Estaba todo prohibido. ¿Por qué chingaos habíamos entrado a un lugar donde no te dejan hacer nada? No podíamos correr, tocar, gritar, saltar. Nada, absolutamente nada. Ésta era la idea que tenía mi papá para pasar un buen domingo. ¡Chingao!… nos hubiéramos quedado en casa, ahorita estaría pasando el siguiente nivel de Call of Duty, o viendo una película en Netflix, y no estas chingaderas que ni entiendo. ¿Qué es eso que llaman arte moderno? Puras fregaderas, puros objetos tontos, el arte objeto, puras chingaderas. No me gusta ver cuadros, ni fierros retorcidos, o cubos, y tanta tontería.
Y el tipo ese que va con su novia con cara de topo, que habla y habla de conceptos, de formas, de colores y definiciones que no alcanzo a entender, y la chava allí con su cara de topo estreñido sonriendo, mareada quizá por las palabrería del tipo ese, con su chaqueta azul, y sus zapatos sin agujetas, y esa barbita. Parece un imbécil.
Si tuviera un arma no pararía de jalar el gatillo. Primero me desearía de ese imbécil; luego de la cara de topo, y también de la tipa gorda que está adelante, y del señor que se la pasa rascándose los huevos. Qué asco de tipo. Y esa niña, sí esa niña también, que se queda mirando los cuadros como si de verás los entendiera. Qué mal me cae. Sí, ella también. Aunque me gusta. No, no, sí le voy a descargar toda el arma. Y a mi papá. Sí, a él también. Mira que traerme aquí.
Ya me duele la cabeza. La niña me observa, se ve linda, tiene mi edad. Me gusta su playera, no por su estampado, sino porque deja ver el pequeño contorno de sus tetitas. Creo que también le gusto. Puedo imaginarme a su lado, paseando en el parque, jugando Minicraft, construyendo un mundo imaginario lleno de zombis, y monstruos pixelados. De pronto el imbécil tipo de la barbita con su novia cara de topo, me despiertan de mi dulce sueño. “Aquí se ve cómo el artista quiso sintetizar el dolor del mundo; matiza con las formas y los colores una perspectiva universal del dolor y el vacío”, dice el tarado ese, en voz alta, para que todos nos demos cuenta que efectivamente es un tarado. Ahí no se ve más que rayas, y colores, y nada más. En Gears of War, ahí sí se sintetiza cabrón el vacío del mundo. Ahí no se andan con tantas bobadas. No. Ahí sí que las imágenes están bien tratadas, bien logradas y es pura acción, pura adrenalina bien perrona. Puro gráfico chingón.
Al final de la galería, gracias a dios que esto está por terminar, hay un cuadro, es azul, se ve un hombre descompuesto, desnudo, grotesco, horrible. El tipo de la barbita le dice a la cara de topo que ése cuadro es una basura, que no entendía cómo era posible que cerraran así la exposición, que era una falta de respeto para el público. Todos estábamos allí quietos, absortos por los ilustres comentarios del barbitas. La cara de topo se sonrojó, la niña trato de disimular, mi papá se quedó un poco perplejo contemplando el cuadro, la gorda se hecho un sonoro pedo. De pronto el tipo que se pasó casi todo el tiempo rascándose los huevos se abalanzó sobre el barbitas, la cara de topo soltó un grito, lo primero que había dicho en todo ese tiempo. Por un momento pensé que era muda y tarada, por salir con un tipo como ése. Todos nos hicimos a un lado, yo alcancé a rozar una tetita de la niña; la gorda cayó de culo, mi padre trato de agarrarme, el tipo rasca huevos sacó un cuchillo, y comenzó a enterrarlo en el vientre del barbitas. La sangre brotaba roja, como si estuviéramos en Mortal Kombat X.
Todo fue tan rápido que no me di cuenta cuándo había llegado la policía. Estaba con mi padre sentado afuera. Alguien le preguntaba algo a mi papá, era como CSI, pero claro aquí estaban gordos y feos los detectives.
De regreso a casa, mi mamá me preguntó si me había divertido, y cómo mentirle: había sido el mejor domingo de mi vida.