Lupita Rodríguez: murió sin encontrar a su hijo desapercido

Zacarías Cervantes

Las lágrimas resbalaban por sus mejillas; indignada, agitaba las manos y se lastimaba la garganta por el esfuerzo al hablar, como si pretendiera que su reclamo llegara lejos, como si de la Plaza Primer Congreso de Anáhuac quisiera que la oyeran allá en las oficinas del Palacio de Gobierno o en Palacio Nacional. Doña Guadalupe Rodríguez Narciso reclamaba a los gobiernos federal y estatal los desaparecidos, reprochaba la omisión de buscarlos; la inacción en la identificación de los cuerpos amontonados en los Semefo.

Era una soleada mañana de octubre de 2017. Al pie del kiosco de la plaza central de Chilpancingo se congregaban no más de quince familiares de desaparecidos. Guadalupe Rodríguez, doña Lupita, como le decían sus seguidores, estaba al frente de ellos. En conferencia de prensa hablaba a los reporteros como en un mitin; exigía, reclamaba, reprochaba y denunciaba a las autoridades la impunidad por los desaparecidos.

Doña Lupita denunciaba ese día la negligencia y omisión de las autoridades estatales y de la entonces Procuraduría General de Justicia (ahora Fiscalía General del Estado), para identificar y entregar a sus familiares el cuerpo de Saira, una adolescente de quince años que desapareció el 10 de marzo de 2015 después de que salió de su casa ubicada en una colonia al norte de Chilpancingo, rumbo a la Alameda Granados Maldonado, a donde nunca llegó.

Después de nueve meses de búsqueda de sus familiares, mediante una llamada anónima alguien les avisó que cerca de la población de Amojileca, en una fosa clandestina se encontraban dos cuerpos, uno de ellos con las características y vestimenta similares a las de Saira. Horas después, Bellanira Chino, madre de Saira, la identificó.

Sin embargo, diez meses después (octubre de 2017), a pesar de plantones, una huelga de hambre y la toma de las oficinas de la entonces Procuraduría General de la República (ahora Fiscalía General de la República), en la Ciudad de México, a los que familiares de Saira se habían sumado con otras familias de desaparecidos para presionar, todavía no habían recibido el cuerpo para darle sepultura.

Doña Lupita denunciaba esa mañana la omisión de las autoridades de la entonces Procuraduría por no realizar los estudios del ADN a los más de cuatrocientos cuerpos que se encontraban por esos días en las instalaciones de los Servicios Médico Forenses (Semefo) del estado, entre ellos, el de Saira, para que se pudiera realizar la confronta con el que se habían hecho sus familiares para la identificación oficial de los restos y fueran entregados.

Denunciaba, además, que después de que se hizo el estudio de Saira, por tanta presión, le informaron a Bellarina Chino que los resultados de su hija Saira estaban desde agosto y que en octubre de ese año se hubieran consignado a la averiguación previa correspondiente para que se realizara la confronta con el de sus familiares, prolongando con ello el proceso de identificación.

Esa vez aseguró que derivado del seguimiento que dieron al caso de Saira comprobaron las irregularidades que se cometen en esos casos, como el mal manejo de los cuerpos depositados en los semefo, la omisión de los registros para identificarlos, la ausencia de los protocolos y la cadena de custodia, muchos menos folios de cada uno de los cadáveres o restos, por lo que, denunció, no había certeza de que Bellarina fuera a recibir el cuerpo de su hija Saira.

Esa Mañana, Guadalupe Rodríguez Narciso reprochó al gobernador Héctor Astudillo Flores que haya «regalado» a finales del año anterior cuarenta y siete millones de pesos al Teletón de Televisa y solo haya destinado nueve millones para los familiares de los desaparecidos. «Hay niños con hambre; y han perdido sus estudios debido a que perdieron a sus padres, que eran el sustento de su familia», declaró a gritos a los medios de comunicación, como si quisiera que el gobernador la escuchara directamente.

