Recuerdos de mi primer amor

Efraim Medina Reyes

STORYBOOK

Mi primer amor fueron dos chicas. Ambas altas, de largas piernas y ojos soñadores. No tenían nada en común, provenían de lugares distantes y físicamente eran muy diferentes. Una rubia, de ojos verdes y pelo lacio. La otra, trigueña, de ojos oscuros y mente perspicaz. A una le gustaba el rock, la otra era gaitera y, a pesar de eso, la amé como si estuviera hecha de blues. La rubia había nacido en Ciudad Inmóvil y la otra en Corozal (Sucre), pero no lo parecía. Había en ella, en su natural escepticismo y sus movimientos, esa actitud cosmopolita de quien sabe que el mundo empieza más allá de sus narices. La rubia era virgen y no me refiero solo a su anecdótico himen, también su psiquis y la superficie de su alma lo eran. La gaitera tenía una relación sentimental o algo parecido cuando la conocí. En cuanto a mí, jamás antes de ellas había sentido eso que llegué a sentir, no sabía qué rayos era aquella monstruosa ansia, aquel salvaje deseo, y cuando lo supe era demasiado tarde para todo, incluso para llamarle amor. Conocí primero a la chica rubia, pero las amé a ambas en el mismo instante. Nunca viví la relación con ellas como un conflicto, para mí eran parte de un mismo sistema y, aunque estaba obligado a verlas por separado, el sentimiento que me unía a ellas era único e indivisible. La trigueña sabía que existía la blanca, nunca le mentí al respecto. La rubia creyó cada cosa que le dije hasta encerrarme en un callejón sin salida. El tiempo ha ido cancelando miles de detalles de aquella época; no fue un simple amor adolescente, fue más complejo y tenaz que eso, fue suave y silencioso como una sobredosis de heroína. Duró una eternidad y cuando desperté el amor había muerto y no tenía una puta coartada. Mi primer impulso fue aferrarme a una de ellas, elegí a la rubia e intenté convencerla de que aún teníamos una oportunidad y ella fue tan implacable, cordial y distante como el odio de Dios. La trigueña escuchó mis promesas con su bella sonrisa e incluso dejó que la besara. De ese modo me enteré de que el amor, cuando se apaga, es más frío que la muerte.

 

CLOSE-UP

Les chupaba los dedos de los pies como si mi vida dependiera de esto, 20 dedos. Diez en la tarde y diez al anochecer. Se los chupaba uno a uno, delineando con la lengua cada huesito, sin pensar en el siguiente movimiento, sin ningún otro objetivo que sentirme allí, succionando sus dedos, como si el sortilegio de amarlas me hubiera convertido en un insecto y aquel acto, chuparlas a diestra y siniestra, fuera todo mi destino. Así mismo, les chupaba el culo, chupaba los botones de sus blusas, sus vértebras cervicales, sus cepillos de dientes… Cuando amas por primera vez no se te pasa por la mente que pueda ser la última, estás allí, con tu verga clavada en tu chica como un puñal asesino en el corazón traidor y te sientes dueño absoluto de ella (de ellas). Lo que aprendes después es que si algo te pertenece, es porque puede pertenecer a cualquiera, que para una chica chupar una u otra verga no entraña dificultad, que ellas pueden entregar su culo al primero que pase sin dar jamás su corazón. Lo que aprendes es que nadie jamás sabe lo que tiene hasta que duele mucho y cuando duele mucho ya no tiene remedio.

 

SECUENCIA MÚLTIPLE

De todos los amores, el que contiene menos amor es el primero. Lo normal es que aparezca como una tara más de la adolescencia y que su rabiosa intensidad tenga una relación directa con baja autoestima y hormonas dementes. Estamos allí, sintiéndonos una monstruosa criatura que no puede refugiarse en la inocencia del niño ni asumir todavía el cinismo del adulto, tenemos la cara llena de granos y todo nos queda grande o pequeño, y de repente una chica que nos gusta baja la guardia y deja que toquemos su preciosa humanidad. Qué otra cosa podemos hacer que convertirla en nuestra razón de ser. Así que después de todo no estábamos condenados a hacernos la paja y destripar puntos negros hasta el final de los tiempos, así que el amor existe y tiene bonitos ojos y amplias caderas.

