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opinión

La esquina de Xipe

Eduardo Añorve

 

 

 

 

Del día de
la bandera y
otras ideas falsas

 

 

 

 

 

No sé en qué momento se falsificó la escena del pacto entre los guerrilleros comandados por Vicente Guerrero y el virrey de Nueva España, quien utilizaría a Agustín de Iturbide para negociarlo, ni quién o quiénes lo hicieron; lo cierto es que la historia oficial habla de ‘El abrazo de Acatempan’ para referirse al supuesto momento culminante en el cual realistas e independentistas pactaron el fin de la guerra y la instauración de un gobierno sin relación con la España y, por supuesto, con la llamada ‘corona española’.

Enrique Florescano, en Memoria mexicana, explica que “el surgimiento de una concepción del desarrollo histórico centrada en la nación, provocó el nacimiento de una historia para sí, de una escritura de la historia hecha para la nación y elaborada por mexicanos. Súbitamente, con la luz deslumbrante de la libertad, el país cobró conciencia, en el momento mismo de empezar a ejercer su independencia, de que la mayor parte de su memoria estaba hecha por el conquistador, que carecía de una interpretación propia de su desarrollo histórico, y que las fuentes para escribir su historia estaban fuera de sus fronteras o habían sido hechas por sus antiguos dominadores. Este descubrimiento explica que la elaboración de una historia propia, realizada por mexicanos, corriera inextricablemente unida a la realización del proyecto político del Estado nacional. Así, una de las primeras decisiones de los gobiernos independientes fue fundar los archivos y los museos donde se conservaran los testimonios de la historia nacional”.

Haciendo caso omiso a la aterradora generalización de este académico [‘el país cobró conciencia’, dice, siendo que seguirían siendo los criollos españoles quienes tuvieran esa conciencia y el control del poder político y económico, y desde allí impulsaron ‘su’ proyecto de nación para buscar imponerlo a las demás clases y grupos sociales, con la misma tónica con que antes los españoles llamados peninsulares habían hecho con la idea de ‘nación’, la que resume así: “…sí hubo un desarrollo de la noción de patria y se manifestó un sentimiento patriótico exaltado, aunque reducido a la identidad con el suelo donde se había nacido, asentado en un conjunto de valores religiosos compartidos (la unidad en torno a la fe católica y la virgen de Guadalupe) apoyado por una recuperación progresiva de la historia antigua de los pobladores originales y dirigido a reivindicaciones ideológicas del grupo criollo”], esa ‘historia para sí’ derivó en monstruos ideológicos y falsificaciones como, decía, el tal ‘Abrazo de Acatempan’.

Apenas se celebró en ‘día de la bandera’, como cada año, pero, en realidad, “el 24 de febrero de 1821 Agustín de Iturbide proclamó el Plan de Iguala, declarándose partidario de la independencia de la Nueva España y proponiendo los puntos principales en los cuales se sustentaría. Vicente Guerrero, como comandante del ejército independentista no lo suscribió, pero no hizo falta porque ya había reconocido a Iturbide como comandante independentista”, apunta Francisco López Bárcenas en El Fuego y las cenizas. Los pueblos mixtecos en la guerra de Independencia, en un intento de . Consciente de que está descubriendo una falsificación de esa ‘historia para sí’ de los criollos que probablemente siguen gobernando el país, este historiador incluso pretende provocar una discusión sobre estos hechos, pues está consciente de que la clase dominante los ha falsificado y los ha impuesto a través del sistema de educación pública, principalmente. En este punto, López Bárcenas descubre que detrás de la banal e irrelevante celebración de la bandera se esconden hechos sustanciales… y desconocidos para muchos guerrerenses y mexicanos.

Además de apuntar que “el 18 de septiembre se firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano que tampoco fue firmada por ningún independentista sino por los españoles criollos autonomistas y los jefes” de Iturbide, López Bárcenas asegura en ese mismo texto que el tan festejado ‘Abrazo de Acatempan’ tampoco ocurrió como lo narra la historia oficial. Y explica que, dados los hechos de enero de 1820 en España que llevaron al restablecimiento de la Constitución liberal de 1812 cambió la correlación de fuerzas en Nueva España, pues ahora eran los liberales quienes tenían una posición de predominancia y, en consecuencia, la causa de la independencia, encabezada entonces por Vicente Guerrero, se vería favorecida. Estas noticias hicieron que el propio virrey Juan Ruiz de Apodaca y el mismo Vicente Guerrero tuvieran comunicaciones secretas para beneficio de los intereses de sus causas y sus personas. Así, finalmente el virrey rehabilitó a Iturbide y lo mandó a parlamentar personalmente con Guerrero: “Conociendo los planes del virrey de pactar con los insurgentes y los de Vicente Guerrero de poner sus fuerzas bajo las órdenes de un militar que prometiera consumar la independencia, no sólo de Fernando VII sino también de los constitucionalistas, Agustín de Iturbide marchó a su destino”.

