Revolución o transformación, el dilema

José Francisco García González

Para hacer un balance del primer tercio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador es necesario contar con datos comparativos al corto plazo para no perderse en una visión inexacta de lo que está sucediendo; es decir, en los últimos dos años han sucedido fenómenos económicos y sociales que han rebasado nuestra capacidad de mediciones inmediatas, porque también, es algo que no debemos dejar de lado, el ambiente se ha saturado de datos y noticias falsas con la finalidad de confundir a la población principalmente a la menos informada, pero que justamente la que ha recibido más los beneficios de las políticas sociales impulsadas por el gobierno lópezobradorista.

Cabe anotar cinco conceptos sobre los que girará el desarrollo general de este planteamiento, a fin de no salirse de contexto. Alternancia, transición, transformación, cambio de régimen y revolución.

En año 2000, en nuestro país se logró, con el apoyo popular y un empujón de la oligarquía reinante, un cambió en las siglas y el color del partido gobernante. Después de haber gobernado el PRI por más de setenta años, llegó a ocupar la silla presidencial un hombre del Partido Acción Nacional (PAN), partido creado en la época de Lázaro Cárdenas del Río, obviamente con objetivos fundamentados en la corriente conservadora opuesta a las políticas aplicadas por el General michocano.

Con el arribo a la Presidencia del panista Vicente Fox, cuyo lema principal de campaña fue sacar al PRI de Los Pinos, tiñendo de azul la casa presidencial y eliminando el tricolor, sin más allá que eso, la alternancia se dio de una manera tersa al término del mandato de Ernesto Zedillo. Fue una simple alternancia de estilo de gobernar y de colores; no se dio un solo paso hacia la transición respecto a políticas públicas para cambiar el rumbo en el que se derrumbaba el país. Siguieron operando los mismos personajes de la vida política y empresarial con las mismas instituciones creadas en el régimen priista. Las novedades eran solo ocurrencias acopladas a las mismas políticas del neoliberalismo de corrupción y saqueo del erario. Proliferaron las fundaciones y dependencias que jugaban un papel paralelo de las instituciones formales. En sí fue un sexenio ni siquiera de experimento para avanzar hacia la transición tan anhelada por millones de pobres que esperaba cambios sustantivos en la justicia social. Las cosas empeoraron respecto a la seguridad pública con el reacomodo de los grupos del crimen organizado también ellos buscaban extender sus fronteras de influencia y ampliar sus actividades delictivas frente a un gobierno que dejaba hacer y dejaba pasar, dejando a la sociedad civil entre la espada y la pared. En relación con la economía, en donde debió haber dado un gran giro el país por los excedentes que se registraron con el incremento del costo barril de petroleó a escala internacional, arriba de los cien dólares.

Sin embargo, eso no sucedió, no se registró ningún cambio en la economía de los hogares ni se registraron grandes obras en la estructura hospitalaria, educativa, carretera y en viviendas. Esto a pesar de que las calificadoras de corte neoliberal y seguidoras de los organismos financieros internacionales anunciaban con bombo y platillo un crecimiento en la economía mexicana, cosa que jamás se reflejó en los bolsillos de los más pobres, pero sí crecían la lista de mexicanos en la revista Forbes; es decir, aparecían más mexicanos ricos, empresarios «prósperos» que acumulaban millones de pesos al amparo del poder político, atraco que hasta ahora está quedando al descubierto. Evasión de impuestos que por ley tenían que pagar, facturación falsa, latrocinios a la hacienda pública, huachicoleo en Pemex, tráfico de influencias en la firma de contratos ventajosos en la exploración y explotación de petróleo, minería y energía eléctrica, todo lo cual solo beneficiaba a un reducido grupo de mexicanos en perjuicio de millones. El sector salud no quedaba exento de este saqueo, ya que era común el robo de medicamentos y otros productos necesarios para la función del sistema de salud pública. Toda esta mezcolanza de intereses, hoy está saliendo a flote y a la luz pública gracias a la información constante de las más de quinientas conferencias mañaneras de López Obrador.

No hay que omitir la creación de fideicomisos en donde se manejaban recursos con opacidad, sin un control estricto para que fueran destinados hacia los rubros programados desde la aprobación del presupuesto anual por parte del poder legislativo.

