La doble moral de la política

José Francisco García González

Hay naturalezas nerviosas que se estremecen cuando estalla un cohete y nada sienten cuando truena el cañon. Hay almas que se escandalizan de una falta y no se alarman ante un crimen.
Ignacio Manuel Altamirano.

La única forma de explicar el comportamiento moral es a partir de la ética, como disciplina que elabora hipótesis y teorías sobre los valores de la doctrina del buen actuar, propone conceptos, explica categorías relativas a la conducta humana. Ante los hechos morales, la ética aspira a encontrar sus principios generales, no simplemente se dedica a registrarlos y describirlos, sino que los trasciende mediante una explicación lógica del comportamiento de sociedades en distintas épocas y circunstancias. Es decir, no es lo mismo la forma como se establecen las relaciones políticas, comerciales y hasta diplomáticas en la era moderna, que las establecidas en la Edad Media o en la Antigüedad, ya no digamos en el Neolítico, cuando la raza humana apenas se organizaba en pequeñas aldeas bajo el régimen de trabajo comunal, ayudándose con inventos rupestres de herramientas de piedra, huesos de animales y, sobre todo, con el desarrollo de la agricultura y el manejo del fuego. Desde esa perspectiva, la ética elabora conceptos, hipótesis y teorías que sirven para analizar, incluso, parte de la evolución humana. Significa que la ética, como ciencia, intenta explicar los hechos tal como son, independientemente de su valor emocional o comercial. Desarrolla conceptos, juicios y raciocinios, y no por sensaciones, imágenes, pautas de conducta que pudieran ser engañosas ante la mirada fácil de aquellos que tratan de explicarse el comportamiento humano en general, como alguna vez lo consideró Peña Nieto, siendo presidente de México, de que culturalmente todos los mexicanos éramos corruptos.

Pero, ¿qué es lo que explica que dentro del quehacer político sea tan recurrente, que la sentencia de Maquiavelo, de «el fin justifica los medios», encaja a la perfección en esta actividad? La frase aplica en política, negocios o, incluso, en las relaciones interpersonales. Esto significa que cuando el objetivo final es «importante», cualquier medio para lograrlo es válido; incluso, pisotear los derechos o la dignidad de los demás.

Por más que el ahora presidente se esfuerza día a día para dignificar el oficio político y acercarlo a donde éticamente debería embonar (en el servicio a los gobernados) –siendo dignos representantes de las causas más justas, percibiendo salarios acordes al esfuerzo y trabajo desarrollado en la función pública–, parece que sucede exactamente lo contrario.

Uno de los periodos más admirables de la historia de México, que todo mexicano bien intencionado debería conocer aunque de manera general, es el del periodo de Reforma, la cual contó con actores políticos de una lucidez, honradez y humildad patriótica de verdad extraordinarias.

Por eso el epígrafe de Ignacio Manuel Altamirano, abogado, escritor, periodista, maestro y político mexicano, nacido en Tixtla de Guerrero, un 13 de noviembre de 1834 y fallecido el 13 de febrero de 1893, que junto a Gonzalo Esteva fundó la revista literaria El Renacimiento (1859), y con Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez El Correo de México (1867), además de El Federalista (1871), La Tribuna (1880) y La República (1880). Altamirano se desempeñó como diputado en el Congreso de la Unión en tres períodos, además de ser procurador general de la República, fiscal, magistrado y presidente de la Suprema Corte, así como oficial mayor del Ministerio de Fomento; también trabajó en el servicio diplomático mexicano, como cónsul en Barcelona, España; París, Francia, y al final, cumpliendo una misión diplomática de Porfirio Díaz. Otras de sus frases célebres son: «Estoy pobre porque no he querido robar. Otros me ven desde lo alto de sus carruajes tirados por frisones, pero me ven con vergüenza. Yo los veo desde lo alto de mi honradez y de mi legítimo orgullo»... «Hay partidarios que harían gustosos lo mismo que combaten»… «El poder tiene espinas, pero para algunos gobernantes es sabroso, con todo y ellas, como las sardinas»… «El poder es duro oficio, pero para algunos es el único». Ese periodo debería ser de enseñanza para los que pululan buscando un cargo público, tratando de asegurar con ello el beneficio de vivir del erario durante unos años y quizá hasta salir ricos de ahí, una vez concluida la encomienda.

