Punto de quiebre

Ale Guarino

-¿Cuántas puñaladas tenía?

-Veinte, veinticinco, treinta y dos que se yo. Tenía más agujeros que un colador el tipo- respondió el agente.

-¿Y el asesino?

-Está ahí, sentado en la piecita

-¿Está golpeado emocionalmente?

-No

-¿Cómo qué no?, le dejó al coso éste más agujeros que una red y no lo golpeó en lo más mínimo?

-No

-¿Se conocían?

-Eran primos

-¿Y te dijo que pasó?

-Si

-Seguro que un asunto de minitas, siempre es lo mismo

-No

-Le choreó la jubilación a la abuela

-No

-¿Lo cagó con una garantía, le hizo mierda el auto, que carajos pasó para que lo dejara así al pobre loco?

-Le contó el final de una película

Hubo un silencio antes que el comisario le respondiera.

-¿Vos me estás hablando en serio?

-Si

El comisario se quedó en silencio, el agente lo sacó de la escena del crimen y lo llevó al patio de tierra.

-Comisario- dijo el agente en voz baja-A usted le gustan las pelis tanto como a mi-

El comisario no respondió

-Ya sé que no es común que, acá, en el medio del monte, alguien tenga nuestra misma adicción, porque es una adicción, ¿o no?

El comisario movió la cabeza afirmando con las manos enlazadas tras la espalda y la mirada perdida tras una piedrita que acababa de patear.

-¿Qué hubiera hecho usted si le contaban el final de El secreto de sus ojos?

El comisario lo miró con los ojos desorbitados

-¿El guasón- continuó inquiriendo el agente – La vida es bella, El origen?

-Esa tiene final abierto.

-Tiene razón, esa no, pero, ¿y si hubiera sido Cinema Paradiso?

-¡Hijo de puta!!!

-Exacto.

-¿Qué clase de animal podría ser capaz de tal atrocidad?

-Uno que no amara el cine como nosotros, Comi.

-Está bien, pero al tipo se le fue la mano. ¿Qué película era?

-Punto de quiebre.

-¿La de Keanu Reeves?

-La de Patrick Swayze

-Punto de quiebre. ¿Y todavía no la había visto el boludo éste?, la dieron por la tele, por cable, está en Youtube, hasta te la ofrecen los que venden películas truchas en la calle.

-En la última requisa las levantamos a todas, Comi.

-Bueno, pero podría haberla alquilado en el videoclub.

-También ahí las requisamos a todas.

El comisario clavó una mirada homicida en el agente. -¿Cómo se llama?

-Mario.

-Dejáme solo con él un rato. Mándalos a los otros para el pueblo.

El comisario entró despacio a la habitación.

- Mario, ¿no?- le preguntó al detenido. Este lo miró con firmeza, asintiendo.

El comisario lo tomó con ambas manos del cuello de la camisa – A mi no me intimidas con esa mirada de Robert Mitchum en Cabo de miedo- le espetó en el rostro antes de arrojarlo contra la pared.

-¿La vio?- le preguntó Mario ya menos tenso.

El comisario sacó un cigarrillo y lo encendió- obvio- respondió mientras exhalaba una bocanada de humo.

-¿Y la nueva versión?- agregó el detenido.

El comisario tardó en responder -¡Que pedazo de pelotudo sos!!!- dijo- te cagaste la vida por una boludez como esa. ¿Y ahora qué vas a hacer, ver pelis en la cárcel?

-¿Usted qué sabe?- respondió furioso el de las manos atadas detrás de la espalda-¿vibró alguna vez en un beso de la Taylor como yo lo hice, manejó un Mustang en Bullit o cortó la soga de un condenado a la horca en El bueno, el malo y el feo?-

El comisario volvió a tomarlo del cuello de la camisa ya rasgada –Mirá idiota, me ví todo, Fellini, Redford, Tarantino, Ford, pero siempre tuve la lucidez como para diferenciar entre realidad y ficción-. Soltó al reo antes de continuar -¿conocés el monte?

-No mucho, a la noche se pone bravo.

