Guerrero y la esperanza traicionada

Humberto Santos Bautista

Habrá mucha esperanza pero no para nosotros
Farnz Kafka

Guerrero tiene, sin duda, una historia excepcional, que no puede obviarse si se intenta comprender la forma en que se ha ido construyendo la Nación a lo largo de poco más de dos siglos. Si bien es cierto que el estado como entidad federativa tiene, apenas, poco más de ciento setenta y un años, también lo es que ha sido en estos territorios del sur donde se han escrito las paginas más luminosas de la historia de México. Es paradójico que esa historia no esté en concordancia con el destino que ha acompañado a Guerrero desde entonces, y que los grandes problemas ancestrales, como la pobreza y la desigualdad, sigan presentes en nuestra realidad cotidiana, al lado de la violencia y la corrupción de los políticos que han gobernado y gobiernan al estado.

Este año, 2021, será emblemático para los guerrerenses, no solo porque se cumplirán doscientos años de haber consumado la independencia nacional, sino también porque se celebrará un proceso electoral para elegir al gobernador y para renovar el congreso local y las presidencias municipales. Habrá elecciones en un contexto inédito, porque éstas serán Las Elecciones de la Pandemia. Quizá por eso es pertinente hacer una especie de revisión del lenguaje que los políticos han deformado tanto y que de tanto repetir las palabras que más invocan en los procesos electorales, las han vaciado de contenido y han perdido su significado. Si el lenguaje de la política carece de sustancia es porque ha perdido la identidad que antes permitía diferenciar a los actores políticos por sus programas que presentaban como opciones para los electores y que animaba los debates ideológicos del centro, la derecha y la izquierda.

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El derrumbe de El muro de Berlín, en 1988, que significó la caída del llamado socialismo real y la irrupción del neoliberalismo, hizo que todos se corrieran al centro y que las luchas por el poder se circunscribieran a organizar elecciones. Esa conversión a demócratas no necesariamente significó que pasarán a ser precisamente democráticos. En el caso de México ya se organizaban elecciones, pero la subcultura del fraude siempre estaba presente en las mismas y todavía no se ha podido trascender. En ese contexto, no se ha avanzado gran cosa y las elecciones de este año están ya marcadas por los señalamientos de fraude en los procesos internos de los partidos para la selección de sus candidatos, lo cual es apenas una muestra de que la llamada democracia sigue siendo una aspiración lejana, porque, al contrario de lo que una y otra vez repiten los partidos de todas las tendencias –desde Morena hasta el PRI, pasando por el PAN y el PRD, hasta llegar al resto de los partidos como el PT y el PVEM, entre otros–, no es «el pueblo» el que elige a los candidatos a los diferentes cargos de elección, desde los más altos hasta los de menor relevancia, sino las burocracias que controlan a los partidos y las élites que hegemonizan el poder.

En ese sentido, los intereses de los partidos nada tienen que ver con los problemas ancestrales del pueblo, y todavía menos con las necesidades del pueblo pobre, que casi siempre están asociados a cuestiones de salud, alimentación, educación y trabajo. Por eso, la verdadera base de los acuerdos políticos son los intereses de la partidocracia y de las élites que representan. Y eso mismo explica las alianzas que los politólogos definen como contranaturales, porque formalmente defienden programas ideológicos que son radicalmente diferentes. ¿Qué tienen en común el PRI, el PAN y el PRD? ¿Qué afinidades podrían acercar a Morena con el PES, el PVEM y el PT? En teoría, nada, excepto sus intereses que cada vez más los presenta como lo mismo. Y si esto es así, habrá que empezar a preguntarse como ciudadanos, si tiene sentido organizar elecciones que son muy costosas si al final no hay opciones para elegir, porque sea quien sea el elegido, solo va a administrar el mismo proyecto que esté en concordancia con los intereses de las élites. Ejemplos sobran sobre esto, pero va uno solo: cuando Estados Unidos endureció su política migratoria, el gobierno de México no tuvo más que cerrar sus fronteras en el sur, para detener la migración de los centroamericanos. El gobierno hace lo que puede, no lo que quiere; esto es, solo lo que está dentro del libreto del neoliberalismo. No se puede hacer más.

