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El director de Ayotzinapa no
tiene injerencia en la agenda
de lucha estudiantil:
Humberto Santos

 

Marlén Castro

 

 

Normalistas de Ayotzinapa. Autonomía para la lucha.
[Foto: José Luis de la Cruz]

 

 

 

Humberto Santos Bautista estuvo en la Normal Rural de Ayotzinapa seis meses como director, de febrero a septiembre de 2012, para salvar los dos semestres de ese año, perdidos por la movilización generada por los asesinatos de Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverría, el 12 de diciembre de 2011.

El maestro de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), doctor en ciencias sociales por la Universidad Autónoma del Estado de México, plantel Xochimilco, repasa sus seis meses al frente de la institución más golpeada de Guerrero, con varias agresiones a sus estudiantes, algunas de ellas con saldos fatídicos para la comunidad estudiantil, el más reciente acabó con la vida de tres estudiantes y 43 siguen desaparecidos.

Sólo en la administración que encabezó el gobernador con licencia Angel Aguirre Rivero se cuentan tres hechos sangrientos: el ataque del 12 de diciembre de 2011 en la capital, un atropellamiento a los estudiantes en la Costa Grande, con el saldo de otros dos estudiantes muertos, y el ataque la noche del 26 de septiembre,  en el que cada vez hay más elementos para establecer la intervención del Ejército y de la Policía Federal, aparte de la evidente participación de la Policía Preventiva de Iguala, en conjunto con sicarios del cártel Guerreros Unidos.

Santos llegó como director a propuesta de la Comisión de Interlocución que se formó para paliar la crisis por los crímenes de Alexis y Gabriel, primero se negó rotundamente, luego lo pensó concienzudamente, y por último aceptó.

“Lo hice en el ánimo de aportar; me dejó una experiencia muy enriquecedora, pero no vuelvo a ir ahí”.

Ahora que la Procuraduría General de la República (PGR) lanzó un misil envenenado contra la institución, derivado de las supuestas investigaciones para esclarecer el crimen del ataque a los normalistas rurales la noche del 26 de septiembre, Santos Bautista recuerda cuál es la relación de la dirección de la escuela con la comunidad estudiantil, cuál es realmente la capacidad del director para dar línea a los estudiantes sobre su plan de lucha.

Dice la PGR, por la versión de un supuesto delincuente de Guerreros Unidos, que dos de los estudiantes ahora desaparecidos, cuando eran sometidos confesaron que fueron mandados por el director de la institución, quien recibía dinero de Los Rojos.

José Luis Hernández Rivera es el director de la institución, por cierto alguien muy cercano al gobernador sustituto Rogelio Ortega Martínez, conocidos ambos como auroros por la responsabilidad de una publicación llamada Aurora en la década de los ochenta, que llamaba a la lucha social, y que el gobierno catalogó como una publicación de contenido subversivo.

Y fue Hernández Rivera quien asumió la dirección cuando Santos Bautista entendió ante la indiferencia del gobierno estatal y de la SEG que no había nada qué pudiera hacer al frente.

Santos Bautista afirma que el director no tiene absolutamente ninguna injerencia en la agenda de los estudiantes, que son dos espacios dentro de la misma institución, totalmente separados. El director tiene bajo su responsabilidad la agenda académica y administrativa, dice, y los alumnos, de forma completamente autónoma, sin mezclarse nunca, las demandas estudiantiles.  

Para el académico es comprensible por completo que los alumnos ejerzan al interior de la institución una forma de autogobierno, con sus propios órganos de dirección y sus propios estatutos.

“Yo lo entendí como un muro de auto-protección que se generaron los estudiantes, ante una autoridad educativa tan corrupta como la que se tiene. La Secretaría de Educación en contubernio con los sindicatos charros han metido a trabajar a gente por cualquier mecanismo, menos el académico; y esto ocurre en todas las Normales, en todo el sistema educativo. El sistema de educación es de lo más corrupto: dejan de lado todos los ordenamientos académicos, y otorgan plazas, dan categorías ignorando por completo el criterio académico. Así han contratado a cada maestro que está ahí”.