En conclusión, para no ser repetitivos sobre el otro sexenio panista, el de Felipe Calderón Hinojosa, hay que anotar que durante los doce años del PAN, se amplió la brecha entre ricos y pobres. La inseguridad llegó a niveles preocupantes, al grado de que hasta el secretario de seguridad pública de Felipe Calderón, Genaro García Luna, está detenido en Estados Unidos señalado de nexos con grupos del crimen organizado y lavado de dinero. No hubo ningún viso de caminar hacia una transición política y económica de México. El regreso del PRI, representado por Enrique Peña Nieto, marcó un retroceso en la vida «democrática» del país y el sistema de partidos ya desgastado, aunque todavía dio un coletazo con el triunfo de López Obrador. La oligarquía mandante ya no pudo maniobrar para impedir a toda costa la llegada de un personaje con planteamientos contrarios a su estado de confort, como lo venía haciendo en las dos elecciones anteriores. Peña Nieto impulsó sus mencionadas reformas estructurales, que lejos de mejorar la economía en beneficio de más mexicanos, como lo anunciaba las estructuras de gobierno y empresarial, así como algunos comunicadores, académicos e intelectuales afines al sistema político económico prevaleciente. Por ser de la historia reciente en lo general, casi todos tenemos datos frescos de la administración de Peña Nieto y su desempeño en la silla presidencial.

Desde el principio, Andrés Manuel López Obrador plantea cambios sustantivos en su administración. En su discurso de toma de protesta, y aun desde antes en sus tres campañas presidenciales, ya tenía claro lo que se necesitaba hacer en el país para salir de la inercia neoliberal. Por lo cual, casi se daba por hecho que ya no solo era necesario cambiar de partido, sino transitar hacia una nueva forma del manejo de los recursos públicos y de hacer política para beneficio de más mexicanos. Era urgente cambiar el sentido de las políticas públicas a fin de que incluyeran a todos los sectores productivos y de la población en general. Desde el comienzo de su administración, López Obrador anunció no solo una transición, sino la transformación de la vida pública administrativa del país. Adoptando un estilo propio y distinto de gobernar, dando a conocer su programa de la Cuarta Transformación.

No se niega que hay declaraciones desafortunads del presidente, como aquella de que el neoliberalismo se había acabado, cuando la realidad es que la situación económica sigue empotrada en el sistema capitalista de producción; sin embrago, hay que resaltar el cambio de rumbo en la aplicación de las políticas públicas, considerando a todos los sectores de la población y «por el bien de todos, primero los pobres».

Entonces, sí se están registrando cambios, quizá para algunos imperceptibles, pero para otros, aquellos que están reaccionando de forma airada, son cambios que «les perjudican» su acostumbrada forma de vida. Quizá para aquel sector que ha vivido de forma modesta o con su salario ni les va ni les viene; pero al parecer pueden observar que la economía a ras de tierra ha mejorado lentamente. En una entrega anterior se trató el tema de las variables microeconómicas y el efecto que causan a escala familiar, pequeños comercios, agricultura de autoconsumo y otros grupos de trabajadores que han subsistido con el esfuerzo propio.

En los últimos días, se han emitido todo tipo de comentarios y opiniones sobre el gobierno federal; pero esas voces «críticas» desconocen, o al menos así lo dejan ver, el desempeño de los gobiernos municipales y más aún el del gobierno del estado. Los radicales (de derecha, obviamente), por su parte basan su análisis en que no existe ninguna diferencia entre los gobiernos anteriores y el presente. Consideran que es «la misma gata, nada más que revolcada» o puro gatopardismo; sin embargo, no ponen sobre la mesa lo sustancial de lo que en verdad consisten los cambios que puedan sentar las bases para ya no volver a la política de corrupción e injusticia social. México seguirá dentro del capitalismo, a pesar de que Obrador esté siguiendo otro estilo de gobernar. Por otra parte es necesario prestar atención a eso mismo, a su propio comportamiento y proceder, no solo como político, sino como persona. A primera vista, sobre todo para los «perjudicados», sus medidas son radicales, a tal grado que es considerado chavista venezolano, socialista y hasta comunista. Nada más alejado de la realidad. También, desde siempre se le ha calificado, de forma peyortiva, de populista; no obstante, en esa parte sí podría encajar su forma de gobernar, pudiera estar dentro de los rangos del humanismo y el patriotismo, al atender las causas de la parte de la población desatendida por los anteriores gobiernos y defender a la Nación, recuperando el petróleo, la generación de energía eléctrica, ya no dando concesiones de tierra y evitando incrementar la deuda pública. Mejorando la recaudación, metiendo en cintura a los morosos empresarios que ganaban millones, no aportando lo mínimo o casi nada a la hacienda pública; recuperando parte de los atracos que se hicieron con dinero de todos (mediante los impuestos y explotación de bienes de la Nación).

