Seguir:
Facebook
Twitter

bala perdida

 

 

 

Cecilia Jacintos:

He buscado ampliar mi
lenguaje y después
tomar lo que necesito

 

Eduardo Añorve

 

(Segunda de dos partes)

 

 


 

El pintor Jaime López Santiago ha expresado que la pintura de Cecilia es pintura pura: “Manchas que son territorios y espacios. Materia y textura lograda sin más elementos que el acrílico, también con cierta pureza, aguado o espeso. Pocas líneas visibles, pero la urdimbre invisible es una partitura hecha con diagonales, a veces una ‘x’, donde compone con espontaneidad pero dentro de los límites necesarios. El colorido es cálido, matizado y acentuado por los complementarios. Da la impresión que hay poco dejado al azar”.

–¿Qué tal era tu relación con la maestra?

–Bien, pero siempre, de mi parte, hubo ese respeto de alumna a maestra y veía que con otros alumnos era diferente: de tú a tú.

–¿Cómo desarrollaste tu proyecto, finalmente?

–Tenía que hacer ocho cuadros en dos meses, uno por semana…

–No era tan libre…

–No. [Risas]

–Calificación, libre, también…

–[Risas] Pues, ésa la omitía, pero sí teníamos que aprobar, si no, a repetir.

–¿Cómo titulaste tu serie de pinturas?

–A la serie no le puse título, fue el tema del proyecto: el color, con diferentes contrastes. Usé como referencia el libro de [Johannes] Itten El arte del color, allí viene el contraste cálido y frío, el contraste blanco-obscuro, el simultáneo… entonces, con base en eso iba yo desarrollando los cuadros, aunque también me iba limitando más.

–¿Y cuál fue la evaluación?

–En esa vez no dijo nada; en uno sólo me dijo que estaba sucio el color. Eran sus comentarios un poco huecos, porque te decía pero a la vez no te decía nada, y quedabas en la misma.

–Realmente no veía lo que estabas haciendo…

–O no lo veía o no me quería decir, o no le interesaba; porque ella decía que no quería limitarnos, cuando sí lo hacía, que no quería poner su opinión y que pesara mucho sobre nosotros, de decir: Esto es bueno, esto es malo, y ya, irnos por lo bueno y no experimentar con lo malo. Después me di cuenta que yo no podía seguir haciendo lo mismo, porque ya no me sentía tan bien conmigo, era como repetirme y repetirme y repetirme. Y sí, no era necesario que ella me lo dijera para darme cuenta.

Respecto de algunos de los cuadros de Cecilia, Jaime Ignacio López dice: “Pienso en música y los distintos cuadros los percibo como variaciones de una misma melodía que los recorre y no se pierde nunca entre los distintos ritmos y acordes que los hace semejantes pero nunca idénticos”.

–Tus compañeros, ¿qué opinaban?

–Algunos sí… les pasaba algo raro, porque… en alguna materia yo les tenía que presentar imágenes de lo que hacía y explicar qué es lo que estaba haciendo. Entonces, yo… a veces, pasaba uno al frente, y todos hablando, y así… pero pasaba yo y se quedaban callados. [Risas] Pero ni para preguntarme ni nada, simplemente se quedaban callados, escuchándome y eso me desesperaba más, me incomodaba más. Entonces, a algunos sí les gustaba…hubo unos que me compraron, como tres, de allí, de mis compañeros, y iban en el mismo taller, porque sí les llamó la atención.

Pero también hubo otros que no, porque… una vez que mi abuelita Saula me regaló un petate; agarré un día ese petate y lo puse en un bastidor, ¿no?, sobre ése empecé a pintar, pero algo figurativo, y lo presenté y me dijeron que era artesanía, ¿no? [Risas]

–¿Qué otras materias fueron significativas para ti?

–Hubo otros maestros, como el de dibujo, que también me iba orientando un poco. Él, más me cuestionaba el por qué esa línea o por qué doble línea, por qué ese color al lado de ese color, y ya, era cuando me ponía yo a reflexionar el porqué estaba diciendo eso, y a veces era más como buscar la composición.

–¿Trabajaste con modelos?

–Sí, eran mujeres, y trabajábamos el cuerpo humano. A veces objetos: los bancos, que se medio se acomodaban en el centro, y cosas así.

–Mientras estudiabas, ¿expusiste?

–Sí. Fueron tres exposiciones: una fue en la prepa uno, colectiva; todas han sido colectivas. Otra fue en una casa de cultura, en Tepepan. Y la otra fue en el museo de agricultura, en Chapingo. Y hubo otra, después de que salí, fue por San Ángel, en una casa que se llama Talamuro, que es como una casa-galería; también fue una exposición colectiva.

