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Los poderes públicos en
Guerrero viven en un
autismo permanente:
Jorge Rendón

 

 

Ulises Domínguez

 

 

Jorge Rendón. La crítica ciudadana. [Foto: Trinchera]

 

 

 

 

A menos de dos meses de que finalice el actual periodo de gobierno en el estado, el filósofo Jorge Rendón Alarcón no ve ningún avance social, político o económico durante los diez meses que Rogelio Ortega lleva al frente del gobierno estatal.

Por el contrario, considera que existe un retroceso, toda vez que el exsecretario general de la UAG, a pesar de asumirse de izquierda, reproduce las mismas prácticas del PRI en su etapa de máxima descomposición en el ejercicio del poder.

Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), el catedrático de la Facultad de Filosofía en la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Iztapalapa (UAM-I) observa que por parte del gobierno de Guerrero hay un distanciamiento de la realidad de los problemas locales. “Creo que los poderes públicos en Guerrero viven en un autismo permanente, no se ven sino a sí mismos”, define.

Y cuestiona algunas declaraciones del gobernador que se perciben desatinadas, como aquella de que cuando llegó al cargo vivía en una zona de confort y no conocía la gravedad de los problemas de la entidad, a pesar de que el caso Ayotzinapa estaba en su punto más candente y, sobre todo, de que Ortega tiene doctorado en ciencias políticas.

Refuta: “En un error pensar que la academia es una zona de confort (…) los académicos no vivimos en un zona de confort, vivimos en el ámbito de la reflexión y en la exigencia de contribuir a la reflexión de la vida pública”.

En entrevista con Trinchera, el también exdirector de la Facultad de Filosofía de la UAGro repasa, desde una perspectiva ciudadana y académica, algunos conceptos políticos de los diez meses de gestión de Rogelio Ortega, quien llegó al poder, el 26 de octubre de 2014, luego de que Ángel Aguirre solicitó licencia al cargo de gobernador, a consecuencia del caso Ayotzinapa.

De entrada aclara que su percepción es como ciudadano; “y desde luego uno vive con dolor la situación del estado, y por mi trabajo quizá estoy obligado a algún tipo de explicación sobre el problema”.

Explica que no se puede disociar la política local y el estado del contexto nacional. “Yo creo que el estado reproduce las prácticas del país, y las reproduce de la peor manera y de la manera más crítica. Pero el problema es un problema nacional del sistema político; es decir, lo que tenemos es una burocratización del poder, una monopolización del poder por la propia burocracia que lo detenta; y como consecuencia de ello hay una inermidad de los ciudadanos y francamente una inexistencia del ciudadano como tal, si los mexicanos no vivimos este momento desde nuestra condición de ciudadanos, es decir, que seamos capaces, incluso de escrutar las acciones del poder político”.

Entonces, cuestiona: “Yo lo que veo es un distanciamiento de la realidad y de los problemas del estado. Es decir, ¿para qué sociedad gobiernan? Ésa sería una buena pregunta para quienes ejercen el poder en Guerrero, para el gobernador”.

La entrevista tiene lugar en la sala de su casa de Chilpancingo, un espacio de doble altura de estilo rústico con un ventanal hacia el poniente que comunica con una pequeña terraza, por donde se cuela la luz solar vespertina que exalta el toque intelectual que le dan al lugar la gran cantidad de libros, películas y discos de música acomodados tanto en libreros como sobre los escritorios.

Reclinado en un sillón de mimbre, de espalda a un gran librero, el doctor en Ciencia Política empieza con tiento sus reflexiones. Explica: “De los más de tres millones y medio que somos, la mitad tiene 23 años o menos; quiere decir que las exigencias de esa sociedad no solamente no se están cubriendo, sino que parece no haber la menor intención de afrontar los retos de una ciudadanía como la que tenemos, es decir, los grandes problemas del estado son lo que tradicionalmente ha ocurrido: con una población del cuarenta por ciento campesina, pero con una agricultura de autoconsumo o en franco retroceso… industria, pues prácticamente no tenemos; entonces vivimos de los servicios turísticos; y con la situación que vivimos actualmente, difícilmente vamos a poder afrontar y resolver los problemas de esa sociedad joven guerrerense, que en otros casos sería un gran potencial, pero nosotros hemos convertido ese potencial en un gran problema, porque solamente el diez por ciento de los guerrerenses tiene acceso a la educación superior, o dicen tener un título universitario”.