De todos los amores, el más estúpido es el primero, porque lejos de ser una sana y sincera decisión es producto de nuestra ausencia de opciones. Pero a quién diablos le importa eso, tienes las pelotas llenas de esperma y solo quieres explotar. Y ella quiere sentirse el centro del mundo de alguien, no importa qué tipo de engendro sea. Ningún otro amor tiene tanta épica, juramentos, secreciones y poemas ridículos como el primero. También al primer amor debemos aproximadamente el 90 % de la mala música que existe sobre la tierra, el 100 % de voluntarios que se enrolan en alguna ONG y uno que otro mimo callejero.

 

FLASHBACK

Cuando pienso en ti el dolor regresa y me aplasta como hacen los niños con las hormigas. Tu ausencia es mi castigo. Aunque sé que no puedo encontrarte, recorro día y noche el laberinto. Y dentro de mi estúpido corazón el deseo de verte crece y crece como un tumor de terciopelo. Tu ausencia marca el ritmo de mis horas e insomnios. He olvidado mi nombre, he olvidado cada cosa que no se relaciona contigo. La muerte me desgasta incesante y no quisiera morir sin ver en tus ojos el nivel del invierno. La vida es corta, pero las horas son infinitas. Tu ausencia me rodea, me ahoga, me desgarra. Tu ausencia es mi único pecado y mi mayor condena. Tu ausencia es el beso invisible del ansia, el verano oscuro, las caricias invisibles. Las nubes pasan, las palabras se apagan y el dolor permanece. El dolor es mi perro fiel, el guardián implacable de esta cárcel atroz, de esta celda sin paredes a la que estoy confinado. Siento tu boca que roza la mía y huye hasta el fin del mundo. Tu imagen se forma y deforma en mi mente, las fuerzas me abandonan y solo el dolor me sostiene. El dolor es mi único alivio. Busco el dolor como los insectos buscan la luz que les quema el alma. La vida te destruye en algún remoto lugar y mi memoria perfecciona cada uno de tus rasgos. Eres, como siempre, el resplandor y la lágrima, la dueña imposible de mis emociones. Antes de soñar el amor ya te soñaba a ti. Estás hecha de mi sangre y de mi nombre. Sé que aunque grite no vendrás, que tu ausencia invadirá mis huesos y borrará mi imagen de la mente de quienes me conocieron y juraron recordarme. Hoy es un día soleado, estoy a la deriva en un bosque de pinos. No sé cómo llegué aquí. Estoy esperando una señal, un evento secreto. Inmóvil sobre la hierba.

Le escribí ese texto a la rubia, me encantaba su temperamento melancólico. Era la chica perfecta para un poeta y el hecho de que se haya pasado la vida con un odontólogo sigue siendo un misterio para mí. Por fortuna, el texto, por alguna diabólica razón, preferí entregárselo a la trigueña.

 

PLANO AMERICANO

Ella, la rubia, se fue a Nueva York. Han pasado 20 años y no la he vuelto a ver. Hace dos años alguien me mostró una fotografía donde aparecía ella con una de sus hijas, fue muy extraño. No la reconocí, la tengo intacta en mi memoria y nunca pensé que terminaría siendo una señora gordita vestida de satín. La trigueña vive en Singapur o algo por el estilo, tiene una orquesta junto a su marido, su sonrisa sigue siendo algo especial y parece que el tiempo la ha tratado mejor que a la rubia. Sin embargo, no logro asociarlas directamente con mis recuerdos. La vida no fluye como los pensamientos, la vida salta de una dimensión a otra, la vida está hecha de mudanzas y, como bien sabemos, en cada mudanza algo se pierde. El primer amor se extingue en otros amores y sensaciones, los rasgos de una persona se evaporan como el color en el cadáver de una mariposa, la memoria es arbitraria, reinventa, mezcla, asocia al azar. Ningún recuerdo está vivo, ningún recuerdo abraza, son solo epitafios de algo que tal vez no sucedió y si sucedió lo más probable es que haya sido distinto de como nos empecinamos en recordarlo. Ambas eran altas y de largas piernas, ambas me amaron con locura o eso dijeron en su momento y no tenía ni tengo motivos para dudar. Otra cosa de lo que no dudo es de las palabras de Borges: “Amar es inventar una religión cuyo dios es falible”.


