derivados de contratos gubernamentales que se establecían mediante cabildeos constantes de los hombres dedicados a merodear la Cámara de Diputados, donde se aprobaba el presupuesto que se ejercía año con año.

Durante los gobiernos de Fox y Calderón, por ejemplo, el Grupo Fármacos Especializados (GFE), obtuvo 3225 contratos; es decir, no había competencia que le hiciera frente a estos grupos monopólicos. En términos estrictos, estas empresas aprobaban los supuestos concursos casi de manera automática.

En el periodo de Peña Nieto, fue la distribuidora de perecederos Summa, la cual, se posicionó en primer lugar, con 12 809 contratos.

Fox, Calderón y Peña cedieron seis y medio billones de pesos en contratos para una élite de cincuenta y dos proveedores favoritos. En promedio, el 74% del gasto gubernamental fue destinado a la compra de productos médicos, industriales y alimenticios. Según cifras de CompraNet analizadas por la Unidad de Datos de sin embargo, «en los últimos tres sexenios, en promedio, casi cuatro de cada 100 contratos gubernamentales y 19.5 de cada 100 pesos erogados terminó en manos de 52 proveedores». Incluso, hasta este gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que con los convenios contraídos con anterioridad a su gobierno, cuatro de los ocho empresarios que integran el Consejo del presidente arrancan con el pie derecho: ya cuentan con contratos millonarios, entre otras, la misma Distribuidora de Perecederos Summa.

En cuanto a las ganancias por sexenio, la especialista en comunicaciones y transportes Alstom, la empresa automotriz Pego, la distribuidora médica Cyber Robotic Solutions y GFE estuvieron a la cabeza con ingresos equiparables, en promedio, al 5% del gasto sexenal por contratos públicos, ejercidos bajo ninguna norma de competitividad; es más, ejercían una especie de monopolio, vendiendo sus servicios a los precios que se establecían en complicidad con aquellos que obtenían porcentajes millonarios por otorgar la exclusividad de permanecer como proveedores directos de los gobiernos en turno. En el país, las contrataciones públicas «representan alrededor del 21 por ciento del gasto gubernamental. Lo que representa el 5 por ciento del Producto Interno Bruto». Esto de acuerdo con un estudio realizado en el año 2018, por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Entre 2002 y 2019, los distintos órdenes de gobierno también firmaron 1.9 millones de contratos por un monto aproximado de 6.5 billones de pesos, según las cifras de los reportes de «datos relevantes de los contratos ingresados a CompraNet». Las propias cifras oficiales indican que en este periodo, en promedio, el 80% de los contratos de las cincuenta y dos empresas referidas fueron adjudicados de manera directa; o bien, otorgados sin concurso público de por medio, violando con ello las normas que si bien no están establecidas de manera clara, sí las establece el propio sistema de la libre competencia. Es preciso decir que ni los propios liberales de la economía respetaban sus preceptos neoliberales. Por eso reiteradamente hemos planteados que este neoliberalismo que se aplicó en México tiene sus propias características al estar enmarcado en actos de verdadera corrupción, trampeando de origen y en toda la ruta el manejo con opacidad de los dineros públicos.

El 6.03%; o sea, un monto de 111 mil 982 millones de pesos, de esos contratos se concentraron en esos mismos cincuenta y dos proveedores que acapararon el 19.1% (1.2 billones de pesos) del gasto total en contrataciones públicas del periodo antes citado.

Este nivel de concentración coincide con los hallazgos del Índice de Riesgos de Corrupción del 2018, investigación que desarrolló el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Según el documento, en México persisten dos tendencias: una alta concentración del gasto en unos cuantos proveedores, así como un grupo selecto de los mismos, los cuales se vieron beneficiados durante el sexenio de Peña Nieto.

Esta situación, aunque puede deberse al grado de especialización de las empresas o a su capacidad de competencia en sus respectivos mercados, no obstante podría estar asociada con la utilización ineficiente y el desvío de los recursos públicos y en algunos casos, con esos mismos actos de corrupción entre particulares y servidores públicos. Estas conclusiones se basan en la Agenda de Competencia de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece).

De acuerdo con cifras oficiales, durante los tres sexenios referidos, hubo más de doscientos cinco mil proveedores gubernamentales; de los cuales, cincuenta y dos resaltaron por sus altos niveles de concentración y/o ingreso, aunque solamente 13 lograron mantenerse más de un sexenio del 2000 al 2018. Entre otras empresas, figuran: Farmacéuticos Maypo, GFE Nestlé, Summa Company, Procter & Gamble de México, Alstom México, Laboratorios Pisa, Solar Turbines Efectivale, Grupo Industrial Maseca, Pepsico México, Conservas La Costeña, Unilever de México.

En el sexenio de Vicente Fox, tres de cada cien contratos y catorce de cada cien pesos gastados, los recibieron al menos diez empresas. Con Felipe Calderón, la proporción de contratos, fue exactamente la misma, aunque las ganancias se incrementaron a tres veces más a las que se obtuvieron en el periodo foxista.

Según datos de dependencias oficiales y de la investigación de la Unidad de Periodismo de Datos de el periódico El Universal, junto con la organización Poder y Quienesquien.wiki analizaron los más de quinientos cinco mil contratos que otorgó el gobierno mexicano y que están disponibles en el sistema Compranet, donde se registran las compras públicas, dependiente de Función Pública. El análisis permite apreciar cómo se realizaron las compras del gobierno federal de 2013 a 2015, y cuáles fueron las empresas beneficiadas: a través de adjudicaciones directas, invitación a tres empresas o licitaciones públicas, algunas de ellas internacionales. Estas empresas además se distinguen por pertenecer a grandes conglomerados o incluso forman parte de grupos transnacionales españoles, como es el caso de Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF) o portugueses, como es el caso de Mota-Engil México. De los 1349 contratos que recibió la empresa Grupo Fármacos Especializados, el 79.4% fueron otorgados a través de adjudicaciones directas, mientras que otra de las empresas del mismo ramo, Farmacéuticos Maypo, obtuvo el 78.3% de sus contratos de la misma manera; es decir, sin tener que concursar con otro competidor de forma directa.