Recapitula: “Entonces tenemos una sociedad de jóvenes, pero no tenemos los canales para que se consoliden académicamente y después encuentren un empleo que les permita una vida de realización personal.

“Entonces yo creo que el gran problema del ejercicio del gobierno local es no tener claro –y eso me parece gravísimo– para qué sociedad gobiernan. Da la impresión de que sus actos responden a la cotidianidad, en el sentido de atender lo inmediato, pero sin ninguna perspectiva de gobierno a largo plazo para afrontar los problemas locales; eso lo que revela es el fracaso de los poderes públicos en Guerrero. Es decir, que los problemas sean cada vez más graves revela el fracaso… y creo que los poderes públicos en Guerrero viven en un autismo permanente, no se ven sino a sí mismos”.

Autor de media docena de libros entre los que destacan El telos de la modernidad /dos estudios sobre la filosofía política de Hegel (Gedisa, 2014), Sociedad y conflicto en el estado de Guerrero, 1911-1995 (2003) y La sociedad dividida / la sociedad política de Hegel, Jorge Rendón añade: “Y pareciera ser que el periodismo local vive en esa lógica, porque vive cotidianamente la apología de ese ejercicio arbitrario del poder. O sea, tenemos también una prensa que no reflexiona, que no contribuye a una vida pública activa, a propiciar un ejercicio ciudadano”.

Entre sorbos de café, fija otro cuestionamiento: “En este contexto nacional lo más lamentable es que quien ejerce el poder lo haga bajo las mismas prácticas que han originado nuestros problemas. Es decir, a la hora de gobernar, todos gobiernan de la misma manera; y entonces eso hace que las cosas se compliquen. Es muy lamentable que quien se dice de una tradición de izquierda, o incluso con una formación académica, a la hora de gobernar reproduzca exactamente las prácticas que nos han llevado al deterioro de la vida social”.

–¿Usted confiaría en que puede hacer un buen gobierno alguien que revela que cuando llegó al poder vivía en una zona de confort y no sabía qué tan graves eran los problemas del estado?

–Eso es una visión equivocada. Los académicos no vivimos en una zona de confort, vivimos en el ámbito de la reflexión y en la exigencia de contribuir a la reflexión de la vida pública, de propiciar la participación de la sociedad en un sentido amplio. Y dadas las condiciones que estamos viviendo en México, y sobre todo en Guerrero, vivimos con una enorme preocupación. Un académico que no esté preocupado por lo que estemos viviendo, no puede llevar a cabo sus tareas de manera objetiva y con alguna posibilidad de éxito. No exagero si digo que he visto incluso angustia en mis colegas. Es decir, realmente hay una enorme preocupación. La academia tiene que ser profundamente receptiva a los problemas del país, de forma tal que a mí me parece incomprensible esta idea de vivir en una zona de confort, a propósito de las tareas académicas. Yo creo que es todo lo contrario, es obligarse a sentir los problemas de la sociedad mexicana y de Guerrero. No puede haber trabajo académico si no se viven los problemas del país, si uno no se involucra en estas realidades que nos están desbordando como sociedad. Yo creo que es un error pensar que la academia es una zona de confort.