Para concluir, cabe aclarar que el concepto de revolución, implica un cambio profundo, por lo general violento, en la estructura de tipo político y socioeconómico de una nación, acompañado de una sublevación, motín, alzamiento armado, rebelión o insurrección popular. O según la concepción marxista planteada en Introducción a la contribución a la crítica de la economía política (1857), de Karl Marx, es un «movimiento incesante, lento o rápido, en las fuerzas productivas: ese movimiento es la base del proceso histórico, de sus cambios y de sus rupturas. Por esa acumulación permanente de cambios en dichas fuerzas no hay detención en la historia; el proceso de expansión de las fuerzas productivas no se detiene, constituye la base móvil. Ahora bien, ese movimiento choca en un momento dado con la estructura de las relaciones de producción; esa contradicción provoca desajustes, desequilibrios en la estructura social, provoca sobresaltos sociales». Esto es la revolución.

En el texto de Marx hay la convergencia de estos dos elementos: el movimiento de las fuerzas productivas y la estructura de las relaciones de producción; el choque de una base móvil y de una estructura fijada. Desde el principio en la concepción marxista, la noción de revolución es dialéctica, no es una concepción simplista ni simplificada del proceso revolucionario. Es por eso que si algunos consideran que la Cuarta Transformación se está quedando corta, repetimos: ni está dentro de los parámetros de esta categoría, ni se llegó por la vía violenta, porque los grupos de poder político y económico se siguen moviendo como peces en el agua; y tiene sentido que en esta etapa de gobierno de Obrador sigan estando presentes y coexistiendo con la cúpula de mando de la actual administración. Muchos no quisiéramos eso, pero ésta es la realidad; lo que nos queda es seguir hacia adelante y no dejar ya que los grupos de poder económico se apoderen nuevamente de la administración pública.

Así, no fue un movimiento revolucionario de masas el antecedente por lo que logró asirse a la silla presidencial Andrés Manuel, sino como se mencionó anteriormente, el fenómeno popular se dio dentro de un sistema democrático imperfecto que aún no acaba de madurar, a pesar de tener muchos años instaurados en el país.

Es pertinente estar atentos e informados de todo lo que está ocurriendo dentro de la vida pública y social, y evitar obtener con ello conclusiones erradas que vamos reproduciendo con cierta irresponsabilidad. Sin embargo, «la vida sigue» hasta donde nos lo permitan las balas y ahora la siniestra pandemia.

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Guerrero, una democracia mediocre

Humberto Santos Bautista

La elite global domina la conversación de modo que es imposible no conocer su punto de vista. Los grupos desfavorecidos, en cambio, son silenciados de manera rutinaria, lo que hace que sea fácil olvidarlos, no por malicia, sino por simple ignorancia.
Yuval Noah Harari 21 Lecciones para el Siglo XXI

¿Qué clase de democracia es ésa que solo ha servido para incrementar el número de pobres? Es una pregunta que los ciudadanos debiéramos hacernos de manera permanente, sobre todo en un contexto como el nuestro, donde la llamada democracia ha quedado reducida a su expresión más mediocre, que es precisamente la electorera, en un mercado electoral donde, en realidad, no hay alguna opción alternativa que se diferencie sustancialmente en ideologías, proyectos y programas. Las ideologías que antes diferenciaban a los partidos y que por los principios que formalmente sostenían se atrincheraban en tres grandes bloques: el centro, la derecha y la izquierda, hace mucho que las líneas que los separaban han desaparecido y todos se disputan el poder para pasar a ser los administradores del mismo proyecto neoliberal. Quizá por eso, la misma esencia de la democracia (el poder del pueblo y, por tanto, de la mayoría) se ha invertido, porque la partidocracia cada vez más descompuesta, corrupta e ignorante, conformada por una minoría, es la que termina decidiendo el destino de la sociedad, y lo hace, por supuesto, a nombre del pueblo, aunque sus decisiones no contemplen los grandes problemas emergentes de quienes dicen representar: salud, trabajo, educación, seguridad, mujeres, violencia, medioambiente, entre otros. La agenda de los partidos políticos es el poder por el poder mismo y no los problemas del «pueblo», tan reverenciado en sus discursos y tan distante de las políticas públicas. Por eso no hay políticas públicas de Estado en educación, salud, empleo y seguridad. Por eso se apuesta más a instrumentar políticas sexenales con programas que no tendrán continuidad, porque se prioriza la búsqueda de la rentabilidad política, creando clientelas que aseguren una lealtad ciega para ser utilizadas en los procesos electorales. Esa misma línea de perversión de la democracia explica las alianzas entre partidos que se suponía sostenían programas diametralmente distintos y que tenían agravios históricos.

