Cincuenta y uno

Alberto Chimal

f you could do it all again Big deal, so what? Please let me know When you’ve had enough
Thom Yorke «Dawn Chorus»

Hace un año puse una nota para marcar que cumplía los cincuenta. Nada ha cambiado mucho desde entonces: seguimos en pandemia, los ecosistemas se siguen deteriorando, el fascismo y el autoritarismo siguen al alza (aquí, en tiempos recientes, como farsa; ojalá que no llegue a tragedia) y seguimos distrayéndonos con las locuras e imbecilidades de cada día.

¿Lo anterior suena apocalíptico? Tengo claro que es muy fácil confundir mi propio deterioro como ser humano (como cuerpo, como simple materia que soy) con el del entorno que me rodea. Es de lo malo de envejecer, no tiene remedio, y ya hasta escribí acerca del tema, así que no hay necesidad de volver a hacerlo aquí. Es una dificultad que exige esfuerzo y vigilancia constantes, para encontrar lo que no es infierno en un mundo infernal –como decía Italo Calvino– y también en el propio interior.

(Lo he dicho en este espacio: llevo más de diez años con depresión y buscando imágenes menos idiotas que aquella de que «lucho» contra ese mal. Como si fuera cosa de fuerza bruta, de llevar espada o pistola.)

Por otra parte, puedo hablar de algunos sucesos alentadores de tiempos recientes. No son «giros» definitivos en la «historia» (esas también son ilusiones, metáforas), y parecerán poca cosa, pero para mí no lo fueron.

Terminé El don de Vladimir Nabokov: una de sus novelas menores. Es acerca de un escritor menor (inventado) que escribe la biografía de otro escritor menor y real. Nabokov odia, literalmente, a este último: Nikolái Chernyshevski, autor del siglo XIX que inspiró a Lenin con su novela ¿Qué hacer?, y a través de Lenin influyó en toda la Revolución Bolchevique. Durante ésta, el padre de Nabokov fue muerto y la familia perdió sus privilegios como parte de la clase alta zarista y acabó en el exilio. Pero aunque la biografía-dentro-de-la-novela es cruel, niega todo mérito a Chernyshevski, lo pinta como un ser miserable y estúpido, al final pasa algo rarísimo: Nabokov no es capaz de alegrarse con la muerte y la ruina de Chernyshevski. Es como si se le acabaran las fuerzas, o no pudiera llevar el odio hasta el final de sus propias frases. No llora al muerto, pero mira a quienes lo lloran, y les deja la última palabra.

Me encontré este artículo, bastante revelador a mi parecer, respecto de las supersticiones contemporáneas, y en especial de la desinformación y los discursos de odio que más y más personas parecen abrazar a partir de su aislamiento en las redes. El autor, Nicolas Guilhot, recuerda que no sólo los individuos, sino también las comunidades, se inventan un orden y una trama: una cultura para justificar su existencia. Las angustias de este tiempo no son únicamente individuales, sino que se derivan en parte de las crisis actuales, que destruyen comunidades y estados y llevan a muchos a la desesperación o a la busca de alguna fe (religiosa, futbolera, extremista o de cualquier otro tipo) para aplazar o delegar indefinidamente el fin de su mundo o de su vida.

El otro día, Raquel y un personaje de película coincidieron, con pocas horas de diferencia, en recordar que las experiencias del amor y la belleza son reales.

¿Qué les puedo decir? Necesito seguir creyendo que el lenguaje puede hacer algo por mí y por el mundo.

En su libro Kalpa imperial, mi admirada Angélica Gorodischer hace decir esto a la Gran Emperatriz, gobernante justa y sabia de un vasto imperio:

También sabía que los hombres no piensan. No, no te rías, no piensan. De vez en cuando alguno piensa, es cierto, y lo dice o lo escribe, y eso es tan extraordinario que nadie lo olvida. Las gentes unen esos fragmentos que otros han pensado, como pueden, a veces en formas muy convenientes, a veces en formas muy absurdas, repiten una serie de pensamientos ajenos mal relacionados para una situación, y otra serie de pensamientos ajenos no mejor relacionados para otra situación, y creen que son ellas las que piensan. El que más pensamientos ajenos puede recordar y retorcer para adaptar a más situaciones, ése pasa por más inteligente y los demás lo admiran. Aparece otro alguien que piensa, lo dice o lo escribe, las gentes sostienen que está loco y hasta puede ser que lo lapiden, pero lo que pensó queda y los que no piensan se apoderan al fin de eso, y así los pensamientos ajenos que las gentes usan como si fueran pañuelos o sobaqueras son cada vez más numerosos y a eso se le llama progreso. Yo tenía diecisiete años, no sabía leer ni escribir; no sabía mineralogía ni química ni geografía ni teología, pero [seguí] el simple procedimiento de rechazar lo que las gentes decían que pensaban, y tratar de encontrar un pensamiento nuevo. Encontré dos. Uno de ellos gira alrededor de otro muy viejo que dice que todos estamos hechos del mismo barro. [El otro fue] «Yo puedo» .

El pensamiento nuevo que llegue a ti puede no ser universal. Puede estar ceñido a una sola vida, a una circunstancia precisa. Puede no tener utilidad inmediata ni llevar al sacudimiento del mundo. Por estas razones creo poder decir que tengo un pensamiento nuevo. Es pequeñito, insignificante, válido únicamente para este sitiecillo de internet, pero es nuevo pese a todo. Es este: para ti también ha pasado un año desde el último 12 de septiembre, así que tú también cumples años hoy.





#DiarioDeSeries

Sorjonen: Un detective con "capacidades diferentes"

Jorge Aulicino

La finlandesa “Sorjonen” (2016-2020) ya es un clásico del llamado nordic noir, o sea, policial negro nórdico. Es probable que esta serie haya cerrado su ciclo, los medios europeos han descartado una cuarta temporada. Puede considerarse entonces un modelo estable de lo que el nordic es y no es. “Sorjonen” y el nordic tienen una geografía y un clima precisamente nórdicos, y sus colores son fríos. Generalmente los bosques han sido escenarios de crímenes o de enterramientos y por eso quizá se acentúa su presencia majestuosa y sombría. Evocan aquel “sublime” del que hablaba Kant: formas de la naturaleza que se nos aparecen como puntas de un grandioso iceberg, cuyas partes ocultas presentimos terribles y aun más bellas. Una estremecedora oscuridad se filtra pues en los bosques del policial nórdico. En “Sorjonen” se insinúa desde las tomas cenitales de la introducción, acompañadas de la inolvidable canción Closer, del grupo danés Kaae & Batz, con la participación de Maria Holm-Mortensen, que en su aguda melancolía alude a una lluvia en la que todos estamos hundidos. Agua y madera forman el entorno de esta historia en la frontera ruso-finlandesa. 

  Como en casi todos los policiales, no solo los nórdicos, el detective, el investigador no es enteramente normal. Tiene una vocación y un talento que lo aíslan de la vida societaria. Generalmente, bebe. Incluso se droga, es solitario y además de la adicción al trabajo y a algún tipo de estimulante es adicto a repeticiones: juegos -crucigramas o solitarios, por ejemplo-, o desayunos iguales en el mismo lugar, o caminatas, o determinada música, o peleas de box o un calvados en el sillón, como el inolvidable Maigret de Georges Simenon. Pareciera que necesita diversos recursos para llenar los tiempos muertos (aquellos en que no está abocado a resolver crímenes), para no caer en depresión. El modelo original es Sherlock Holmes, que se adormecía con morfina y el rasgueado de su violín. Miikko Oikkonen pensó acentuar todas esas características en un ser de “capacidades diferentes” como gusta decir ahora el pensamiento político y correcto. Kari Sorjonen padece una variedad atenuada del espectro autista, que podría ser el síndrome de Asperger o el de Savant (del sabio), similares en realidad. Si no estuviésemos todo el tiempo bajo la luz de la ciencia y determinadas personalidades no llevaran el nombre que les han puesto los neurólogos -incluso el nombre del primer neurólogo que la describió, como en el caso del Asperger- diríamos que Sorjonen es un chamán, un stalker -en el sentido visionario que le da a esta palabra la famosa película de Andréi Tarkovski -, sobre todo en la frontera ruso-finlandesa. Sorjonen tiene una extraordinaria capacidad de memorizar y relacionar detalles. No conoce el pensamiento abstracto. Sus gestos son raros, a veces parecen torpes, no se comunica fácilmente, pero la terapia le ha enseñado que el abrazo es un modo efectivo de acercarse a los otros y amarlos. En público Sorjonen es sumamente directo, inoportuno, dice lo que piensa, no tiene doblez porque ignora que hay subterfugios, elusiones, etc., esto es: formas no fundadas en pensamientos reales. En la práctica, se golpea la cabeza como si allí hubiera cosas, no ideas, y para pensar necesita armar físicamente, en el piso o la pared, su Palacio de la Memoria, una técnica atribuida a Simónides de Ceos, creador de la mnemotecnia, 550 años antes de Cristo, con cuartos contiguos y comunicados en que se agrupan las ideas.