Por eso es falso que se presenten como una opción de izquierda, porque ésta, la verdad es que no existe. Si no han sido capaces de ser democráticos, ¿cómo pueden ser de izquierda? Si «en política la forma es fondo», me parece entonces que ya es tiempo de que se les empiece a exigir a los políticos que al menos tengan alguna congruencia con su lenguaje, porque al desacreditarlo, pierden toda credibilidad, y con eso, la política también se va degradando y se corre el riesgo de que pierda su papel de organizar los consensos para acceder al poder. El asalto a El Capitolio por los seguidores del presidente Donald Trump, quien perdió las elecciones, son un ejemplo de ese deterioro.

Por eso creo que para el caso de Guerrero se necesita una especie de «mal acuerdo» que empiece por privilegiar el proyecto para sacar al estado del desastre. Pero eso no lo podrán hacer los políticos tradicionales que no tienen más visión que su propia ambición que termina en un espacio de poder, porque esa pobreza de pensamiento es la que tiene en la miseria a Guerrero. Al final, el pueblo, eso que nombran sin saber qué nombran, es el que paga las consecuencias.

Se pueden ganar una elección, pero eso no significa ganar el poder, porque eso pasa por un cambio cultural y una transformación radical a la educación; si eso no se entiende, Guerrero no tendrá destino. De ese tamaño es la responsabilidad histórica, y lamentablemente, pareciera que no se está entendiendo.

Nos está haciendo falta abrir un espacio de diálogo, sobre todo, con quienes reivindican un proyecto de izquierda, que tenga como prioridad a Guerrero. Ojalá lo entiendan.

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Inercias de la lucha electoral en Guerrero

José Francisco García González

«Que la autoridad competente lo resuelva (…) cuando hay elecciones, existe la competencia y siempre se trata de descalificar al contrincante». Esto respondió el presidente Andrés López Obrador cuando una reportera le preguntó, en la conferencia mañanera, si era éticamente correcto que el partido al cual él pertenece tuviera un candidato acusado de violación, en referencia a la eventual candidatura de Félix Salgado Macedonio, seleccionado hace algunos días, mediante la aplicación de una encuesta, por acuerdo interno de cerca de dieciocho aspirantes a ser candidatos y la dirigencia nacional del Movimiento de Renegación Nacional (Morena). Y ante la insistencia de otro reportero, el Presidente remató: «…es producto de la temporada (…) a mí me fabricaron delitos para no aparecer en la boleta cuando éramos de la oposición (…) los gobernantes en turno querían a candidatos débiles (…) ellos escogían los candidatos hasta a los de oposición (…) un ejemplo es el Zeferino Torreblanca, cuando compitió por la presidencia de Acapulco (…) no le querían cómo candidato opositor». Con esto último, hacía referencia a un suceso que ocurrió en 1993, cuando después de haber rechazado múltiples invitaciones a participar en el gobierno estatal a cargo de José Francisco Ruiz Massieu, Torreblanca había preferido contender por primera vez por la presidencia municipal de Acapulco, abanderado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), como candidato externo, contra Rogelio de la O Almazán por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Cuauhtémoc García Amor por el Partido Acción Nacional (PAN). En ese entonces, López Obrador era miembro de la dirigencia nacional del PRD y fue en ese tiempo que Félix Salgado Macedonio también compitió por ese partido por la gubernatura de Guerrero, en contra de Rubén Figueroa Alcocer, abanderado del PRI, quien a la postre le ganó al perredista en esa contienda electoral. Figueroa Alcocer fue elegido gobernador constitucional de Guerrero para el período 1993-1999, del cual solo gobernó tres años. Fue obligado a pedir licencia al cargo el 12 de junio de 1996, luego de la masacre de diecisiete campesinos el 28 de junio de 1995 en el vado de Aguas Blancas, muicipio de Coyuca de Benítez, durante un operativo policiaco. El Congreso de Guerrero designó al también priísta Ángel Aguirre Rivero como gobernador sustituto para completar el período.

La naturaleza misma de una contienda electoral por cargos públicos o de elección popular, trae consigo enfrentamientos entre los adversarios y sus seguidores. Es normal que se registren pleitos y agravios que a veces se quedan estancados por mucho tiempo entre los pueblos, vecinos, parientes y hasta de parentesco muy cercano. Los dimes y diretes, primero en el interior del propio instituto político, entre simpatizantes y seguidores de tal o cual candidato o candidata y después, ya en plenas campañas, se tornan intestinas. Estas contradicciones no sirven ni resuelven absolutamente nada y sobrevienen desde antes de las campañas formales, durante y después de la calificación final de la elección por los órganos electorales, al proporcionar los resultados.