La luna asomaba por la ventana

-Escúchame una cosa- dijo el comisario- no tenemos tiempo ni opciones. Voy a simular que te me fugaste pero la única ruta de escape es por ahí-. Dijo esto mientras señalaba el entramado de árboles y arbustos.

-¿Por qué lo hace?- preguntó el reo.

-Digamos que- contestó el comisario –por el comienzo de una gran amistad-.

Faltaban pocos metros para que el reo llegara al monte cuando el comisario gritó su nombre

-¡Mario!!..

El hombre giró sobre sí mismo para escuchar lo que decía el policía

-¡¡Vaya con Dios!!- concluyó éste.





¿Sobre qué escribir?

Charlie Feroz

La pregunta clave, podríamos decir es esta: ¿sobre qué escribir?

La respuesta no siempre es una certeza, la duda sí. La pregunta es un laberinto, una encrucijada de cientos, si exagero podría decir miles de caminos que no conducen a un sitio cierto. Exagero al decir camino, es apenas una vereda dibujada en la imaginación. Una vereda poco iluminada, donde andar es ir a ciegas, con la incertidumbre de no llegar nunca al destino.

En el estante conservo algunos libros. Unos sorprendentes, que llegan a iluminar la habitación. Tomo uno, lo abro, sorprendido leo unos párrafos. Atrapado por la maravillosa imaginativa del autor me dejo llevar, estoy como dicen atrapado en la lectura, soy ajeno a lo que sucede en las páginas de ese libro, soy un personaje menos que secundario, pero sé que estoy ahí, quizá oculto entre las sombras viendo como todo sucede, mejor dicho, creando que todo eso suceda gracias a mi imaginación. A la maquinaria inventiva de mi memoria que recrea esa realidad textual del libro.

Dejo el libro en la mesa. Tomo un sorbo de café. He leído que es bueno contar con una taza de café para mejorar el proceso creativo. Mentira. El café sólo me ha dado insomnio y algo de agruras y no he podido aún escribir una línea importante. Un sacrificio innecesario se podría decir. Pero contar con una taza de café en la mesa da una imagen intelectualmente aceptable, digna de una foto para adornar la solapa de un libro, que dudo mucho termine de escribir, quizá acompañe este pequeño texto en algún semanario olvidado en la inmensidad de las publicaciones semanales. No lo sé. Sorbo otro poco de café. Un leve eructo se escucha.

Escribir. Imagino a Jack Torrence sentado en el lobby del hotel Overlook, enclavado en las montañas de Rocosas de Colorado, dándole duro a su maquina de escribir repitiendo siempre la misma frase: “No por mucho madrugar amanece más temprano”, mientras planea asesinar a su familia. Escribo. Escribo. Escribo.

Escribir en la computadora, en el ordenador escribiría un escritor español que escribe, es fantástico, porque te permite borrar todo, como un acto de magia. Puedes estar horas, y horas tecleando el texto más maravilloso de las letras mexicanas, digno de una beca, y de proto seleccionar toda y darle a la tecla Supr, y todo desaparece. El mundo se ha quedado huérfano de la maravilla más grandes de la literatura universal. Fantástico. En un momento de iluminación todos los escritores del Fonca deberían intentar hacer esto. Nos libraríamos de lecturas tortuosas. Quizá lo escriba por envidia. No me han otorgado una beca por escribir esto.

Me detengo un rato. Intento releer todo de nuevo. Como un gatillero en una cinta de Sergio Leone mi dedo baila en la tecla Supr, si tengo agallas y soy más rápido que mi yo, podría borrar esto antes de llegar al final.

Un close up de mis ojos, la cámara se detiene por 10 minutos. Hay tensión.

Escribir es un duelo permanente con uno mismo. Al final de la batalla queda el polvo cegando al escritor. Enciende su cigarro. Otra imagen kitsch. Esto ya es una postal que embellece el oficio.

El oficio es ese. La pose genuina de quien ejerce el oficio de la escritura. ¿Es necesario dejarse la barba?, le pregunto a mi maestro de escritura creativa, que nos vemos junto con otros escritores a las ocho de la noche en una sesión de zoom, para ser escritores premiados, guarda silencio mientras acaricia su frondosa barba que nos recuerda que él es el escritor.