Las películas extranjeras

Raúl Lemuz

*

Dentro del tanque del excusado guardo una pistola nueve milímetros. Pagué dos mil pesos y un juego de sillones semi nuevos por ella. Mi dealer de planta me aseguró que funcionaba a la perfección: Ya está calada, tiene dos muertos encima. Supuse que no debía probarla, dos muertos encima me parecieron suficientes para no dudar de su letalidad.

La idea de guardar ahí la Nueve Eme, como yo la llamo, la tomé de una película extranjera de los años ochenta. No recuerdo si es italiana o francesa, pero es rara como todas las que se producen en el viejo continente. En el filme un hombre calvo y con bigote esconde de su esposa una revista pornográfica cubierta por una bolsa de plástico. Un día su hijo, un adolescente, encuentra por error la revista y queda maravillado por las imágenes. Después de aquel descubrimiento, el hijo no puede parar de entrar al baño, echar una mirada a las revistas y tirarse una paja. El desenlace de la película es fatal. El adolescente está enganchado a la revista igual que lo está el padre. Pero el hijo es inexperto y se descuida. La madre nota el comportamiento inusual del hijo que frecuenta con más regularidad el baño y permanece más tiempo en él y un día decide entrar sin avisar y lo encuentra con la pinga tiesa y la revista entre las piernas. La madre quema la revista y manda al hijo a un internado a que lo pongan en cintura. El padre se hace de la vista gorda. Fin de la historia.

Desde el día en el que vi esa película, hasta el día en que metí en una bolsa de plástico a la Nueve Eme y la puse dentro del tanque del excusado, sacié mis ganas de hacer uso de lo aprendido y utilizar aquel escondite. Y es hasta este momento en que vivo con mi esposa y escribo este texto que he comprobado que dicho escondite es excepcional. Mi mujer, después de dos años viviendo juntos, aún desconoce la existencia de la Nueve Eme.

Y me gustaría agregar que no tengo nada porque preocuparme, mis amigos, los amigos de mi esposa y los amigos de nuestros amigos son personas normales que nunca levantarían la tapa del tanque del excusado para mirar que esconde uno ahí dentro. Personas muy distintas a mí, claro está. Porque yo lo primero que hago al entrar a la casa de un desconocido es pasar al baño y levantar la tapa del tanque del excusado para mirar ahí y asegurarme que no he entrado a la casa de un maniático sexual o de un asesino en potencia.

 

* Tomado del sitio de creación literaria del Seminario de Literatura Francisco José Amparán


diario de series

Jordskott, primera temporada: Seres del bosque

Jorge Aulicino

Vamos a decir de entrada que “Jordskott” (2015) se sostiene, arma su intriga y mantiene el interés pese a dos o tres detalles resueltos sin ton ni son. No es fácil trenzar un caso policial que se ramifica en varios más, una historia sobrenatural, cierto realismo de novela negra clásica, una reivindicación ecologista y una línea de telenovela con rencores y secretos familiares que se revelan al final. Todo eso se arma de manera exitosa y tenemos que poner las manos en el fuego especialmente por tres personajes: el inspector de policía Göran Wass (Göran Ragnerstam), el retrasado mental Nicklas Gunnarsson (Henrik Knutsson) y el supermalo Harry Storm, interpretado por el mismo actor -el finlandés Ville Virtanen- que supo crear un personaje para mí inolvidable, el inspector Sorjonen, en la serie finlandesa del mismo nombre. La cuestión de por sí compleja dio pasto a que los periódicos del mundo, siguiendo una moda insoportablemente clasificatoria, inventaran un lugar entre el nordic noir -que como todo el mundo sabe es un policial con bosques- y un hasta ahora inexistente terror folk. Otros han hablado sin más del “subgénero fantástico-ecológico”. Las cosas que hay que leer.