Por otra parte, la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) fueron las entidades de gobierno que gastaron decenas de miles de millones de pesos en contratos públicos, y son las tres primeras de una lista de trescientos organismos federales, estatales y municipales. Las empresas que durante este sexenio recibieron la mayor cantidad de recursos públicos fueron Grupo Fármacos Especializados, al obtener 38 808 millones de pesos. Le sigue el Corporativo Industrial Coahuila, S.A. de C.V. (CIC), que con un solo contrato se colocó en la segunda posición, al recibir 23 700 millones de pesos. Esta empresa además forma parte del conglomerado Altos Hornos de México, que preside actualmente Alonso Ancira Elizondo. En el tercer sitio está Farmacéuticos Maypo, con 15 604 millones de pesos, y Seguros Inbursa, con 14 368 millones de pesos, otorgados a través de compras gubernamentales directas. También figuran Comercializadora Milenio SA de CV; con 13 500 millones de pesos. Está también, Distribuidora Internacional de Medicamentos y Equipos Médicos, con 13 000 millones de pesos; Avanzia Instalaciones, con 12 500 millones de pesos y CAF México, con 11 600 millones de pesos. Avanzia es una empresa que encabeza Florentino Pérez, pero quien forma parte de su consejo es Francisco Gil Díaz, exsecretario de Hacienda.

Por último, dentro de este top de las diez situadas en Compranet, están las empresas Mota-Engil México SA de CV, con 10 581 millones de pesos y La Peninsular Compañía Constructora, con 9600 millones de pesos. Llama poderosamente la atención que La Peninsular forma parte del Grupo Hermes, que encabeza Carlos Hank Rhon, hijo de aquel célebre priísta que acuñó la frase «un político pobre es un pobre político». Ese personaje que pasó de ser un modesto profesor rural a consolidar una cuantiosa fortuna familiar, mediante el Grupo Atlacomulco, en el cual se empoderaron y bajo la sombra del poder político se convirtieron en grandes empresarios que hasta la fecha siguen amasando grandes cantidades de dinero y estamos convencidos que con el mismo método de operación.

Las empresas de este sexenio son, en pocos casos, desconocidas. Aseguradora Inbursa y CAF México son dos grupos dedicados por muchos años a su sector. La primera, una aseguradora, y la segunda, una filial de una multinacional encargada del sector carretero. Llama la atención la incursión de nuevos competidores como Comercializadora Milenio, la cual se encargó de repartir las televisoras en todo el país con motivo de la transición de televisión análoga a digital. Al respecto, Eduardo Bohórquez, director de Transparencia Mexicana, explicó que el caso de esta empresa es un ejemplo de los compromisos que adquirió un nuevo gobierno como el del presidente Enrique Peña Nieto con relación a uno anterior, el del expresidente Felipe Calderón, para comprar televisiones y hacer frente al apagón analógico. Varias de estas empresas, como Avanzia Instalaciones o La Peninsular, se disputaban el mercado en la construcción y equipamiento de grandes obras, como lo fue el proyecto fallido del nuevo aeropuerto de Texcoco de Peña Nieto.

Otro caso emblemático es el de la empresa Corporativo Industrial Coahuila SA de CV, que a través de una Licitación Pública Internacional que lanzó la CFE, ganó mucho dinero: 23 000 millones de pesos en un solo contrato; sin embargo, es otro ejemplo de los requerimientos lanzados por una dependencia para la adquisición de carbón mineral térmico no coquizable, que se autorizaron días antes de que iniciara el actual sexenio de Andrés Manuel López Obrador.

Aunque en casi la mitad del periodo de López Obrador, algunas de estas empresas aún sigan beneficiándose con contratos, también es cierto que la forma de participación ha ido cambiando. Se ha tratado dentro de las posibilidades legales y jurídicas de terminar con las adjudicaciones directas, tal es el caso de lo que sucedió con las compra de medicinas y los contratos públicos con el asunto de las vacunas en el extranjero. También, el actual presidente pudiera tener a sus empresas favoritas, entre otras las que maneja Carlos Slim Helú; así como el Ejército, en un afán por mantenerlos ocupados, en la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles, las sucursales del Banco del Bienestar y los propios cuarteles de la Guardia Nacional.

Por otra parte, es necesario también tomar en cuenta en la repartición de contratos y así beneficiar también a las empresas pequeñas y medianas, y no solo a los emporios que ya han hecho mucho dinero con el presupuesto público. Se tienen que abrir nuevos procedimientos y terminar con el sistema en el que no se permite identificar incluso si las compras se hicieron a través de empresas fraudulentas o relacionadas con el crimen organizado. El gobierno de Andrés Manuel se encuentra en una posición de poder cambiar de raíz esa forma de gastar el dinero. Esos cambios darían por sí mismos la certidumbre en la percepción de la gente de que el dinero de todos se destina a su principal objetivo y ese es: el verdadero desarrollo de un país que bien podrá levantarse de las ruinas en el que lo dejaron los anteriores gobernantes, durante un largo periodo de neoliberalismo rapaz, en el cual no se registraron avances sustanciales para la mayoría de mexicanos que aún tiene esperanzas de salir adelante.

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Jaime Ygnacio. Concepción intelectual de la fotografía.

Del 5 al 11 de julio de 2021 al

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