¿Sobre qué escribir?

Aún no tengo la respuesta precisa.

He enumerado algunos temas: Amor, codicia, odio, muerte, celos, sexo, mmm más sexo, quizá otro poco de sexo. El sexo siempre hace falta. A mi me hace falta. Ya me duelen las muñecas. Ese será otro tema en otra ocasión.

Los temas ahí están. Hace falta ahora encontrar la trama, la línea argumental el conflicto, los personajes, los tiempos narrativos, el desenlace. Y ahí tenemos ya la historia. Casi lista para empaquetar y mandar a un certamen nacional de novela, cuento o ensayo, y esperar.

La espera en sí ya es un tema. Como ese viejo general esperando la carta que no llega.

Aún no hay nada. No digo que no hay respuesta del certamen. No hay nada aún en la computadora. La historia tarda mucho. Unas cuantas líneas que han tomado rutas diferentes, no hay relación entre ellas. El caos. La anarquía literaria. Tendré que exigir al maestro de escritura narrativa me regrese mi dinero. También me quitaré estos espeluznantes vellos que apenas y crecen en mi rostro.

Escribir como un ejercicio de… la memoria, de la mente, del amor, del odio, de la paciencia. El escritor escribe ¿Sobre qué escribe el escritor?

Escribe sobre una mesa de caoba, un escritorio de metal cromado, en una mesa de mármol.

Es necesario para ser escritor tener una mascota. Ronronea entre mis piernas un gato gris.

Las ideas llegan se acumulan en la mente como si fuera un lunes en la autopista, hay tráfico, apenas y pueden las ideas andar unos cuantos centímetros. Una idea le mienta la madre a otra idea que se a metido a la cola, casi chocan, un accidente a estas horas sería un desastre. Por fin, el tráfico cede, las ideas circulan de mejor manera, la jornada esta por concluir, no hay nada claro. Han pasado horas y el escritor mira la página. No ha escrito aún sobre nada. Se da por vencido, mañana será otro día.





¿Sube o baja?

Alberto Chimal

Este mes publiqué en la revista Literal un artículo sobre literatura. Me resulta cada vez más incómodo discutir temas así en público: el texto gira alrededor de varias ideas del escritor italiano Italo Calvino, muy famosas en los años noventa (se les tenía como fórmulas para la supervivencia de la literatura en el presente siglo, nada menos) pero que tal vez ya no son tan relevantes. Quizá TikTok es más fácil y conveniente, digo en el texto, si lo que interesa es destacarse en el mundo de hoy.

A ese artículo se agregará, en un par de meses, su contraparte: otro texto que escribí, acerca del declive y el fracaso de la escritura no en la sociedad del siglo XXI, sino en la vida individual de casi todos los que se dedican a ella (los que nos dedicamos, en realidad). Aparecerá en la revista Armas y Letras. Creo que lo escribí pensando, entre otras cosas, en la incomodidad que mencionaba arriba. ¿Qué hace uno insistiendo en decir cosas, en argumentar sobre este tema que puede comprender, en ilustrar aquel otro, cuando ya está clarísimo que no hace ninguna falta? Las discusiones realmente importantes resultaron estar increíblemente lejos. Mejor tuitear un aforismo. Mejor aún no tuitear nada. (Esta nota ya es demasiado.)

Este mes publiqué en la revista Literal un artículo sobre literatura. Me resulta cada vez más incómodo discutir temas así en público: el texto gira alrededor de varias ideas del escritor italiano Italo Calvino, muy famosas en los años noventa (se les tenía como fórmulas para la supervivencia de la literatura en el presente siglo, nada menos) pero que tal vez ya no son tan relevantes. Quizá TikTok es más fácil y conveniente, digo en el texto, si lo que interesa es destacarse en el mundo de hoy.