Otro ejemplo es la postura de Vicente Rivapalacio Guerrero, político, militar, jurista y escritor mexicano. General de la chinaca guerrillera que combatió principalmente en la zona del bajío. Al terminar la Guerra de Reforma, el presidente Benito Juárez le dijo al General Rivapalacio: «General, a usted se deben más de tres años de salario», a lo que él le contestó: «No señor presidente, a la Patria se le sirve, no se le cobra». Otros de esa generación de brillantes mentes honestas, fueron Ignacio Zaragoza, combatiente en la Batalla de Puebla en contra del ejército francés que invadió a México para cobrar una absurda y ridícula deuda de un pastelero francés. El 27 de noviembre de 1838 los franceses abrieron fuego contra la fortaleza de San Juan de Ulúa y se posesionaron de ésta, y el 5 de diciembre atacaron el puerto de Veracruz. Esta primera invasión francesa es conocida como la Guerra de los Pasteles. Posteriormente, la intervención estadounidense en México, ​​ llamada también Guerra mexicano-estadounidense o Guerra de Estados Unidos-México, ​conflicto bélico entre los dos países que duró de 1846 a 1848, y concluyó con la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo, cuando Santa Anna cede más de la mitad del territorio mexicano. Y a su regreso al poder, traído por los conservadores más recalcitrantes, este vendepatrias celebró un contrato de venta con el gobierno de Estados Unidos, por el cual nuestro país cedía el territorio conocido como La Mesilla, que abarcaba parte de los actuales estados de Chihuahua y Sonora en 1853. La venta de La Mesilla ocurrió debido al interés que tenía el gobierno y los inversionistas de Estados Unidos por construir el ferrocarril que comunicara a Texas con California, para lo cual envió al comisionado Gadsden a negociar con Santa Anna, y éste le ofreció diez millones de dólares por un terreno «árido que no valía nada». Ese mismo día, Santa Anna aceptó la oferta y recibió como pago solo siete millones, que fueron a engrosar su bolsillo particular. No en balde le decían el Quince Uñas, aunque en realidad tenía catorce, pues junto a su pierna, también perdió uno de sus dedos. Ante el hartazgo de la gente burlada y oprimida por el régimen santanista en 1844, durante una revuelta contra la entonces dictadura de «Su Alteza Serenísima”, un grupo de opositores robaron la pierna y la arrastraron por toda la ciudad, hasta perderla en un lugar desconocido. Con los antecedentes históricos del tristemente célebre Antonio López de Santana, éste debería ser el ejemplo perfecto para toda una clase política y empresarial cuyo credo es de la rapiña, el hurto de los bienes públicos, pero que se presenta en público con rostro de gente bien. Aunque detrás de todos sus bienes existan antecedentes oscuros, para vergüenza de su descendencia. DE aquella época, hay hechos de deshonestidad sumamente vergonzantes. Cuando Santa Anna llegó a la Presidencia por última vez, el 20 de abril de 1853, su gobierno sufrió la pérdida del conservador secretario de Relaciones Exteriores, Lucas Alamán, que era el único capaz de controlar a la figura que posteriormente sería: «Alteza Serenísima». A partir de ahí, Santa Anna perdió completamente el rumbo, y se dio aires de emperador, gravando al pueblo con impuestos ridículos y agobiantes, cuyo único propósito era sostener a su corte de incondicionales y lambiscones (existe gran semejanza con la actualidad, incluso de algunos gobernadores mediocres y ladrones). Todo esto provocó nuevos levantamientos armados, como el acaudillado por el viejo cacique sureño Juan Álvarez, quien, junto con Ignacio Comonfort y otros prominentes liberales, proclamaron el Plan de Ayutla. El gobierno estadounidense quiso aprovechar este desorden para manipular las ambiciones de Santa Anna, en su deseo de mantenerse en el poder y derrotar a sus enemigos; sin embargo, ya no les fue posible sostenerle en el poder. Por otro lado, está el ejemplo de esos hombres de fortaleza a toda prueba, como Santos Degollado, hombre de fe religiosa, que antes de cada batalla hacía oración con sus combatientes. Otro de esos ejemplos a seguir es el de Joaquín Francisco Zarco Mateos, destacado político, periodista, historiador mexicano, miembro del Congreso Constituyente de 1856 y escritor liberal de la Reforma. Su labor periodística tuvo gran trascendencia y singularidad en la prensa mexicana, y por ella sufrió persecuciones y prisión; pero inquebrantable, cualquier espacio era bueno para lanzar sus discursos incendiarios. Por otra parte tenemos a Ignacio Ramírez Calzada, conocido como el Nigromante. Fue un escritor, poeta, periodista, abogado, político e ideólogo liberal mexicano. Por su papel en la política es considerado uno de los artífices más importantes del Estado laico mexicano. Y también figuró Guillermo Prieto Pradillo, nacido en 1818 en la ciudad de México. Fue escritor y político mexicano. Guillermo Prieto cultivó todos los géneros literarios y fue, además, cronista y poeta popular de las gestas nacionales y acompañó al presidente Benito Juárez, durante la travesía por el país, montados en un sencillo carruaje de la época. Fue dos veces Ministro de Hacienda y cuando murió, en Tacubaya en 1897, al saco que se llevaría a su tumba le faltaban botones. Qué raro, ¿no? ¿Ahora en dónde vemos esto? Y no solo un secretario de hacienda que al dejar el cargo esté hundido en la pobreza, sino cualquier funcionario de medio pelo, incluso en los estados, si hasta de los ayuntamientos salen con casas nuevas, carros y demás. De Benito Juárez ya ni para extendernos. Murió sin tener grandes propiedades, igual que Melchor Ocampo, a pesar de haber heredado una hacienda en Michoacán. O el propio Altamirano, del cual hemos citado algunas de sus frases.