Muy bien, pero hete aquí que los suecos son realmente oscuros y su otrora potente Estado de bienestar encerraba pesadillas vinculadas con la muerte y el misticismo, tan negras como las de la España oscura de otros tiempos. Solo que no el folk sino las antiguas religiones son las que salen literalmente de abajo de la tierra en esta serie inventada por Henrik Björn. Los cuentos de hadas encaran aquí -su crueldad incluida- en seres de un pueblo de los bosques, Silverhöjd. Son personas que cualquiera saludaría en la calle: las brujas, los chicos perdidos, los gnomos, el ogro bueno. Visten y calzan como los granjeros y los leñadores, que a su vez visten y calzan como la gente de las ciudades, dada la globalización unificadora impuesta por el jean, la campera y otras prendas deportivas. La serie mostrará, además, tugurios y traspatios tan urbanos como el que más, otro costado no bonito, sino más bien sórdido, del casi extinto Estado de bienestar. Los policías no escapan a esa representación de los mitos lejanos, pero a veces no lo saben. El agente Thomas Leander, convertido en vidente, será prueba de ello. De esta serie sí puede decirse que el bosque es el personaje central.

La historia se parece a otras, pues comienza con una detective, Eva Thörnbland (Moa Gammel), que regresa a su pueblo natal, con prisa por dar curso el testamento de su padre, quien ha muerto de un tiro en la cabeza, supuestamente por suicidio. Pero se encuentra con que un niño ha desaparecido, como desapareció su hija, siete años antes. Aquí podemos decir que hay una pequeña inconsistencia: ¿en esos siete años se había resignado a darla por perdida? Lo cierto es que se encuentra con ella de buenas primeras en medio de un camino del bosque, y queda envuelta en la investigación de la desaparición del otro niño, que se supone un secuestro. De pronto llueven cadáveres de adultos y la cuestión se hace complicada. Los malos aparecen de entrada: son los miembros del directorio de la fábrica de celulosa de la zona. Tienen una guerra en todo el sentido de la palabra con los ecologistas y con seres más complejos y feroces.

Pero, ¿para qué Conan Doyle dedicaría varias páginas iniciales y varios comentarios incidentales a describir el carácter de Sherlock Holmes si la novela policial consistiese solamente en resolver un enigma? Sostenemos que el policial es sobre todo clima y personajes. Una brecha por la que se fuga un poco del interés de “Jordskott” es precisamente la falta de carácter de la protagonista. No podríamos mencionar dos o tres rasgos significativos de la detective Thörnbland, rasgos que a juicio de Robert Louis Stevenson debían ser eso: pocos y significativos, si se trata de poner en marcha un personaje en una aventura. La impenetrable seriedad del detective Wass y su apariencia de cualquier cosa menos de detective equilibra un poco el asunto, sumada a la locura nazi de Storm y la eficaz construcción del gigantón bobo. Claro que, por poco policía que sea un policía, no puede ponerse a hablar por celular cuando solo ha herido al hombre que intentaba asesinarlo... Pero lo dicho: la serie funciona muy bien de todos modos. Su acierto es la presencia natural de lo sobrenatural y el triunfo, al final, de la proverbial sensatez del tonto.

El título, que resultará ser el nombre de algo, al parecer no tiene traducción.

Emitida por Film&Arts, disponible en Flow. La segunda temporada, que es de 2017, no llegó todavía. En dos años nos vemos. Perdón: la segunda temporada acaba de llegar. En un año quizá tengamos todos los capítulos disponibles en Flow.


juguete rabioso

Empire State building

Carlos César Valle (Lima, 1982). Estudió Literatura Hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú (pucp), Diseño Gráfico en Shillington School of Graphic Design, Full-Stack Web Development y UX Design en IronHack y General Assembly. Obtuvo el primer puesto en la Bienal de Poesía organizada por la Facultad de Letras de la pucp en el año 2001. En el año 2011 fue seleccionado como mentee y después como mentor de poesía por la organización nyfa (New York Fundation for the Arts). Poemas Neoyorquinos es su primera colección de poemas. Fue escrita entre julio del 2007 y mayo del 2011.