A ese artículo se agregará, en un par de meses, su contraparte: otro texto que escribí, acerca del declive y el fracaso de la escritura no en la sociedad del siglo XXI, sino en la vida individual de casi todos los que se dedican a ella (los que nos dedicamos, en realidad). Aparecerá en la revista Armas y Letras. Creo que lo escribí pensando, entre otras cosas, en la incomodidad que mencionaba arriba. ¿Qué hace uno insistiendo en decir cosas, en argumentar sobre este tema que puede comprender, en ilustrar aquel otro, cuando ya está clarísimo que no hace ninguna falta? Las discusiones realmente importantes resultaron estar increíblemente lejos. Mejor tuitear un aforismo. Mejor aún no tuitear nada. (Esta nota ya es demasiado.)





Consejos de Joyce Carol Oates a escritores

¿Qué consejo le puede ofrecer un viejo escritor a uno joven? Sólo uno, el que él o ella podría haber deseado recibir hace años: ¡No te desanimes! ¡No mires a tus lados, no te compares con tus pares! (Escribir no es una carrera. Nadie realmente “gana”. La satisfacción está en el esfuerzo, muy rara vez en las recompensas, si es que las hay.)

“Escribe con el corazón.

“Lee mucho y sin disculpas. Lee lo que quieres leer, no lo que alguien te dice que debes leer. (Como dice Hamlet: “sé lo que no debería.” Sumérgete en el escritor que amas, lee todo lo que él o ella han escrito, incluyendo sus primeros trabajos. Especialmente sus primeros trabajos. Antes de que el gran escritor se hiciera grande, o por lo menos bueno, él o ella andaban a tientas, buscando una voz, tal vez como tú”.





Un Murciélago en el Camino

Seamus Heaney (1939-2013) nació en Bellaghy, Castledawson, condado de Derry, Irlanda del Norte. Publicó su primera colección de poemas, Death of a naturalist en 1966. Su poesía está anclada en los contextos físicos y rurales de su infancia. A medida que se desarrolla su obra, esos escenarios se convierten en el foco de una búsqueda arqueológica de los mitos e historias que han contribuido a configurar la violenta situación política de Irlanda del Norte, que sólo ha tratado abiertamente en North (1975). Otros libros suyos son: Door into the Dark (1969), Wintering Out (1972), Field work (1979), Station Island (1984), The Haw Lantern (1987), Seeing things (1991), The Spirit Level (1996) y Electric Light, entre otros. En 2000 publicó una traducción al inglés moderno del poema épico anglosajón

Un Murciélago
en el Camino

 

AUn alma murciélago despierta a la conciencia de sí misma
en la oscuridad, en secreto, en soledad.

Capaz serías de alzar un sombrero viejo entre los dientes de un trinche
y recorrer la boca del puente por el sutil placer
de un cierto batir de alas. Delgadas telarañas,

uñas infantiles que se clavan al tafilete…
Pero no la bajes, no interrumpas otra vez su vuelo,
no la niegues; en esta ocasión, déjala en libertad.

Sigue su aleteo de murciélago bajo el puente de piedra,
la vía de ferrocarril rumbo al centro del país y Escocia,
y suéltala ahí, en la oscuridad.

En un instante proyectará sombras sobres los laureles, brillantes como la luna,
o rozará la red cubierta de una cancha de tenis.
En un instante te habrá sacado ventaja en el camino.

¿Qué te propones? Sigues desviándote,
volando ciegamente sobre calderos y alambradas,
invitada por la caricia de una palabra como peignoir,

cruje y resplandece fugaz, seda tornasolada, la cautela de las inundaciones,
Tan cerca de mí que la oía respirar,
y ahí junto a la ventana iluminada tras los árboles

cuelga en enredaderas bordeando la mampostería,
ya es una hoja mojada volando en la avenida,
ya se halla suavemente cubierta por las sombras trepadoras

junto a las Rejas Blancas. ¿A quién se le hubiera ocurrido? En las Rejas Blancas
Los dejó hacer su voluntad. Quédate colgada
el tiempo que te plazca. No hay nada que esconder.





Policía comunitario de ALcozacán. Presión.

Del 31 de mayo al 6 de junio de 2021 al

#1054

cultura

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