–Colectivas, ¿ninguna individual? No has llegado a la fama ni al estrellato…

–No. Creo que no me ha interesado mucho, porque sí me han regañado, los maestros… bueno, en la escuela, la maestra… y cuando hice el servicio, los que eran mis jefes inmediatos, porque querían que para liberar el servicio hiciera una individual; yo a ellos les dije que allí no quería exponer, porque si exponía iba a ser en otro lado y después, cuando yo sintiera que sí, sí quisiera exponer, que naciera de mí hacer todo el proceso de una exposición.

–¿No ha nacido de ti?

–Últimamente ya me está haciendo ruido eso. Para mí… me interesa porque es una forma de que las personas vean lo que estoy haciendo, más que nada por eso, pero así, que… es que nunca me ha gustado el véanme, aquí estoy, nunca, y yo creo que es más que nada por eso que no he querido exponer. Pero, a veces… fui a una exposición a la Academia de San Carlos, de pintura, y había cosas muy pobres; allí es donde veo que no estoy haciendo algo tan innovador, tan bueno, pero sí tiene cuando menos algo más que lo que está allí. [Risas]

–¿Y cómo reacciona la gente de tu pueblo cuando ve lo que haces?

–A muchos sí les llama la atención, o empiezan a preguntar qué significa, qué es… Yo, lo que hago es… les volteo la pregunta: Tú, ¿qué ves? O, tú, ¿qué figura estás percibiendo? Y ya, me empiezan a decir: Es que acá es esto, cuando a veces ni siquiera yo pensé en eso.

A veces me asombran, porque hay gente que me ha dicho: ¿Y eso qué?, ¿eso te va a dar de comer o qué? [Risas] Eso no sirve, haz cosas que yo pueda saber que es un caballo, es un perrito, es una casa, y yo nada más me quedo callada, pero yo no tengo la culpa de que sean ellos así. Y no me afecta que me digan eso, sí me afecta de la persona que viene y más que me diga: ¿Y eso, qué? O que me digan: Ilusa, cuando otras personas están haciendo dinero de lo que estudiaron y tú apenas si sobrevives. [Risas]

“No sé mucho. Ignoro las dimensiones y los formatos definitivos. Tampoco logro definir los soportes. He visto más la luz. No cuento con títulos para redireccionar mi opinión. Y desconozco cualquier dato biográfico y escolar, salvo la certeza de que es una muchacha. Estas carencias, en lugar de limitar mi placer estético lo aumentan por desprejuiciarme completamente”, admite Jaime Ignacio López, respecto de la obra de Cecilia.

–¿Y a ti te agrada lo que haces?

–Sí, últimamente me agrada más que cuando era estudiante.

–¿Qué te estimula?, ¿la música?

–A veces sí, la música; escucho música de acá, no busco la letra sino el ritmo; a veces pongo la música de los diablos, a veces pongo ballenatos, bachatas, de Puerto Rico, como Luis Vargas, Anthony Santos, que son los que a veces pongo cuando me pongo a pintar. A veces sí quiero una música que hable de algo que me pasó, a veces la música es en una necesidad, pero no algo automático, sino que depende de mi estado de ánimo para pintar, no es algo planeado, que diga: De tal hora a tal hora voy a pintar, sino que estoy haciendo alguna cosa y de pronto me dan ganas de pintar y me pongo a pintar y ya.

–¿Te gusta la música de Mar Azul?

–Sí, algunas canciones. Me gusta más que Bertín Gómez Jr. [Risas] Allá está muy marcado lo que escuchas, como que debes ser más intelectual para escuchar música, pero yo la llego a escuchar, no a diario, la música clásica, ópera, y a mí esa música no me deja concentrar y no puedo esperar hasta que me provoque algo para ponerme a pintar.

–¿Te has planteado la búsqueda de un estilo, un lenguaje, un modo de expresión?

–Creo que no; he buscado ampliar mi lenguaje o los elementos; por ejemplo, si hago un gesto, ¿qué elementos puedo crear o poner para que sea más claro o para que sea más amplio, o para resaltarlo más, o cómo taparlo? He buscado ampliar mi lenguaje y después tomar lo que necesito de cada elemento. Y por eso también he hecho ejercicios de figurativo, del color, y así, para eso, para ver realmente qué quiero yo del color, que quiero yo de la figura, pero no tanto como un estilo.

Al final, la opinión del pintor ometepecense: “Admiro a quienes logran buenos cuadros abstractos. Lo considero –a contrapelo- más difícil que las obras basadas en lo mimético. En lo personal, busco el informalismo y no logro liberarme del dibujo. Me gustan”.

 

-Ver primera parte-

 

 

Los cuadros de esta creadora pueden apreciarse
en el blog: El inefable placer.

 

 

anterior - índice

 

 

 

 

 

Twittear

 

C O M E N T A R I O S