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bala perdida

cultura

 

 

 

 

Dicen que Buffon dijo “el estilo es el hombre”, y mientras disfrutaba la lectura de Notas de desencanto y otras virtudes de Miguelángel Díaz Monges (México, D.F:, 1965), pensé que habría que ajustar la máxima a “el estilo es el ensayista”, pero entonces habría que definir primero qué es el estilo y luego qué es el ensayo y luego si estos treinta y siete textos son ensayos, crónicas, cuentos, memorias, diatribas o qué diablos. [...]

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Notas de desencanto y otras virtudes de Miguelángel Díaz Monges
El renovado arte
de la minucia

 

 

 

 

El poeta Antonio Gamoneda suele decir que las grandes obras narrativas no son ficción sino poesía. Esta afirmación cambia de golpe las coordenadas de lo que entendemos por poético, pues incluye en su campo obras como el Quijote y Pedro Páramo y a escritores como Faulkner y Borges. La definición de Gamoneda incorpora en lo que pasa en poesía, géneros que antes se consideraban excluidos o exclusivos, y a la vez cambia las perspectivas precisamente porque aquello que incluye sirve también para ver claramente lo que excluye. [...]

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Las grandes obras narrativas no son ficción sino poesía

 

 

 

 

 

Hay ciertos olores que me hacen regresar a un lugar, o una época determinada. El aroma de una sopa de coditos, el olor del papel de un libro viejo, una mochila de cuero, un perfume… hasta el olor fétido del mercado o de la basura que se pudre en una esquina. La memoria olfativa es tremenda: nos sacude de pronto y nos transporta en un largo viaje. Quizá no recuerde bien los detalles; ésos se pierden y los recreamos, los inventamos.

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De la memoria olfativa

 

 

 

Si todo el mundo se tirara por un barranco –me decía mi padre–, ¿tú también te tirarías? Esto pasó hace unos años. Fue el verano en que un puma mató a un tipo que hacía jogging en Sacramento. El verano en que mi médico se negó a darme esteroides anabolizantes. Un supermercado local ofrecía la siguiente oferta especial: si llevabas recibos por valor de cincuenta dólares, te daban una docena de huevos por diez centavos, así que mis mejores amigos, Ed y Bill, se quedaban en el aparcamiento y le pedían a la gente sus recibos. [...]

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-El cadáver
de Alice

-Fronteras