bala perdida
cultura
Abrí los ojos, no sabía cómo había llegado a parar ahí. Me dolía todo el cuerpo. El frío calaba mi carne hasta los huesos. Necesitaba algo fuerte, un brandy, un tequila, algo para calentar y despertar del todo. Traté de recordar los acontecimiento del día anterior; sólo me llegaron recuerdos vagos, imágenes que se fueron nublando. Nada. Nada concreto. Beber me mata, lo sé. Pero no hay muchos argumentos a favor de seguir viviendo. Trato de levantarme y continuar. Tengo entumidas las piernas y un dolor de cabeza brutal. Camino un poco. Tengo que conseguir algo o voy a reventar. Me detengo y me dejo caer en una esquina, cierro los ojos un rato. [...] |
Supongamos que la muerte se sitúa al norte. Luego entonces, tomaremos como referencia el friso del gorila, friso.norte, independientemente de su situación geográfica. / Hecha esta precisión, empecemos con el friso.oeste, donde según creo empieza la historia: en él flotan mujeres dormidas, leves, inofensivas: vuelo horizontal sobre un mar de pintura blanca en llamas: brochazos manchados de blanco sobre blanco donde se adivinan siluetas borradas, batallas en el olvido, gestas narradas en lenguas muertas de las que ahora nos llega apenas un exangüe latido. Este espacio tridimensional blanco recuerda el golpeteo abstracto de los fotones sobre los párpados cerrados de un ojo insomne. [...] |
He venido a hablarles del futuro. Supongo que del futuro de la novela, aunque quizás sólo del futuro de este discurso. Voy a contarles cómo durante años imaginé que se presentaba el futuro. Sitúense en 1948, el año en que nací, en la tarde de agosto en la que un disco extraño y casi silencioso comenzó a sonar en las emisoras de música de Maryland, y pronto se fue extendiendo por la Costa Este, dejando una estela de perplejidad en sus casuales oyentes. ¿Qué era aquello? No se había oído nunca nada igual y, por tanto, aún no tenía nombre, pero era –ahora lo sabemos– la primera canción de rock and roll de la historia. Quienes la oían, entraban de golpe en el futuro. [...] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . LEER |
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Para el criollo que no ha acudido a la academia, una persona “negra” reúne cuatro características: color de piel oscuro, cabello puchunco, cuculuste o chino o rizado, nariz chata y labios gruesos, aunque las dos primeras son las fundamentales para suscitar esa percepción. Por su parte, el término “negra” utilizado en las canciones se refiere muchas de las veces a un mujer muy hermosa y es utilizado como una manifestación de querencia, cariño o para halagar; es un término suave y amable, excepto donde se indica lo contrario. En contraste, para el académico –que suele no ser criollo, y si es criollo de origen, su visión suele ser la de un frastero, de alguien que mira desde fuera estas dinámicas sociales– [...] . . . . . . . . . . . . . . . . . . SEGUIR LEYENDO |
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