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bala perdida

 

 

 

Me acuerdo

Charlie Brainard Foz

 

 

 

 

Me acuerdo de que esto empezó hace dos meses.

Me acuerdo también que esto de verdad inició mucho antes de septiembre.

Me acuerdo que cuando escuché por primera vez lo que había pasado en Iguala sentí miedo, coraje, tristeza; traté de entender las cosas y no pude entender nada de lo que había pasado.

Me acuerdo que alguien en el café dijo que por algo habían pasado esos cosas, y las justificaba de manera reprochable. Y tuve ganas de aventarle en café a la cara. Pero no hice nada, y en pequeños sorbos terminé mi café en silencio.

Me acuerdo que asistí a la primera marcha, y que éramos muchos en la calle gritando sin escucharnos, y algunas muchachas hacían grafitis con faltas de ortografía en los muros. La ciudad quedaba tatuada con consignas de rencor.

Me acuerdo que discutíamos mucho entre los amigos sobre ese tema, y que eran pláticas en su mayoría confusas y sin sentido, más llenas del calor del momento que de verdades fundadas en el sentido de la razón.

Me acuerdo comenzaron cerrando calles, gritando y aclamando justicia, para luego incendiar algunos edificios.

Me acuerdo que pensé que se avecinaban cosas grandes, algún cambio.

Me acuerdo de la decepción que causó Rogelio, y que la decepción iba creciendo poco a poco al pasar los días, como se va propagando una enfermedad incurable.

Me acuerdo que llegaron muchos periodistas, que andaban por las calles tomando fotos, como si esto fuera un espectáculo, y que un día cansados y aburridos se fueron tras otra presa más rentable para sus diarios y medios.

Me acuerdo que por algunos días fuimos el centro de atención en el país. Que había revistas que nos daban la portada, que fuimos primera plana después de una tragedia que aún continua.

Me acuerdo de las calles tomadas y la molestia de la gente, del ruido de los cláxones, de los sentimientos encontrados.

Me acuerdo de un paro general.

Me acuerdo que todo era convulsión, que afuera había un ambiente de euforia, de desencanto y coraje.

Me acuerdo que era el tema de todos los días en todas partes, que no había lugar donde no se hablara de de los estudiantes.

Me acuerdo de las primeras carpas de la CETEG en el Zócalo, de la toma del ayuntamiento, del cierre de algunos bancos, del miedo social, de una señora molesta por el caos.

Me acuerdo de la marcha que hicieron los padres de los alumnos desaparecidos por la carretera a Tixtla, la tristeza de su andar, su rostro de polvo, de melancolía.

Me acuerdo que todos se echaban la culpa, y que nadie asumía su responsabilidad.

Me acuerdo que papá mentaba madres al presidente, al gobernador, al PRI al PRD, y que le hacíamos coro todos en casa, pero que al final no era suficiente para cambiar las cosas.

Me acuerdo que miraba desde el balcón de mi oficina pasar a los manifestantes que lanzaban consignas, y que desde ahí, el cuarto piso, mi corazón se llenaba de una rara alegría, y les brindaba mi apoyo levantando el brazo y tomando algunas fotos.

Me acuerdo de que eran días llenos de un algo confuso, que no lograba descifrar.

Me acuerdo escuchar a una madre molesta platicar con su hija, le decía que le debían echar gasolina a los maestros que estaban en el zócalo de plantón, y un cerrillo, quería responderle, decirle que no podía decir eso, callarla, pero se me hizo un nudo en la garganta, de coraje, de miedo, de desolación. No he podido entender tanta estupidez en la gente.

Me acuerdo que no sólo eran los 43 alumnos desaparecidos: era tanta corrupción, tanta mentira, tanto engaño, tanto cinismo.

Me acuerdo que Cuauhtémoc Cárdenas renunció a su partido, y que los nuevos jerarcas le dieron la espalda no sólo a él, sino a una idea de compromiso social. Y entonces nos quedamos sin esperanzas. Solos, en medio de una guerra de intereses.

Me acuerdo en esos días murió el Chavo, murió Leñero; se moría el país lentamente, se encarcelaban estudiantes, se desaparecían sueños.

Me acuerdo leía La bestia del corazón de Herta Müller, y sentía tristeza por Lola, pero también porque me traía a la memoria la condición de muchas lolas que habitan nuestras vidas.

Me acuerdo que vi en el cine Los juegos del hambre Sinsajo, y vi ahí un fragmento de nuestro mundo, y me puse un poco triste.

Me acuerdo que en esos días creía en muchas cosas, y me puse a escribir textos para Trinchera con la idea de que alguien pudiera leerlos, y poder conmoverlos un poco, transmitir mi angustia y mis palabras.

Me acuerdo porque la memoria es lo único que tengo.

 

 

 

 

 

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