–También admitió en una entrevista con un diario de los llamados nacionales que Guerrero era un enfermo, y dijo que ya había pasado de terapia intensiva a cuidadnos especiales y que en octubre, cuando él termine su gestión, sería dado de alta…

–Yo creo que la figura del enfermo es una figura desacertada; los guerrerenses no somos una sociedad enferma, somos una sociedad vapuleada, vapuleada por los problemas que vivimos por el ejercicio del poder que sigue siendo despótico en México, pero sigue habiendo guerrerenses comprometidos con sus tareas; y yo creo que la gran mayoría de los guerrerenses queremos una sociedad mejor y queremos una sociedad justa donde todos tengamos cabida y podamos realizarnos en el mejor de los sentidos. Pero, repito, no somos una sociedad enferma, somos una sociedad vapuleada. Y en buena parte por el ejercicio del poder arbitrario, por un ejercicio despótico del poder. Es decir, el gran problema de nuestra historia política es no haber cumplido ya una ruptura radical con el despotismo político del absolutismo monárquico español de la Colonia. En todo caso, el problema no está en la sociedad sino en un ejercicio que se lleva a cabo como un puro privilegio. Es decir, no hay la disposición a someterse a la sanción de los ciudadanos, sino de un ejercicio a espaldas de los ciudadanos para realizar proyectos y objetivos personales que nada tienen que ver con los grandes retos de la sociedad guerrerense.

–¿Qué le dice a usted que un hombre que se dice de izquierda, incluso vinculado a la FARC, de pronto se diga admirador de Ángel Aguirre?

–Yo no quisiera personalizar el asunto, yo no conozco al gobernador personalmente, pero como guerrerense percibo un quehacer político que no es de izquierda, y que hace apología de las viejas prácticas. Lo que yo percibo como ciudadano es un quehacer político que se amoldó a esas viejas prácticas; un poder político que se ejerce como lo ejerció el PRI en su fase de descomposición. Y en este caso reproducir estas prácticas no es de izquierda, sino que se termina siendo cómplice de un ejercicio arbitrario, despótico, del poder, que es justamente lo que ha ocasionado los problemas que hoy tenemos en México.

–Cuando él llegó había un gran problema, que era el caso Ayotzinapa; aunado a eso estaba el asunto de la inseguridad; eran los dos grandes retos a los que se enfrentaba Rogelio Ortega, ¿usted considera que se avanzó en esos aspectos?

–Creo que no. Pero creo que no, porque justamente no hay la disposición de quien ejerce el poder, digamos cumpliendo a cabalidad la normatividad constitucional del estado, del país. Bajo el ejercicio discrecional del poder es imposible replantearse los problemas. Yo creo que el problema de Ayotzinapa se gesta justamente por la ausencia de un estado de derecho democrático… conste que yo no estoy reivindicando aquí un derecho liberal de salvaguarda de los derechos privados, sino lo que creo es que la salida del país es un derecho donde el eje tendrían que ser los derechos políticos por sobre los derechos económicos o cualquier otra demanda privada. Es decir, es el atropello a los derechos políticos lo que dio lugar a este dolorosísimo hecho que difícilmente superaremos. Y la única manera en que lo podríamos de alguna manera superar sería ejercer el poder de una manera nueva, en favor de las demandas sociales de los derechos de todos, de los derechos políticos, cumplidos a cabalidad. Pero para esto necesitamos un gobierno que rinda cuentas, que el gobierno se someta a la sanción ciudadana. Necesitamos también un Legislativo que cumpla su papel, porque el problema no es solamente el Ejecutivo, es el conjunto de los poderes locales. Para que eso sea posible y para que de alguna manera podamos quitarnos la mancha dolorosa de Ayotzinapa es volver a un nuevo ejercicio del poder, un ejercicio del poder bajo principios jurídico-democráticos. Yo creo que hoy una sociedad democrática en el mejor de los sentidos tiene que pensar en un sentido nuevo, en un sentido que nos permita organizarnos como una sociedad de ciudadanos donde se privilegien los derechos políticos y no los derechos económicos. Los propios derechos económicos tienen que estar subordinados a los derechos políticos. El gran reto es una práctica del poder distinta; lo que hemos tenido ahora son gobiernos que se dicen de izquierda, de derecha, pero que en la práctica son exactamente lo mismo. Y eso es gravísimo porque el desencanto que eso ocasiona es terrible; cuando uno dice tener un programa político, pero la práctica es exactamente la misma, hay un desencanto social, y esto daña a la izquierda auténtica, porque pareciera que todos son lo mismo. Y eso no es verdad. Hay una gran diferencia entre pensar la sociedad en términos liberales y pensarla en términos sociales y políticos. Efectivamente, hay derecha e izquierda en ese sentido. Hay quien cree que las sociedades modernas pueden resolver sus problemas simplemente salvaguardando los derechos económicos. Y eso me parece un gran error, como hoy lo podemos ver el Europa, en Grecia, por ejemplo. Es decir, las sociedades tienen que pensarse de una manera nueva. Eso es el reto de la academia: contribuir a una reflexión que permita deslindar en qué sentido estamos llevando a la práctica una política socialista o de izquierda, en el mejor de los sentidos, y cuándo simplemente estamos reproduciendo… porque lo que ha ocurrido ahora es utilizar una serie de autodefiniciones para justificar el mismo ejercicio del poder .