En 1994, Zeferino Torreblanca se integra a la LVI Legislatura Federal por el PRD, vía la representación proporcional, y en plenas funciones se declara diputado independiente. En 1996, participa nuevamente como candidato a la presidencia municipal contra Juan Salgado Tenorio, del el PRI, y Enrique Caballero Peraza, del PAN, y acumuló su segunda derrota. Pero en 1999 llega por fin a la presidencia municipal, gracias a que el PAN, en una coalición «de facto» no presenta candidato.

Al terminar su cargo de presidente municipal en 2002, Zeferino dedica los tres años siguientes a construir su candidatura a gobernador, con una existosa estrategia que le permitió ganar la elección interna a Armando Chavarría Barrera. El 6 de febrero de 2005, consiguió un triunfo contundente en la elección constitucional contra el priista Héctor Astudillo Flores y la panista Porfiria Sandoval Arroyo.

Así, se convirtió en el primer gobernador de oposición de Guerrero, pero aun con el amplio margen de popularidad con el que llegó al cargo, la figura de Torreblanca se fue desgastando con el paso del tiempo por no cumplir siquiera con lo establecido en el plan estatal de gobierno con el que había registrado su candidatura. Lejos quedaron las expectativas de miles de militantes de oposición al no ver ningún cambio sustantivo en el gobierno del que había llegado al poder impulsado por organizaciones y fuerzas progresistas, bajo las siglas de un partido con tradición opositora al régimen priísta y a los retrógradas cacicazgos enraizados en Guerrero, un estado que siempre ha permanecido en los últimos lugares del país en lo económico, pero con una amplia tradición de lucha y resistencia desde la etapa independentista hasta nuestros días, y que en su gran mayoría apoyó en la elección de 2018 al proyecto de la Cuarta Transformación encabezado por López Obrador.

Es necesario anotar que a pesar de que Guerrero es la entidad con mayor atraso del país, un reducido grupo de gente dedicada a la política y a los negocios ligados al presupuesto público se ha beneficado precisamente de esto. Pareciera una contradicción; sin embargo, es una marcada condición para desentrañar desde el fondo el por qué seguimos anclados en el atraso; por qué un elevado porcentaje del pueblo vive condenado a permanecer en la resignación.

Sin embargo, existe la otra cara de la moneda. A pesar de ser un pueblo tan politizado, es evidente que eso no ha ayudado mucho. La lacerante pobreza de los pueblos y las necesidades históricas orillan a la gente a vender hasta su conciencia y dignidad (se hizo durante muchos años con el PRI en elecciones antidemocráticas y fraudulentas). Por otra parte, existen registros de expropiaciones de tierras a campesinos de las zonas costeras; el ejemplo más ilustrativo es el de Acapulco en el gobierno de Miguel Alemán Valdez y después con Carlos Salinas de Gortari bajo el pacto de las concertacesiones con el panista traficante de influencias Diego Fernández de Ceballos, especulando sobre la gran extensión de terreno en Punta Diamante para el desarrollo turístico, durante el gobierno de José Francisco Ruiz Massieu, cuñado del entonces presidente de la República.

Ahora también existe la explotación indiscriminada a cielo abierto de metales preciosos por compañías extranjeras, muy cerca al río Balsas, lo que propicia contaminción no solo de sus aguas, sino también de los mantos acuíferos que dan de beber a los habitantes de las partes bajas de las riberas del río. Luego entonces es a todas luces conveniente para pocos vivales hacerse ricos a costa de la ignorancia de muchos; principalmente, esa clase política que transpira miseria profesional y de conocimientos básicos para estar a nivel de verdaderos gobernantes. Navegan con discursos demagógicos cargados de mentiras y ocurrencias que, obviamente, saben que jamás se han de cumplir. Pero a esa clase de politiqueros solo los mueve el interés de mejorar su propia condición económica y la de sus más cercanos.