Doña Lupita habló entonces del naciente Colectivo de Padres y Familiares de Desaparecidos, Secuestrados y Asesinados en el Estado y el País (Colectivo Chilpancingo), que fundó para organizar a los familiares de desaparecidos.

Ese día se conoció la lucha de la activista, que, sin embargo, había iniciado tres años antes, en junio de 2014, con la desaparición de su hijo Josué Molina Rodríguez, un joven de treinta años levantado el 4 de junio de ese año, por un grupo de hombres armados cerca de su casa en el barrio de San Mateo, después de haber ido a dejar a su novia en la puerta de la escuela.

La activista se sumó a la lucha en un estado de desaparecidos.

De acuerdo al subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas Rodríguez, Guerrero ocupa el tercer lugar a escala nacional; y las cifras oficiales mencionan más de tres mil desaparecidos en los recuentos recientes, pero de acuerdo a datos de los colectivos suman más de diez mil. El colectivo de Familias de Acapulco en Busca de sus Desaparecidos reporta solo en esa ciudad más de cuatro mil doscientos.

En su lucha al frente del Colectivo Chilpancingo, Guadalupe Rodríguez participó en dieciséis operativos de búsqueda de cuerpos, los cuales comenzaron a finales de 2019. En ellos se encontraron cuerpos o restos de cuerpos de más de ciento veinte personas en fosas clandestinas en todo el territorio guerrerense.

La más reciente fue del 14 al 23 de julio pasado. Con doña Lupita al frente, fueron localizados siete cuerpos, dos en la parte alta de la colonia La Laja, en Acapulco, dos en el ejido de Iyotla, municipio de Leonardo Bravo (Chichihualco), a orillas de la carretera Chichihualco-Carrizal de Bravos, otro más en la colonia Alta Cuauhtémoc, de Acapulco, y dos más cerca del mismo lugar.

Diríase que a Guadalupe Rodríguez le urgía encontrar más y más cuerpos, seguramente siempre pensando que entre algunos de ellos estuviera el de Josué. El tiempo apremiaba, sin saber, se le agotaba.

La misma activista declaró el 27 de julio, cuando habló de los resultados de la jornada reciente, que los operativos se intensificaron a partir de febrero pasado y anunció que el próximo operativo sería este agosto, a pesar de la tercera ola de la pandemia del coronavirus.

«Para nosotros no hay pandemia; nunca hemos dejado de trabajar, a pesar de la pandemia, aun cuando no tengamos búsquedas, no dejamos de atender a familiares de víctimas, porque desaparecidos hay todos los días; y recibimos a diario a familiares de víctimas, llorando porque se llevan a sus familiares», dijo entonces.

Explicó que estaban canalizando a las víctimas para que hicieran las denuncias o a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) para que recibieran atención sicológica o bien para que reciban ayuda alimenticia.

«Nosotros no paramos; para nosotros no funciona la pandemia. Gracias a Dios no nos ha pasado nada», dijo temeraria.

Recordó que durante los picos de la covid-19 habían estado en movimiento en la Ciudad de México; en junio y julio del año pasado estuvieron en plantón en el zócalo, mientras en agosto y septiembre estuvieron en la toma de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

Asimismo, en enero pasado participaron una semana en el plantón afuera de la Secretaría de Gobernación. «Nosotros no hemos parado de exigir justicia, porque no hemos encontrado a nuestros desaparecidos», declaró la madre de Josué Molina.

Guadalupe no alcanzó a realizar la jornada de búsqueda de agosto, ni mucho menos encontrar a su hijo José. A principios de agosto se contagió del virus y el 8 fue trasladada a la Unidad Covid de Iguala

El Frente Ni Una Menos y el Colectivo Chilpancingo pidieron a los gobiernos estatal y federal atención adecuada y medicamentos para la activista que fue reportada grave.

«Se contagió de dicha enfermedad en los días pasados al hacer audiencia en la Fiscalía General de la República (FGR) y en reuniones en la Secretaría de Gobernación», destallaron los colectivos en un mensaje.