–Faltan menos de dos meses para que finalice el periodo de Rogelio Ortega, ¿cree usted que deja un estado diferente, con algún avance aunque sea mínimo?

–Creo que no hay ningún avance, porque algún avance solamente puede alcanzarse bajo la convicción de que tenemos que dejar atrás el ejercicio discrecional del poder, un ejercicio del poder para beneficio propio… a todas las escalas, me refiero a escala nacional. Hoy se ejerce el poder para beneficiarse a sí mismo, a la familia, a los amigos. Hoy no se ejerce le poder para favorecer el desarrollo social y una política ciudadana. Y el único cambio posible es un nuevo ejercicio del poder, bajo el principio de que se tiene que rendir cuentas a la ciudadanía. Hoy desconocemos el presupuesto, es decir, no hay rendición de cuentas; en un estado donde no se rinden cuentas, donde no hay claridad, donde no hay controles, es imposible un nuevo ejercicio del poder. De forma tal que los que hemos estado reproduciendo una y otra vez, como en el mito de Sísifo, el mismo ejercicio del poder. Y ¡claro!, lo que hemos propiciado con ello es el agravamiento de los problemas sociales. Ese autoelogio de los poderes políticos, que cada vez es más ofensivo a la sociedad. Porque lo que vemos es una sociedad con enormes rezagos, con enormes problemas, y un país en crisis, sin búsqueda de soluciones colectivas, sin proyecto de nación desde los poderes públicos. Viven a espaldas de la sociedad mexicana actual, de sus problemas. Y son incapaces también de hacer valer los aciertos de esa sociedad, que por supuesto también en Guerrero tenemos aciertos. Pero con una política autista, que no se ve sino a sí misma, y en muchos casos con una prensa que hace apología de ese ejercicio del poder, las cosas han sido cada vez más graves. Yo lo que veo en definitiva en Guerrero es el agravamiento de la situación del estado. Y uno lo puede ver de manera muy clara: en agricultura hay un retroceso, cuando tenemos una sociedad en buena parte campesina; como todos sabemos no tenemos una industria, y el único rubro es el sector turístico. Pero en ningún caso es deseable que una sociedad dependa sólo del turismo. El turismo tendría que ser un rubro más en el conjunto de la actividad económica, cultural y social; nosotros nos hemos dejado vencer. Y eso tiene que ver con ese ejerció arbitrario y despótico del poder.

En mi opinión, la tarea de un gobierno democrático es organizar y propiciar el desarrollo social sustentado en el desarrollo económico, y para ello es indispensable dejar de depender del turismo e impulsar con seriedad la economía campesina, la agricultura, y establecer las bases de un desarrollo industrial que efectivamente nos permita alcanzar objetivos sociales de justicia.

 

 

 

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