Así, por ejemplo, la alianza que acaba de anunciarse entre el PRI, el PAN y el PRD, para ir juntos en las elecciones de 2021 y quebrar la hegemonía que ahora tiene Morena, el partido del Presidente, en la cámara de diputados, la cual ha sido duramente criticada por el propio Presidente de la República. Sin embargo, la crítica se diluye y carece de valor, cuando le reviran las propias alianzas de Morena con el PVEM, partido muy cuestionado por la corrupción de sus dirigentes, y el PES, organización de claro perfil religioso que contrasta con la adscripción de Morena en la izquierda, lo cual pareciera confirmar que la seducción por el poder está por encima de los principios. La amnesia de la izquierda la llevó rápidamente a olvidar los agravios del pasado, todo en aras de la rentabilidad política.

Por eso en Guerrero, varios aspirantes a ser candidatos a la gubernatura del estado, que antes de Morena no existían o que eran profundamente conservadores –hay que usar este concepto ahora que están de moda en el lenguaje presidencial– y que ahora se reivindican de izquierda, bien harían en explicarles a los ciudadanos que quieren gobernar cómo fue que se dio su rápida conversión y la otra pregunta que no es menos importante es cómo es que habiendo estado por mucho tiempo alejados de Guerrero, ahora dicen que conocen a profundidad sus problemas, porque si ya los conocían, ¿cómo es que se tardaron tanto para dar a conocer sus propuestas al pueblo? Y si ya fueron servidores públicos, en el cargo que haya sido, ¿por qué no se desempeñaron con la eficiencia y la honradez con la que ahora prometen hacerlo? Por último, ¿cómo piensan cumplir con los principios que definen a Morena y que el propio presidente de la República cita de manera recurrente: no mentir, no robar y no traicionar al pueblo?

Mal principio sería, y lo es, si empiezan por mentirle al pueblo, y le mienten, por ejemplo, cuando le presentan un programa asistencial y, por ahora, el discurso político de los aspirantes no rebasa esos límites, y se olvida que las banderas del asistencialismo es propia del liberalismo, pero no de la izquierda. Y el liberalismo, para la izquierda, era la cara de la explotación del proletariado. Si esto es así, entonces, para ser consecuentes con los principios de Morena y que no le mientan al pueblo, sería mejor que se presenten como lo que son, solo liberales, y no como lo que dicen ser, porque, en esencia no son de izquierda.

El otro principio está en que no le roben la esperanza a todo un pueblo, sobre todo teniendo en cuenta que la elección será en un año emblemático y con una carga histórica que es imposible soslayar: 2021, nada más y nada menos que el año en que se cumplen doscientos años de vida independiente, cuando se ganó el derecho a ser un país soberano, y esa independencia se consumó en estas tierras del Sur, gracias a la tenacidad del General Vicente Ramón Guerrero Saldaña y su ejército de hombres y mujeres leales que no claudicaron. Guerrero sembró esa semilla de la esperanza que después otros retomaron, como Juan Álvarez, Altamirano y, en el pasado reciente, las luchas de personajes como Lucio Cabañas Barrientos, por mejorar las condiciones de vida de los guerrerenses. Por ese legado, no se debe robar la esperanza a todo un pueblo.

En lo que se refiere a no traicionar, no está demás recordar que una y otra vez el pueblo ha sido traicionado y se han frustrado sus esperanzas. Se traiciona al pueblo cuando se pretende combatir la injusticia solo con consignas viejas y vacías que solo corrompen más a la democracia para que prevalezca la injusticia. La tragedia de Guerrero es la injusticia y es lo que está en la base de la descomposición social y el problema es que también los partidos políticos han entrado, desde hace mucho, en ese proceso de descomposición, y también por eso han pasado a ser parte del problema y no de la solución, porque una y otra vez le han mentido, le han robado y han traicionado al pueblo. Guerrero necesita un estadista, no un simple administrador de las miserias que le hereden para que luego se la pase culpando al pasado, para esconder sus propias deficiencias en el gobierno. Guerrero necesita ideas para poder trascender esta democracia mediocre. Lamentablemente, como bien sentenció el exgobernador priista Rubén Figueroa Figueroa en sus tiempos: «La caballada está flaca».

Esa realidad, lejos de cambiar se confirma y –lo que es más preocupante– cada día empeora más.

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Siembra de amapola en la Sierra. Única opción.

Del 7 al 13 de diciembre de 2020 al

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