Eso es lo que López Obrador ha definido cómo la «búsqueda vulgar del poder»: que una vez empoderados se siguen, tratando de arraigarse en los cargos públicos, se vuelven inútiles para desarrollar una actividad productiva distinta a la que se acostumbran de inmediato. Es entonces que buscan el poder por el poder mismo. Pero resulta demasiado difícil romper con el esquema hegemónico de las oligarquías que imperan en los sistemas emanados del capitalismo o del socialismo burocrático y luego con una clase política rupestre y con falta de imaginación. Han de pensar que peleando y tirándose lodo frente a los electores cubrirían las expectativas para dirigir bien a una sociedad. En los regímenes de explotación capitalista y sobre todo en los países dependientes de otras economías más desarrolladas, existe de todo, desde mandamases hasta peones, como lo sigue siendo en México hasta ahora; en donde por décadas los políticos han estado bajo el mando de empresarios y de los poderes fácticos que mueven miles de millones de pesos realizando actividades ilícitas, pero que crecieron y se fortalecieron bajo la sombra del poder político que siempre discurrió por el camino de la impunidad y la corrupción.

Es bien cierto que difícilmente se podrá terminar con las inercias a las que la sociedad se acostumbró a aceptar como eventos naturales o insalvables; es decir, todo lo malo anunciado por los gobernantes en turno se acataba a pie juntillas. Pocos fueron los que protestaban en los momentos precisos cuando desde las altas esferas del poder se dictaban las ordenes en perjuicio de las clases sociales más bajas; así también fueron los de primera línea los que sufrieron y siguen soportando la represión, marginación y el desprecio de los poderosos, que afortunadamente ahora están viendo menguado su poderío. Pero así mismo, vemos cómo llegan a ocupar espacios de primera línea personajes faltos de preparación y sin conocer a ciencia cierta en qué consiste todo el proceso de la transformación propuesta por Obrador, de renovar las formas de hacer política, transparencia en el manejo de los recursos públicos en todos los niveles, implantando cambios progresistas en donde todos los sectores de la población se incluyan en esta tarea que conviene a las mayorías e ir dejando atrás esas posiciones retrógradas de exclusión social, discriminación absurda que tanto daño le ha causado al pueblo desde la época de la colonia española.

Esa forma de hacer política en el país cae en desuso, pero tuvo un respiro con el desatino del inestable y paranoico presidente estadunidense Donald Trump, al arengar a sus huestes a irrumpir en El Capitolio del imperio gringo, amenazando con ello la credibilidad al sistema democrático más antiguo de América. Con esto queda en el registro y la evidencia de que dondequiera se cuecen habas y que los intereses sean grandes, medianos o pequeños, mueven las fibras de la naturaleza humana por no querer perder sus bienes y su zona de confort.

Lo de Felix Salgado Macedonio, ante esto, vendría siendo peccata minuta; sin embargo, en nuestra orbita, en nuestro microcosmos, se crea una fuerte vorágine que azota los tablones del barco de la Cuarta Transformación, en el que todos los candidatos se están trepando, incluyendo a los que están en el camino de la relección, que, dicho sea de paso, deberían repasar ese pasaje de la historia de Francisco I. Madero en contra de El Porfiriato y aprenderse la frase de «sufragio efectivo no reelección». Pero, ¿qué se puede esperar de una clase política subdesarrollada, destinada a no marcar pasos en la historia, sino acumular bienes que al final de cuentas ni saben disfrutar? Y conocemos muchos de estos casos.

Otro ingrediente más que no debemos perder de vista es que los poderes facticos que tienen bajo su control regiones completas en el estado, también se encuentran preparados para intervenir en las próximas elecciones, en donde habrá relevo en todos los puestos de elección popular, excepto de senadores. La inconformidad que se ventila tanto en las redes sociales, medios locales y nacionales respecto a la eventual candidatura de Félix Salgado tiene más de dos lecturas, pero la más interesante es, como lo recordó el propio presidente Andrés Manuel: «…es producto de la temporada (…) a mí me fabricaron delitos para no aparecer en la boleta cuando éramos de la oposición (…) los gobernantes en turno querían a candidatos débiles (…) ellos escogían los candidatos hasta a los de oposición»… y si es fuego amigo, todavía peor.

Sin embargo, habría de dejar en claro que esta estrategia es para ingenuos en estos menesteres de política petatera (politiquería o grillas), quizá los milenias. Pero ni ellos. Pero de eso a creer que el movimiento feminista, ahora sí anda buscando hacer justicia, hay que decirles que tienen mucho trabajo rezagado. Y a futuro, todavía más.

Al tiempo.

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Aspirantes. Cuestionamientos.

Del 11 al 17 de de enero de 2021 al

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