«Recuerdan que desde hace siete años, Lupita, como de cariño le decimos, se encuentra en busca de su hijo Josué Molina Rodríguez, lo que llevó a esta madre en su desesperación, a alzar la voz para clamar justicia por la pronta solución del caso de su hijo, quien dejó a tres menores de edad», expresaron las organizaciones.

La fundadora del Colectivo Chilpancingo murió la noche del viernes 27 de agosto, víctima de la pandemia que le cortó su lucha en busca de los desaparecidos y de su hijo Josué.




Guadalupe Rodríguez. Vida y lucha truncadas.
[Foto obtenida en la internet]

El grito del arcoíris de 68 colores

Kau Sirenio

El silencio en Basilea se rompió con los gritos en distintas lenguas pero con un solo mensaje: «El pueblo unido jamás será vencido»; luego, abrieron paso hacia las principales calles de la ciudad, hasta que una valla de policías impidió que la marcha avanzara hacia el tramo que los organizadores habían trazado. A los lados, al frente y en la retaguardia se pintó un arcoíris como símbolo de bienvenida a la delegación zapatista que llegó a Europa el 22 de junio.

Desde la ciudad, rincón de los tres países Francia, Alemania y Suiza, retumbaron los gritos de: «México» y «Zapata vive», entonados por los colectivos que acompañaron a los zapatistas en la marcha de bienvenida a Basilea, al noroeste de Suiza.

Antes de la gran caminata, una de las integrantes de la comisión de recepción afirmó: «La historia de este país es la de saqueo de recursos naturales y de personas, disfrazado de trabajo misionero, la historia robo de semilla de cacao del continente africano…».

Cuando la voz de la mujer se apagó, la aglomeración avanzó al centro de Basilea, pero a doscientos metros de allí, una valla de policías cerró el paso. Los manifestante se detuvieron unos minutos frente a los gendarmes para gritarles consignas; después dieron vuelta y tomaron otra calle.

Después de caminar entre la mirada sorprendida de los suizos, la presión policiaca y el himno, la manifestación que acompañó a los zapatistas del Escuadrón 42 cruzó el río Rin hasta llegar al campamento para continuar con las actividades, que incluyen platicas, música y pintura.

Así se vive el encuentro «Por la vida» a la orilla del Rin, donde llegaron mujeres y hombres de Europa del Oste. Aquí es la región donde se desarrolló el capitalismo salvaje y el lugar donde llegaron los migrantes de países pobres, que al no poder trabajar son deportados por su estatu migratorio.

Por eso la voz de los zapatistas cobijó a todos, no dejó un solo hueco. Las palabras de los rebeldes no dejaron de lado a todos los que ahí estaban. O sea, las minorías que resisten en contra de megaproyectos coloniales que desplazan a los campesinos a las ciudades donde encuentran humillación y discriminación.

Cuando la voz de la Montaña del sureste mexicano se escuchó, el silencio invadió la carpa «Rebeldía» hasta convertirse en una selva donde lo único que se oye es la voz de las aves rebeldes. Así que, Lupita, Carolina, Ximena, Yuli, Bernal, Darío y Marijose, del Escuadrón 421, hablaron del tejido de arcoíris de sesenta y ocho colores de lo que hoy es México. Los pueblos indígenas.

En la escucha, los zapatistas dijeron que llegaron a Europa para contarles a los de aquí cómo sobrevivieron quinientos años en las montañas, para que el colonialismo no los devorara. Hablaron mucho; los escucha estuvieron atentos, mientras que la intérprete se le dobló la voz. No era la misma que había gritado una y otra vez en el corazón de Basilea.

No hubo presentación para saber si Bernal o Darío empezaron la plática, pero uno de ellos inició con la conversación: «Venimos a platicar con ustedes para conocer su forma de organización y contarles cómo es nuestra forma de hacerlo y por qué estamos aquí».