Actualmente, Guerrero, como otros estados el país, está inmerso en un proceso electoral que poco le beneficiará al proceso de cambio de algunas cosas de la vida pública impulsado por Obrador, ni aunque ganaran los de su propio partido. Muchos de ellos, hombres y mujeres, se han colgado de la imagen del Presidente, desde la primera elección, en 2006, en la que compitió por la presidencia de la República, ante Felipe Calderón Hinojosa y Roberto Madrazo Pintado. Esa parte de la historia reciente debe de tenerse presente. En este espacio se ha abordado cada vez que hay que contextualizar sobre el genocidio de mexicanos (hombres y mujeres) que aún no cesa y se recrudeció a partir de la declaración de la guerra al narcotráfico por parte del Estado mexicano encabezado por Calderón, con un grado alto de absurda irresponsabilidad, pero con la clara intención de legitimarse ante el cúmulo de protestas por el fraude electora. Su doble moral quedó evidenciada y no solo por haber sido producto de un atraco a la democracia, sino por haber colocado en un puesto clave de la seguridad pública a un agente de los mismos grupos del crimen organizado, a Genaro García Luna, preso en Estados Unidos. El panismo es donde más encontramos rastros de la doble moral. Por la mañana acuden a misa, se confiesan y comulgan; por la tarde ya están cometiendo actos criminales, defraudando a la hacienda pública. La hipocresía ha sido una forma de vida de generaciones de ese reducido grupo de oligarcas. Algunos vienen desde el conservadurismo más rancio de los opositores a la Independencia; de grupos religiosos que condenaron y excomulgaron a Miguel Hidalgo y José María Morelos. Ese reducido sector de avariciosos prestamistas usureros, junto a los bienes de la iglesia, fueron fundamentales para financiar a los opositores de los liberales del siglo XIX en México. Pero siguieron manejando grandes fortunas, fortaleciéndose durante el Porfiriato, que otorgó facilidades hasta el hartazgo a los inversionistas nacionales y extranjeros. Los mismos que celebraron con champaña la caída del gobierno de Francisco I. Madero y operaron con dinero en medios de comunicación y compra de armas, para dar el golpe de Estado durante la Decena Trágica, días oscuros para la democracia y el pueblo; de luz y renacer para los bandidos que hasta ahora todavía los vemos referirse a Obrador con expresiones iracundas. Su paranoia quedó evidenciada al proponer juntar a los partidos en una alianza perversa, aquellos que antes fueron férreos adversarios en el debate y en contiendas electorales.