Y, citando un informe militar del capitán Tomás Cajigal, López Bárcenas nos muestra el primer encuentro entre ambos ‘consumadores’, llevado a cabo en Teloloapan: “El día 14 se unieron en Teloloapan, trayendo Guerrero distintos oficiales de su fuerza, más no su canalla insurgente. Ahí tenía Iturbide toda la tropa de caballería e infantería, que contada una y otra, con tambores, pitos y cornetas, era de un total de 970 hombres, celebrando en lo propio la jura de la independencia de esta forma: ¿Juráis defender la Religión, la Independencia, la Unión de europeos y americanos, y al Rey Constitucional, con cuyas tropas no hemos de chocar, sino con las del virrey?”. Y procede a describir lo ocurrido en territorio insurgente, en el mítico pueblo ‘del abrazo’: “En el pueblo de Acatempan, estaba la fuerza de Guerrero y Pedro Ascencio, vestidos cuatrocientos hombres y el resto encuerados, y los más enteramente debilitados y enfermos, componiéndose el total de fuerza de 4,800 hombres formados en el pueblo. Allí pasó Iturbide, a quien recibieron con salvas cosa de 800 hombres formados en el pueblo, manteniéndose el resto acampados en los márgenes”.

En consecuencia, los relatos escolares y de la historia de los gobiernos nacionales sobre el tema, los propios festejos grandilocuentes y fársicos, como el ocurrido hace unos días en la desangrada Iguala de los 43 estudiantes, son mera falsificación de estos hechos, hecha al servicio, claro está, de eso que Florescano ha llamado ‘historia para sí’ de la clase –¿los españoles criollos todavía?–; a este hecho, el de la ‘consumación de la independencia’, López Bárcenas lo llama “el secuestro de un ideal”, porque no serían Vicente Guerrero y los hombres encuerados “formados en el pueblo” quienes se alzaran con esa pírrica victoria, toda vez que se encontraban diezmados y fastidiados por tan prolongada resistencia y, por lo mismo, cedieron a Iturbide y a su protector el virrey Ruiz de Apodaca abrazar y lucir ese ideal.

En una evaluación final sobre la guerra de Independencia, López Bárcenas se lamenta de ello: “Los españoles peninsulares perdieron los privilegios que por tantos años mantuvieron, de los cuales excluyeron a los españoles criollos, sólo por no haber nacido en España. Pero ni el poder pasó a manos de los pueblos ni los ideales de Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Mariano Matamoros o Vicente Guerrero guiaron al nuevo gobierno, ni a los intentos de formar un nuevo país… La evidencia de este hecho saltaba a la vista. No eran los Sentimientos de la Nación, donde se recogían los ideales de los independentistas, lo que guiaban a los miembros del nuevo gobierno, sino el Plan de Iguala; tampoco eran políticos populares los que accedían a los altos puestos de gobierno sino militares, insurgentes y realistas, miembros de la alta jerarquía católica y españoles ricos. Los ideales del movimiento de independencia fueron secuestrados y los secuestradores no proponían cambios de fondo sino para que todo siguiera igual. Para ellos la independencia era el mal menor frente a la posibilidad de que se pusiera en vigencia la Constitución liberal española. Para los insurgentes tampoco había opción a corto plazo, pues las posiciones de ellos más cercanas a los pueblos habían caído en combate”.

En relación a los pueblos mixtecos, motivo del estudio de López Bárcenas, éste dice: “la situación de los pueblos indígenas no cambió positivamente, su condición de sometimiento siguió igual o peor que cuando eran colonia española: no les devolvieron sus tierras, se les siguió explotando y no se les permitió gobernarse por ellos mismos. Es más, los nuevos dueños del naciente país reconocían de ellos sólo el pasado, pero en el presente los negaban como grupo social, con cultura e identidad propia”.

Respecto a esta celebración, el presidente de la República mandó un mensaje: “Este es un día de encuentro e identidad, de orgullo y unidad para los mexicanos. Hoy celebramos a nuestra Bandera (sic), la más bella del mundo”. Bueno, no se podría esperar mucho más de él. El concepto de patria que tienen estos neocriollos españolizados que nos gobiernan no difiere mucho del de sus antepasados, como enuncia Enrique Florescano: “Era un concepto de patria limitado, no compartido por los demás grupos, y no salvaba las profundísimas divisiones étnicas, sociales, económicas y culturales que fragmentaban y oponían a la población”, todo ello a pesar de que en apariencia todos somos mexicanos, es decir, iguales, idólatras de la bandera nacional y de las estampitas donde se abrazan felizmente Iturbide y Guerrero.

 

 

 

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