Así empezó la plática que duró más de una hora. Las delegadas y delegados zapatista hablaron de los modos de producción y explotación en las fincas de México, prácticas que continúan en los campos agrícolas a donde llegan los jornaleros indígenas.

El hombre habló con seguridad y narró paso a paso la historia de sus antepasados: «Nuestros padres y madres, abuelos y abuelas, tatarabuelos y tatarabuelas vivían en las fincas, haciendas de unos terratenientes que los explotaban. Los finqueros o hacendados tenían mayordomos, capataces que golpeaban a los trabajadores que no rendían en el trabajo».

Las delegadas y delegados hablaron con detalle de lo que es México: un país donde cohabitan más de setenta y dos pueblos indígenas que no tienen acceso a la salud, un país donde los campesinos son desplazados de sus tierras por el crimen organizado.

Mientras los escuchas prestaban atención a la plática, en el patio de las carpas, los comensales hicieron una formación serpenteada para recibir su comida a cambio de unos euros o francos suizos que depositaban en una alcancía.

 

 

Un grito en la ciudad

 

Desde una bocina móvil brotó el canto zapatista que recorre como una fantasma las calles de Europa: «Ya se mira el horizonte,/ combatiente zapatista,/ el camino marcará/ a los que vienen atrás… Vamos, vamos, vamos, vamos adelante,/ para que salgamos de la lucha avante,/ porque nuestra patria grita y necesita/ de todo el esfuerzo de los zapatistas».

Mientras hombres, niños y mujeres se organizan para caminar al lado de las delegadas y delegados zapatistas que tomaron por asalto a la ciudad más emblemática de Suiza, los tambores y las consignas anuncian la gran marcha en el viejo continente. A un costado del parque De Wette de Basilea se oye: «Zapata vive la lucha sigue… Zapata vive la lucha sigue… Zapata vive la lucha sigue, sigue, sigue».

La marcha avanza a paso lento en las principales calles de la ciudad de las tres fronteras, mientras que los activistas pintan sus huellas en las paredes. «Ni una menos» y «Viva el EZLN», estamparon unas mujeres con aerosol.

Forrados de sudaderas negras y pañoletas rojas con imágenes zapatistas, forman un semicírculo en torno a los invitados que llegaron al viejo continente para contar la historia de saqueo y pobreza en territorio de pueblos y comunidades indígenas en México.

Frente a la valla que levantaron los policías, un hombre reparte volantes donde se explican los motivos de la marcha: «El primero de enero de 1994, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) alzó la voz en demandas en contra de proyectos neoliberales, y demandaba el reconocimiento a la autonomía, libre determinación, usos y costumbres, territorio lengua y cultura».

Las consignas venían en español, italiano, francés o alemán. El sonido era distinto, pero el mensaje es la misma demanda del pueblo: «Solidaridad con el pueblo» o «revolución antifascista».

En cada parada de la marcha, una mujer lee el comunicado que las organizaciones participantes redactaron para este fin. «Suiza ha tenido lazos con regimenes fascistas, con la España franquista; también guardó dinero de los nazis, que le robaron a los judíos. Esta política no es cosa del pasado, sino que continúa en una forma diferente. Suiza es el país del capital, las mayores empresas tienen aquí sus sedes y coordina desde aquí sus políticas neocoloniales», señaló.

La protesta se convirtió en una fiesta de muchos pueblos y lenguas maternas que llegaron desde el rincón más lejano del planeta para alzar la voz en contra del oprobio que la humanidad ha repetido una y otra vez en su historia.

Así las cosas, mientras la policía se pierde entre el bullicio de Basilea, el canto de la resistencia avanza hacia Dreirosenbrucke (puente de las tres rosas) donde las consignas volvieron al florecer antes de que el frío y la lluvia congelara a los zapatistas.




EZLN. Presencia en Europa.
[Foto: Kau Sirenio]

Guadalupe Rodríguez. Vida y lucha truncadas.

Del 6 al 12 de septiembre de 2021 al

#1064

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