Ante esa situación no académica, dentro de la academia, “los estudiantes normalistas forman su espacio de gobierno y  arman espacios que tampoco son académicos, como la semana de adaptación que da lugar a que sean acusados de violentar los derechos humanos de los que recién ingresan”.

La SEG por sus propias prácticas no ha tenido autoridad moral o elementos para que este espacio de autogobierno de los estudiantes se diluya, así que maestros y alumnos tienen sus propios espacios de poder dentro de la institución.

En el tema de la aceptación de los estudiantes de nuevo ingreso, la dirección tampoco tiene que ver, son únicamente los estudiantes los que deciden quiénes se quedan, en donde el criterio de la pobreza se impone, lamenta.

Santos Bautista cuestionó al dialogar con los normalistas, con esa autoridad moral de la que gozaba por llegar ahí ante una invitación de una comisión que vio en él a la persona ideal para sacarlos de la crisis, que el criterio de la pobreza para elegir a los que se quedaban no era el más adecuado, porque la educación no se iba a resolver por consignas.

Propuso que se modificará la semana de adaptación, que la tarea quedara en las manos de los comisarios de las comunidades y, servía, que comenzara a inculcarse la cultura campesina.

Salió, dice, porque el gobierno del estado y a la SEG no tenían ningún interés en el cambio cualitativo que el proponía para la Normal,  mediante un programa para modificar la percepción que la población tenía de la institución y para que ésta contribuyera a disminuir el problema del rezago educativo.

Ingresó en febrero; en junio,  manifestó su deseo de retirarse ante la respuesta nula, la SEG le pidió que reconsiderara y se quedó tres meses más; en septiembre finalmente entendió que no había ningún interés de las cambios de fondo y como ya se había cumplido el cometido de recuperar los dos semestres, lo que se hizo de febrero a junio, Santos Bautista prefirió regresar a la UPN. 

Muestra el desinterés en un ejemplo muy sencillo. Había una agenda de actividades que propuso a los estudiantes, la que cumplieron dice, hasta donde más pudieron. Una de esas actividades estaba marcada en la agenda el día mundial del medio ambiente. Cada estudiante iba a plantar 10 árboles en el recorrido de Chilpancingo a Tixtla, se hizo la gestión de las plantas y para que se generaran las condiciones para llevar a cabo la actividad. Nunca recibieron respuesta.

El aspecto crucial de la propuesta del académico de paso por Ayotzinapa consistía en cambiar esa opinión negativa que la sociedad tiene de la institución; propuso que el mecanismo de selección de los estudiantes fuera transparente, parte de este programa consistía en que la comunidad estudiantil mantuviera un diálogo permanente con la sociedad, qué explicara por qué una forma de autogobierno y que también aceptaran que algunas formas de conducirse no eran las más adecuadas; y elevar el nivel académico de los estudiantes, con la contratación de profesores con criterio exclusivamente académico, sin despedir a los actuales; crear un programa de posgrado, no convencional, sino uno que contribuyera a que los alumnos supieran leer su contexto y contribuyeran a abatir el rezago en sus comunidades, también incluía remodelar las instalaciones.

La respuesta de la SEG fue muy torpe, afirma.

“Me dijeron que no había presupuesto para asumir ese gasto, que haciendo las cuentas eran como cuatro o cinco millones de pesos anuales, no hay comparación con el costo social que se está pagando ahorita en el país y el estado. Todo esto nos pudimos haber evitado”.

Santos Bautista lamenta que la sociedad mantenga esa opinión de los estudiantes de Ayotzinapa como un grupo de vándalos, cuando desconoce los aspectos más elementales de la vida interna; y en cambio, conozca ampliamente como se conduce la clase política incrustada en todos los poderes públicos, sin autoridad moral, profundamente corrupta y mediocre.

“Ese es el verdadero vandalismo: que se nombren autoridades educativas que no saben nada de educación y que esto se haga sólo por los intereses de grupo; es vandalismo que no haya justicia para los estudiantes; hay vandalismo en el Congreso con diputados que no tienen la más mínima idea de lo que es legislar, hay vandalismo en la cleptocracia que están ahí para robar. Ese es el vandalismo”.

 

 

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