Si bien es cierto que no podemos aceptar a ojos cerrados, la declaración de Andrés Manuel López Obrador, cuando de que ya no hay neoliberalismo ni corrupción, sí debe de valorarse el enorme esfuerzo que se está haciendo desde el gobierno federal por extirpar ese cáncer dañino, al que cuando menos nosotros si nos pronunciábamos y protestábamos por que se terminara. Y ahora que vemos que salen a la luz pública, por aquí y por allá, actos de corrupción desmedida, debemos seguir alzando la voz, a pesar de que la tarea está muy cuesta arriba.

Bajar la guardia significa que todos aquellos grupos de interés, opositores a los pocos cambios logrados por López Obrador, pudieran regresar por sus fueros, y eso no lo podemos permitir. En pláticas de café y debates virtuales, hemos puesto atención a las posturas que cada quien tiene al respecto. Nuestras modestas conclusiones son: que ocultos en un ropaje de críticos libres, esconden el verdadero sentido de su oposición al gobierno impulsor de su plan de gobierno, autodefinido como la cuarta transformación del país. Consideramos que el blanco al cual se apunta está torcido hacia la izquierda, porque los reales enemigos del pueblo y la patria, son los que quieren seguir con sus prebendas y beneficiándose con los dineros del erario. Al tiempo. Dejemos que la historia marque lo bueno y lo malo del gobierno que todavía no llega ni a la mitad del camino.


 

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#LaEsquinaDeXipe

Se equivocó el Presidente con el Morena

Eduardo Añorve

Se equivocó el presidente, y ahora nos toca sufrirla.

Cometió un error estratégico el presidente López Obrador, y los guerrerenses padecemos algunas de las consecuencias de su decisión al sufrir la imposición de candidaturas de personas corruptas, impopulares, anodinas, oportunistas y contrarias al proyecto de la llamada cuarta transformación, columna vertebral del gobierno suyo: dejó a la deriva al partido que construyó para ganar la presidencia de la República, restó importancia a la relación entre el partido y su gobierno, pretendiendo que no le era necesaria, sin vislumbrar, tal vez, que aquel no sólo debía servirle para ganar, sino también para gobernar a través de obtener la mayoría en las cámaras de diputados estatales y federal, la de senadores y los ayuntamientos municipales los seis años de su mandato.

A fines del año 2019, el presidente declaró públicamente, en una de las llamadas conferencias mañaneras, que ponía su sana distancia entre él y su partido, el Morena. «Andrés Manuel López Obrador afirmó que en México se acabaron los tiempos del líder moral, el primer militante y el caudillo que dirigía al partido en el poder», reportó Isabel González en Excélsior, el 22 de agosto de ese año.

Y, para probar su dicho, el presidente rehusó asistir al congreso nacional del Morena, que se realizaría en noviembre de ese año, arguyendo que importaba más atender los intereses de la Nación. En ese congreso se pretendía renovar la dirigencia de ese partido político.

López Obrador dijo a los integrantes de su partido que no abandonaran los principios y los ideales del Movimiento de Regeneración Nacional, que rehuyeran a la ambición del dinero y a los acuerdos cupulares y que se dedicaran a servir a los ciudadanos; les recomendó no incurrir en las viejas prácticas de manipulación, inducción al voto y el acarreo, ni a los enjuagues de la época neoliberal, sino que se dejara en libertad a los militantes.

Confió en que dentro del partido deberían hacerse los acuerdos para la elección de la nueva dirigencia, habiendo antes rechazado la invitación de los diputados para intervenir en el congreso, dejando en claro que no se consideraba como el jefe político, como se hacía en otros sexenios.