  Como todos los detectives, Sorjonen es obsesivo y termina por tener problemas familiares... porque siendo un caso extremo de la anormal familia detectivesca, Sorjonen tiene una familia normal: esposa e hija. Y la serie comienza cuando intenta, precisamente, dedicarse más a ellas, mediante el traslado a la comisaría de Crímenes Mayores del pueblo fronterizo de Lappeenranta en que nació su mujer y que supone más tranquilo que la capital Helsinki, o sea con menos problemas de seguridad. 

  El gran acierto de la serie es el personaje. Tanto en Helsinki cuanto en el nuevo destino, Sorjonen tiene fama casi de mago por su sistema de pensamiento, con el que ve más allá de donde pueden o quieren ver sus colegas y con el que consigue extraordinarios resultados. El resto son historias dividas en dos o tres capítulos en cada temporada, entrelazadas con las tensiones y amorosas relaciones familiares y la presencia e historia de una ex integrante de los servicios secretos rusos, que comienza a operar como detective del lado finlandés. Una compañía fuerte y más hecha a la acción que Sorjonen. Cada personaje tiene su desarrollo dramático, su carácter complejo, como no suele ocurrir en otras historias de detectives. El secreto hilo que va hilvanando casos en apariencia desconectados es una historia de corrupción que termina por poner en peligro la vida de toda la comunidad. Es este el matiz socio-político que hoy por hoy gana el favor de la ficción policial.

  Solo dos mínimas objeciones: Sorjonen no soporta el hedor y las imágenes de la morgue que, pese a eso, frecuenta, pues el patólogo es casi su principal colaborador. Sin embargo, no parece necesaria la abundancia de imágenes de cadáveres, miembros amputados y desfiguraciones. Este exceso de macabrismo lleva a que a cierta altura de la serie la preciosa introducción incorpore imágenes mortuorias convirtiendo el paisaje en un collage tan macabro como tonto.





La hora del lobo

Abril Schmucler Iñiguez

Apenas se podía distinguir alguna que otra palabra de aquel murmullo. Palabras sueltas, el cuerpo recostado de un lado, luego del otro. Gemidos viscerales.

Los tres hombres, inmutables, la miraban fijamente. En la penumbra de aquella habitación no se podían distinguir sus rostros. María había dicho “somos demasiadas” y uno de los hombres se sintió ofendido. Pero el otro, el más viejo, de barba pulcra y grisácea, le explicó que la mujer estaba hablando de un sueño que la atormentaba, no de ellos, nadie nunca podría hablar de ellos, y le señaló, con los ojos, la libreta que sostenía en sus manos. Entonces, el hombre aludido, escribió: somos demasiados – 3:01 am y, junto a la hora, puso un gran signo de interrogación encerrando la palabra ¿quiénes?

El cuerpo obeso de María se movía con dificultad. Recostada sobre su lado izquierdo, el brazo contrario le había servido de almohada hasta que se dio vuelta sobre la cama, haciéndola crujir en ruidos de una madera cansada. La sábana se perdió entre sus piernas, ahogándose con el peso de la carne que la envolvía. Por cómo se contraían las extremidades de María, se hubiera podido decir que la madrugada estaba helada, pero hacía calor.

 

El menor de los hombres era también el más nuevo en aquel grupo. Se notaba por la forma en que miraba, de reojo, pero atento, al viejo de barba perfecta, pidiendo su aprobación. Se dijo que debía mostrar iniciativa, acercándose al inquieto cuerpo de María. Quizá, si desenredaba las sábanas y cubría su desnudez, María temblaría menos. Lo intentó, jaló de la tela con todas sus fuerzas, pero la sábana se resbalaba entre sus dedos y el hombre de en medio, con su libreta de apuntes recargada en su pecho, solo esbozó una sonrisa y bajó la mirada. El joven se sintió humillado y avergonzado y se olvidó completamente de María. Quien imploraba en palabras calladas.