Empire State building

No importa si mis manos

Te tocan en el cielo

O si mis pies

Te tocan

En una alcantarilla

Tenebrosa

 

 

(42nd Street between 1 1th Avenue
and West Side Highway)

 

Botella de Coca-Cola

Luz infinita

Dame dame siempre

Una nariz y una boca

Entre tanto silencio

(porque todo se escucha allá afuera)

Entre tanta aglomeración

(por aprovechar cada milímetro de espacio)

Entre tanto gesto inútil

Y desconsideración considerada

(especialmente de los guests,

ante los cuales, sin embargo,

somos unos angelitos del Señor

—del señor capitalista, por supuesto)

Botella de Coca-Cola

(cualquier adjetivo ante ti

sería redundante)

Dame dame dame

Dame siempre y no lo olvides

Un par de manos ágiles

Para servir la comida

(y botarla intocada)

Y recoger los vasos sucios

(con marcas de colorete

o saliva seca)

Así como Dios manda:

Allí su puta arrepentida: el vaso de Martini

Allí su virgen predilecta: el vaso de Champagne

Allí su hijo hecho carne: el vaso de Vino

Allí su místico profano: el Snifter

Allí su gran cardenal: el Collins Glass

Allí su profeta directo: el Rock Glass

Allí su cura de pueblo: el Highball Glass

Burbujeante paraíso

Con high fructose corn syrup

Y ese cosquilleo al despertar

En mi garganta

Y esta barriga que crece

Sin parar

Dame dame siempre

Dame sin duda alguna

Dame otra vez más

Una espalda de hierro

Y una sonrisa de diamante

Y un par de piernas fuertes

Que van 16 horas

Y sigo enhiesto como una lanza

Y yes, ma’am

Y of course, sir

Y asintiendo con la cabeza

Y ya ni sé ni lo que digo

Y I apologize

Botella de Coca-Cola

Dime si no quién

Dime si no cuándo

Dime si no dónde

Porque en este preciso instante

Es cuando el dinero llega

(de los más altos edificios)

Y se multiplican los panes

(del ayer)

Y los peces

(del río Hudson)

Y se guarda pa’ los tiempos malos

(y pa’ las fiestas buenas)

En que intentaré escribir

(oh gran momento creativo)

Y todo acabará en la basura

O en el cajón del escritorio

(para después acabar

también en la basura)

Porque lo único que sirve

Es lo que escribo

Ahora

(entre tanta turbulencia)

Gaseosa refrescante

(aunque también empalagosa)

Agua de la roca

En el desierto

Diluvio en el arca

De la impotencia

Y de la sed

Dime

Un pretexto

Dame

Una emoción

Crea

Una pulsión

En mi vacío

Y de tu sagrada oscuridad

Dame un par de ojos cerrados

Y la mirada abierta

Siempre siempre siempre siempre

Porque qué soy yo sino tu cuerpo

(de vidrio)

Porque quién soy yo sino tu espuma

(efervescente)

Porque cómo soy yo sino tu química

(concentrada)

Porque adónde voy yo sino hasta el fondo

(del estómago –y la gastritis)

Así en esta hermandad de meseros

Bartenders y barbacks

Con sus tablillas de San Lázaro

Adónde

Todo por escribir

(una vez más)

Todo por escribirte

(algo menos mediocre)

Todo por escribirme

(en la supervivencia)

Y seguir hacia adelante

En este rinconcito

En que te bebo

(porque si me ven me corren)

En que te disfruto

(porque no está permitido ser dichoso en este hueco)

En que finjo orinar –quise decir defecar

(ya que está prohibido sentarse)

Botella de Coca-Cola

Ante ti me inclino

Y absorbo de tu cuerpo divino

Con un sorbete

(si estoy detrás de un buffet)

A pico

(en los vestidores)

En un vaso de cartón

(si no puedo dejar el hallway)

Y te rezo todos los días

Porque eres mi padre

(cuando estoy más oscuro)

Y mi espíritu santo

(cuando la lucidez me engaña)

Y porque soy tu hijo

(natural)

Y de ti depende

Mi navidad feliz

Y la de mis padres

Y la de mi hermana

Y mi 4

Y 28 y 29 de julio

Y mi primer lunes de septiembre

Y mi 31 de diciembre

Y mi paso mi peso mi tristeza y mi zapato

Y mi piedra negra sobre piedra blanca

Y mi presente es perpetuo

Y de ti es mi todo

Y todo tuyo soy


Remington 12

De la década de 1920.

Del 16 al 22 de de noviembre de 2020

#1032

cultura

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