Pero los morenistas de la cúpula desoyeron a su presidente, atendieron a sus intereses de grupo y no a los colectivos, y no se pusieron de acuerdo. La élite que dominaba el partido (Berta Luján, Mario Delgado y Yeidckol Polenvsky) no se puso de acuerdo, y no hubo congreso.

Sobre este asunto, el analista político Lorenzo Meyer planteó: «Quizá hasta se pueden dar el lujo, realmente, de hacerlo muy abierto, y que no quede como en el tradicional acuerdo priista, donde lo que decía el Señor Presidente –sin decirlo públicamente– era lo que se hacía. Aquí queremos… yo no soy militante de ningún partido, pero, como ciudadano, me interesa que los partidos sean lo más transparente posible, y si éste está en el poder, es casi su obligación, ya que empieza un nuevo ciclo político… dejar claro, en el inicio –y subrayo–, en el inicio, porque, de esos inicios se hacen las tradiciones, buenas o malas, que van a prevalecer en el futuro. Que sea una cosa abierta y de la que no tengan que avergonzarse». Pero no tienen vergüenza.

En medio de ese zafarrancho de la cúpula del Morena (que lo llevó a la inmovilidad legal y política), López Obrador retomó el asunto en una de sus conferencias, a mediados del mes de diciembre de ese año. Que no se entrometería en la vida interna del Morena, dijo; y aseguró que ningún funcionario público debería intervenir, amenazando con que se interpondría una denuncia, en caso de comprobarse alguna irregularidad.

Pidió, nuevamente, a los militantes de su partido, a la cúpula, a la élite, que se pusieran de acuerdo; pero no hubo acuerdo, sino más encono entre ellos, y pugnas, e intervino la autoridad electoral y les impuso a Mario Delgado Carrillo como presidente, a través de una encuesta realizada por el INE, en octubre del año 2020.

En otra conferencia realizada días después, López Obrador reprochó a los morenistas que protestaron y se quejaron por esa imposición que bien merecido se lo tenían por no haberse puesto de acuerdo desde el principio.

Y a fines de diciembre de ese año, López Obrador volvió a deslindarse de su partido y dijo no le correspondía ni se metería en el asunto de la alianza electoral entre el Morena, el PT y el PVEM, al ser cuestionado sobre si esa alianza compartía ideales.

Sin embargo, la postura del presidente cambió, a mediados del mes de febrero, cuando intervino en la vida interna de su partido para defender públicamente, en una conferencia suya, la candidatura y la persona de Félix Salgado Macedonio (candidato del Morena a la gubernatura de Guerrero), quien fuera acusado penalmente de delitos sexuales contra varias mujeres. Y volvió a hacerlo en otras ocasiones, hasta que exclamó la frase de ¡Ya chole!, que tantas incomodidades le causara.

Volvió a los tiempos del líder moral, el primer militante y el caudillo que dirigía al partido en el poder. ¿No?

¿Qué hechos obligaron a Andrés Manuel actuar ahora en sentido contrario a lo que había dicho y demostrado en los años anteriores, interviniendo para defender a un militante de su partido, violando su propio dicho, su propia promesa de no involucrarse en la vida interna del Morena? Sólo él sabe.

En el caso del Ejército y de la Marina, López Obrador reculó en su pretensión inicial de gobernar sin su influencia y disminuir su presencia en el país y en la vida política pública, probablemente acicateado por las circunstancias de la seguridad pública y la corrupción imperante en la burocracia federal, en todos los niveles.

A pesar de las críticas de tirios y troyanas, de conservadores y liberales, de mexicanos y extranjeros, de organizaciones de las llamadas de civiles y defensoras de los derechos humanos, y de presiones en sentido contrario, y de la acusación de militarizar el país, López Obrador ha fortalecido el papel del Ejército y la Marina en la vida pública, administrativa y política, y seguirá fortaleciéndolo, aunque con otra perspectiva: no, ya, como represores y garantes de los privilegios de la que él llama la mafia del poder de los conservadores (como los califica), sino desde una perspectiva más utilitaria, más comunitaria, en función de los programas sociales de su gobierno, de su programa de gobierno, en actividades tan importantes como el combate a la corrupción o la construcción de infraestructura y otras obras, como su brazo derecho en el gobierno.