Las pesadillas, habló en voz muy baja el hombre más grande, son el encuentro con lo real. Es el intento de disfrazar el deseo que pulsa por ser significado o realizado en un mundo igual de real que el nuestro, dijo, y con las manos hizo un ademán que los encerraba en un círculo.El hombre de la libreta trató de escribir las palabras exactas del viejo, pero se dio cuenta, con pesar, que alguna que otra se le había perdido.

El hombre joven miró a la mujer, recostada ahora sobre el costado derecho. El enorme brazo descansaba sobre sus nalgas y tenía la cara sumergida en el colchón. Una mancha de sudor marcaba el contorno de su cuerpo, como si fuera alguien más, yaciendo debajo de María. La ventana permanecía cerrada y la luz que entraba a través de ésta se deformaba en fractales que dibujaban caminos rotos en el techo. El hombre joven miró hacia la ventana para buscar la fuente de luz, y se sorprendió por la densidad de vaho que la cubría. El calor emanaba de la mujer y no de la calle. La mujer, pensó, debe estar soñando desde el infierno. Deseó tocarla, mover su hombro para recordarle que estaba muy lejos del fuego, pero sabía que, de hacer eso, la mujer despertaría del terror, tan abruptamente, que no podría salir nunca jamás. Ya había pasado antes, según escuchó decir a otro grupo. No era rara la tentación de despertar a estas personas -particularmente a las personas viejas y a los niños- en la madrugada, para librarlos de aquellas angustias que se contagiaban, sobre todo, a los recién llegados. María soltaba unos cortantes aullidos que enfriaban la espalda del novato, pero le aterraba más la idea de dejarla dentro de aquel sueño para siempre, y a él junto con ella.

No dejes que te miren – 4:25 am. Escribió con letra molde, el hombre de en medio y el viejo asintió con la cabeza, orgulloso. Se rascó la barba y miró sin ninguna emoción cómo el cuerpo de María hacía un esfuerzo por respirar, esfuerzo que se hacía evidente en el pesado levantar del tórax. Recostada con el cuerpo mirando hacia arriba, los hombres no se ruborizaron por la desnudez de la mujer.

A las cinco de la mañana, María sintió que la aurora apretaba su pecho, sus brazos y sus piernas y la dejaba inmóvil. En la desesperación, sintió que levantaba una tonelada de tierra y despertó. Un poco de sol asomaba por los reflejos del edificio de enfrente, pero ella seguía en la oscuridad de su desolada habitación. Extrañada, pensó con ternura en Raquel, la niña del departamento vecino. Hubiera querido entender por qué nunca se despertó de esas pesadillas que le había contado alguna vez, cuando todavía podía verla subir y bajar los pasillos del condominio.





#JugueteRabioso

Geometrías

Jorge Fondebrider

Un número de esquemas limitado:

ojos así, labios así, distintos tipos

de dientes, de nariz, los pómulos salientes,

las mejillas

un tanto regordetas, los lunares,

el pelo lacio, crespo, rojo u ondulado

y todas las variables que siempre se repiten,

que introducen

ligeras variaciones que ya vimos

en otros rostros, otros días.

Quiero decir que con muy poco se hace mucho,

que alguna forma es la correcta,

alguna se parece vaya a saber por qué

a aquella que buscamos. Por ejemplo,

ahora estás dormida.

 

 

 

 

A un novelista que
se creyó importante

 

Es cierto, ya está muerto. Para muchos

el tipo ahora es un santo,

un ser maravilloso que merece

acaso mucho más que un obituario.

Por suerte la memoria es siempre corta

y en una o dos semanas va al olvido,

al pozo donde van los infatuados,

los que después de un libro

se piensan a sí mismos importantes

y acaban demostrando, frivolidad mediante,

su falta de piedad, de amor al prójimo. Vencido

sos tres sueltos en un diario,

mañana dos,

más tarde

la nota al pie que nadie lee.





Paro de burócratas. Reacción tardía.

Del 13 al 19 de septiembre de 2021 al

#1065

cultura

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