La pregunta es obligada: ¿Por qué no hizo lo mismo con su partido, el Morena?

Uno de sus compañeros de correrías políticas, Muñoz Ledo, opina lo contrario: que el presidente sí tiene injerencia en el partido y que Mario Delgado es su títere.

En el programa de medios digitales La Octava, el 11 de abril pasado, Muñoz Ledo cuestionó y aseguró: «¿Tú crees que la campaña para la presidencia de Morena tuvo una bendición de arriba o no? Todo mundo sabe que el presidente quería un hombre operativo, una gente que lo obedeciera para poner a los candidatos del designio. Esa persona era Mario Delgado».

En un texto publicado en ese sitio digital, relacionado con la entrevista que concediera Muñoz Ledo, se cita otra afirmación del veterano político: «El presidente de la República quiere acumular poder. Esto es evidente. Es la política centralista, no la política democrática, sino la parte autoritaria».

Pero se equivoca Muñoz Ledo: la acumulación de poder que ha hecho López Obrador no obedece a su talante autoritario per se, sino a su necesidad de concretar su programa de gobierno, es una cuestión –aquí sí– operativa. En realidad, lo autoritario que puede existir en las acciones del Presidente responden a su necesidad de combatir la corrupción, de procurar mejoras en la vida de los pobres, y no para acumular el poder en sentido tradicional; es decir, como un vicio del gobernante, como un acto prepotente e individual, ególatra, avaricioso, tal cual hicieran los presidentes anteriores y la mayoría de los actuales gobernadores, sino como en lo que se da en llamar un hombre de Estado.

Pero la pregunta subsiste: ¿Cómo fue posible que no actuara de modo similar a como lo hizo con el Ejército y la Marina, en el caso de su partido? En sus dos primeros años de gobierno dejó libre a su partido, y se equivocó, y ahora la nueva mafia en el poder (los Ebrard y los Monreal, los Salgado Macedonio, los Delgado Carrillo, etcétera) lo tiene de los désos, es rehén del PVEM y del PT, y los morenistas de las bases están confundidos, desolados, desilusionados, desesperanzados, amenazados por malos gobiernos por venir, por el avance de la derecha, de los conservadores, de los enemigos de la llamada cuarta transformación en cada municipio, en cada distrito y en cada gubernatura en disputa. A aquellos, los necesita para gobernar. Y estos, todavía tienen esperanza en él. Y ya es tarde para verlo recular, parece.

 

PD: Que al Mario Delgado Carrillo le van a aplicar la voladora, dicen, por sus malas artimañas.


 

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Lecciones de democracia

Humberto Santos Bautista

Desde nuestro punto de vista, al menos, fuimos una generación revolucionaria... Qué lástima que nos perdimos la revolución..
Tony Judt.

Se cuenta, que al triunfo de la revolución cubana, Fidel convocó a una reunión de urgencia para reorganizar el gobierno y conformar el gabinete que lo acompañaría en esa tarea de inaugurar el nuevo régimen de la revolución. Llegaron todos los comandantes y los más cercanos y leales del movimiento 26 de Julio. Una vez instalados todos, Fidel abrió la reunión con una pregunta:

 

–¿Quién es economista?

El Che Guevara que estaba al fondo de la sala y que no oyó bien la pregunta, levantó la mano.

–Te harás cargo del Ministerio de Economía –le dijo Fidel.

 

Terminada la reunión, alguien preguntó al Che por qué había aceptado ese ministerio. El Che contestó que a él le pareció que Fidel había preguntado que quién era «comunista», y que por eso había levantado la mano. La anécdota es famosa y así fue como el Che, que era más bien un hombre de acción –un revolucionario de tiempo completo, lector permanente y, a su manera, un educador– se desempeñó como Ministro de Economía, mostrando desde el principio su desapego al cargo burocrático y su desprecio por el dinero (los billetes los firmaba con el seudónimo del Che).

La anécdota viene a cuento porque en las luchas por cambiar los regímenes de gobierno para avanzar con un proyecto que tenga como fin mejorar las condiciones de vida de los más pobres y mitigar en algo la desigualdad, un movimiento que tenga esta finalidad, debiera rodearse de sus mejores cuadros, probados  y templados en la lucha por alcanzar una sociedad mejor, porque ningún cambio político es posible si no se sustenta en un cambio cultural, y para emprender una tarea de esa magnitud no basta con ganar elecciones, porque de lo que se trata es de ganar el poder. Y ésa es una tarea cultural que solo es posible hacerla si se tiene claridad en los fines del movimiento. ¿Para qué votar si solo se va a elegir a burócratas que van a terminar administrando el mismo proyecto neoliberal, por la incapacidad de pensar en un proyecto propio?

En el Morena pareciera que el partido marcha por una vía paralela al proyecto de transformación que reiteradamente ha ofrecido el presidente Andrés Manuel Lopez Obrador, impulsando un cambio verdadero en México para terminar con el régimen de privilegios y teniendo como principio que por el bien del país, «primero los pobres». Sin embargo, para consolidar la llamada 4T se necesita no solo ganar la mayoría de los diputados que integrarán la nueva legislatura, sino de promover una profunda reforma cultural y educativa que permita el diseño de políticas de Estado para atender los grandes problemas emergentes del país, como la cuestión ambiental, pobreza, educación, salud, migración y economía, por ejemplo. En Guerrero, hay que ganar la gubernatura, pero con un proyecto propio que tenga como fin atender las brutales desigualdades que ahora caracterizan a la entidad, y una tarea de esa magnitud solo será posible teniendo a un Estado educador. Y eso es más que tener al gobierno.

Por eso, no se puede pretender salir de la pobreza económica, si primero no se supera la subcultura de la miseria política. ¿Cómo vamos a salir de la pobreza si se sigue pensando que la democracia solo consiste en ir a votar el día de la elección, por cualquier candidato que el partido  designó por arreglos cupulares sin el menor respeto por la militancia y menos por el pueblo? La democracia, se lee en el Artículo Tercero Constitucional –el mismo que reglamenta la educación–, no solo es un régimen jurídico (para elegir autoridades), sino un proyecto fundado en el mejoramiento constante de las condiciones de vida de la población. ¿Cuántos candidatos a los diferentes cargos por Guerrero, tendrán siquiera una idea lejana de nuestro concepto de democracia plasmado en la Constitución? Por eso la imperiosa necesidad de que quien aspire a encabezar un gobierno que pretenda un cambio de fondo en el estado, se rodee de los mejores cuadros, mujeres y hombres, para acompañar una tarea que tenga como prioridad esos fines superiores,  para lograr que llegue la 4T a Guerrero, y luego, su consolidación.

La desgracia es que parece que Morena no está a la altura de la 4T, y la selección de candidatos que la dirigencia estatal y nacional ha hecho y está haciendo en el estado, reviviendo la subcultura del dedazo y proponiendo candidatos impresentables, puede terminar convirtiendo la esperanza en una frustración temprana, y en el páramo de la desolación, solo se confirmaría una vez más que la izquierda no aprende y, reducida a lo electoral, termina reproduciendo los mismos vicios de corrupción que tanto le critica a la derecha. La izquierda no sabe leer sus propias circunstancias. Hace ya algunos años, poco antes de morir, el gran premio Nobel portugués José Saramago, se los dijo con mayor felicidad literaria: «La izquierda, no tiene ni puta idea del mundo en que vive». Para la dirigencia del Morena en Guerrero, la frase le viene como anillo al dedo.

La izquierda en Guerrero no ha aprendido de sus propios errores, porque nunca ha estado entre sus prioridades aprender a pensar a Guerrero en serio, que sigue siendo un territorio inédito no solo para la rupestre clase política, sino también para los sociólogos, politólogos e historiadores, empeñados en cuadrar los problemas del estado dentro de sus estrechos marcos teóricos. Por eso la dirigencia del Morena tiene a su candidato a gobernador en un laberinto que pareciera que no tiene salida. Por supuesto, si es verdad aquello que de todo laberinto se sale por arriba, entonces, el candidato del Morena tendrá que empezar por reconocer que con discursos incendiarios en contra del INE, no irá a ninguna parte, porque quienes lo metieron en ese dilema, son los errores causados por la torpeza de la dirigencia de su partido, tanto la estatal como la nacional. Una dirigencia que por seguir la estrategia política equivocada de instrumentar un pragmatismo ciego para la designación de sus candidatos a los diferentes cargos de elección popular en Guerrero, se está quedando sin identidad propia y acercándose cada vez más a una derecha que constantemente niega, lo cual no le servirá de nada para fortalecer el proyecto de la llamada 4T.

Por otra parte, el INE también se equivoca con relación a Guerrero, al pretender hacer a un lado a un candidato por no cumplir con los requerimientos que están contemplados en algunos de los ordenamientos normativos de la institución, y no considerar los costos que tendría el retiro de la candidatura a quien el Morena ha propuesto como su abanderado para la contienda por la gubernatura. No se trata de que haya impunidad, sino que tendría que decretar una especie de amnistía electoral, para no imponer una sanción más grave que la falta que se le imputa al candidato, porque eso provocaría una mayor inestabilidad para una entidad muy lastimada, y que ya, de por sí registra en sus ciento setenta y dos años de historia, que solo diez gobernadores han concluido su periodo.

El INE haría crecer su prestigio como una institución ciudadana si le regresa la candidatura a FSM y nos dejara a los guerrerenses, hombres y mujeres, que libremente les cobremos a todos los candidatos que ha propuesto la partidocracia de todos los partidos, del PRI al PAN, pasando por el PRD y el Morena, entre otros, en las urnas los agravios, las afrentas, las corruptelas y latrocinios cometidos contra Guerrero, un estado con una historia excepcional, y hacerle un ajuste de cuentas a toda la calase política, acuerpada en esa partidocracia corrupta, mediocre y pervertida que casi ha dejado sin opciones a Guerrero y al país.

El INE está también en esa encrucijada de recuperar sus fines para lo que fue creado: ser la casa de la democracia y el gran defensor de la misma, y volvería a recuperar la confianza ciudadana, si en lugar de asumir un papel inquisitorial, asume la grandeza de darle una lección de democracia a Guerrero y a México, devolviéndole la candidatura a FSM. Porque los ciudadanos y ciudadanas guerrerense tenemos la suficiente madurez política y la conciencia ética para encargaremos de él y de los otros candidatos, la mayoría de ellos impresentables, en las urnas. Por supuesto, a la mediocre dirigencia del Morena igualmente habrá de ajustarle cuentas.

Esa lección de democracia, podría enmarcarse en otra anécdota que se cuenta del Che Guevara, cuando ya derrotado y hecho prisionero fue encerrado en la escuela rural de La Higuera, y allí llegó la joven maestra Julia, con quien tuvo, la que fue su última conversación y donde todavía se dio tiempo para ofrecer su última lección de pedagogía, sabiendo que tenía el tiempo contado. El Che le hizo notar a la maestra –según Juan Villoro– que había una falta de ortografía en la frase anotada en la pizarra, donde estaba escrito: «Yo se leer», y faltaba el acento en la palabra «sé». El Che le transmitió a la maestra rural, con esa corrección ortográfica, una lección del papel que juega la educación para transformar el mundo, porque la educación es el último espacio público que nos está quedando y es también el más sensible de nuestras sociedades. Para poder intentar cualquier cambio, hay que ser sensible, porque como bien decía el propio Che, es lo que permite sentir las injusticias cometidas contra cualquiera y en cualquier parte del mundo. Por eso es necesario corregir las palabras para leerlas y entenderlas bien. Hay que aprender a leer bien los problemas del contexto en que uno vive. Al INE y al candidato del Morena les hace falta esa re-lectura del contexto guerrerense.


 

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Familias de la sierra. Desesperación.

Del 12 al 18 de abril de 2021 al

#1050

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